Un nuevo exabrupto de Polonia que amenazó con bloquear la aprobación de la Constitución de la Unión Europea, sería acogido en Moscú (a diferencia de Bruselas) con profunda satisfacción. Esa misma Polonia con su carne de dudoso origen que fraguaba intrigas contra Moscú impidiéndole celebrar el tratado estratégico con la UE, ahora está sembrando confusión ya en el seno de ésta, azuzando a unos países contra otros y poniendo trabas a las reformas que tanto necesita la comunidad integrada por 27 Estados europeos.
Parecería que la conclusión se impone por sí sola: primero, Bruselas debería establecer una estricta jerarquía dentro de la unión; segundo, guiándose siquiera por el sentido de autoconservación, ser más exigente juicioso a la hora de admitir a miembros nuevos, si algún día se decide a incorporar a otros Estados, digamos, a Ucrania. Y, por último, las acciones de Polonia, igual como de todos los miembros flamantes de la UE pueden ser interpretadas por la Europa vieja como manifestación de una negra ingratitud.
Serguei Yastrzhembski, auxiliar del presidente ruso Vladímir Putin, responsable por las relaciones con la Unión Europea, ha lamentado estos días que "en el seno de la Unión Europea aparecieron Estados que tratan utilizar la solidaridad europea en provecho propio", calificándolo de una actitud poco perspicaz.
Pero seamos realistas y no abriguemos ilusiones infundadas en cuanto a "las lecciones polacas" para Bruselas. Pese a los sistemáticos vetos impuestos por Polonia, en Bruselas nadie condenará a este país a ostracismo ni calificará de sepulturero potencial de las relaciones entre la Unión Europea y Rusia cuando no de la propia la Unión Europea. Como tampoco a los países bálticos. La reforma de la Unión Europea va a duras penas, periódicamente se oyen voces de que la integración europea está tocando fondo. Pero no son otra cosa que la enfermedad del crecimiento cuyo punto crítico fueron los referéndumes sobre la Constitución de Europa, celebrados en Francia y Países Bajos. Parece que fue la etapa más difícil, tras la cual el desarrollo de la Unión Europea ya no se podrá frenar.
Otro elemento que cohesiona la Unión Europea es el temor a perder "la soberanía energética", así que la vecindad con Rusia es la mejor garantía de que las fuerzas centrípetas en la UE se impondrán sobre las centrífugas.
