Los debates mundiales televisados, que proponía organizar el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, se realizaron. Les sirvió de escenario la Asamblea General de la ONU.
Ahmadinejad demostró no ser un espantajo, como lo pintaban ciertos medios noticiosos occidentales, y hasta ha conseguido, al parecer, la eliminación del tema de sanciones de la agenda de la ONU para los próximos tiempos. El presidente de Irán desaprobó o atenuó algunas de sus manifestaciones anteriores (por ejemplo, de que es necesario destruir a Israel) y parecía ser un político rígido, pero adecuado. En opinión de expertos que se dedican a la temática mesoriental, Ahmadinejad sabe distinguir entre las retóricas de consumo interno y las manifestaciones destinadas para la "exportación". De tenerlo en cuenta, bien se puede sostener negociaciones con él.
El presidente Bush esta vez utilizó la tribuna de la ONU, orientándose en primer lugar al consumidor interno: se avecinan las elecciones al Congreso, pero las posiciones de los republicanos no son muy fuertes, entre ello por las campañas de Afganistán e Iraq, que duran demasiado. En tal situación, EE UU no puede permitirse comenzar una guerra en Irán. Las sanciones difícilmente harían daño a la economía irania, pero contribuirían a cohesionar aún más la sociedad en torno a la idea del antiamericanismo.
El presidente de Venezuela hizo recordar a Nikita Jruschev y Fidel Castro. Llamando "diablo"("Aquí sigue oliendo a azufre", dijo) y "dictador mundial, que necesita ayuda psiquiátrica" a George Bush. Luego Chávez exhortó a anular el derecho a veto en el Consejo de Seguridad y empezar a luchar contra la hegemonía de EE UU. También era un discurso pronunciado con miras a las elecciones presidenciales, que van a celebrarse en Venezuela el 3 de diciembre.
El discurso de Chávez se transmitía en directo a Venezuela, y el de Ahmadinejad, a EE UU. El presidente de Irán prohibió hace unos días utilizar antenas satelitales en su país.
Bush, Chávez y Ahmadinejad obraron al estilo de las polémicas soviético-estadounidenses de la década del 60.
Pero las críticas dirigidas por Chávez al actual estado de la ONU no pueden menos que reconocerse justas en parte. La comunidad de 182 países se ve incapaz de elaborar una posición única respecto a muchos problemas. Pero la mayoría de los países no querrán ni disolver la ONU ni transformarla radicalmente. Según la Agencia Gallup, más del 55% de los interrogados se manifiestan por que la ONU siga funcionando, y sólo el 35%, por disolverla. En Rusia, a los primeros y los segundos le corresponden el 45% y el 35%, respectivamente. Los demás no pueden definir su actitud ante este problema.
