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Rusia se venga de EEUU por las humillaciones de los años 90. Nezavisimaya Gaceta

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A comienzos de los años 90, Borís Yeltsin estaba seguro de conducir a Rusia al "mundo civilizado" donde la recibirían con los brazos abiertos y como una superpotencia, igual por su condición a EEUU, pero libre de la ideología comunista y, consiguientemente, buena. EEUU estaba seguro de haber ganado la guerra fría, por lo cual Rusia debía portarse como un país vencido y no objetar al triunfador.

Por lo menos, en los asuntos internacionales (en los asuntos domésticos Yeltsin siempre actuaba a su antojo). Las divergencias comenzaron a perfilarse ya desde mediados de los años 90 que a finales de la década bien podrían desembocar en un enfrentamiento militar directo cuando tropas rusas desembarcaron en Pristina (Kosovo). Simplemente, el mando de la OTAN fue tan desconcertado ante el embate ruso que no supo reaccionar. En otoño de 1999, poco antes de la dimisión de Yeltsin, la confrontación se agravó más aun debido a la segunda campaña chechena que el Kremlin inició sin prestarle la mínima atención a la opinión de Occidente.

El presidente Putin parecía cambiar la situación a mejor al solidarizarse con EEUU a raíz de los atentados S-11. El enérgico apoyo prestado por Rusia a la operación desarrollada en Afganistán por EEUU y la OTAN impulsó sobremanera las relaciones ruso-norteamericanas. Sin embargo, la euforia no duró mucho, y las relaciones empezaron a inhibirse. Lo único que queda es una amplia "lucha contra el terrorismo", pretexto muy cómodo empleado por todos para perseguir objetivos más diversos.

Washington sufrió un fracaso rotundo en su frenética lucha sin cuartel por imponer la democracia a escala global. El craso error de la invasión en Iraq tuvo resultado contrario al esperado. La Casa Blanca parece estar consciente de haber cometido error y verse en un atolladero, pero no sabe cómo salir. Como consecuencia, ambas partes dan pasos extraños y hacen declaraciones extrañas.

Moscú no acaba de comprender las razones de los norteamericanos. El descontento de Washington con la situación interna en Rusia es percibido en el Kremlin como testimonio de una conspiración antirrusa. En Rusia, la teoría de la conspiración es muy difundida, pero ahora ha adquirido un carácter marcadamente paranoico.

Washington responde con pasos igualmente paranoicos. El emplazamiento de la defensa antimisiles en Europa del Este (si es que realmente busca protegerse contra Irán) es pura paranoia, porque Irán jamás dispondrá de misiles intercontinentales capaces de alcanzar EEUU.

La confrontación con EEUU en todos los temas internacionales evidentemente pasa a ser un objetivo en sí para el Kremlin. No hay motivos racionales para tal política, a no ser que sea pura venganza. La venganza por las humillaciones, reales y ficticias, a que Rusia fue sometida por EEUU en los años 90.

Rusia nunca perdió ninguna guerra fría. La guerra fría la perdió la URSS. Rusia es algo muy distinto a la URSS, por lo que es absolutamente improcedente calificarla de perdedora. Lamentablemente, nadie lo comprendió en Moscú ni en Washington. Moscú ni siquiera trata de desmentir esta falacia. Todo lo contrario, con sus acciones y declaraciones contribuye a que arraigue en las mentes. Este juego puede tener consecuencias fatales y en el mismo, a diferencia de la guerra fría, por definición pierden ambas partes, opina Alexandr Jramchijin, jefe del departamento analítico en el Instituto de Análisis Político y Militar.

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