Rusia no podría ultimar el proceso de arreglo de la deuda de la antigua URSS hasta finales de 2006 como estaba previsto, anunció ayer el viceministro de Finanzas, Serguei Storchak. El funcionario lo atribuyó a los trámites complementados con el fin de anticipar el pago de la deuda ante el Club de París y a la presidencia que ejerce Rusia del G-8. Los expertos independientes suponen que las autoridades financieras hacen de tripas corazón.
En el momento de la desintegración de la Unión Soviética su deuda externa se estimaba en 56 mil millones de dólares y a principios de 2000 alcanzó la cifra de 130 mil millones. Al cumplir el pasado mes de agosto sus compromisos financieros ante el Club de París, la deuda pendiente sumaba 64 mil millones de dólares lo que constituye un 10% del PIB. En la mayoría de los países del mundo el débito se ubica en los niveles mucho más altos.
Existe un problema que las estructuras oficiales prefieren silenciar. Se trata de la deuda externa corporativa, o sea, de los créditos que negocian en el extranjero las compañías públicas rusas. En los últimos seis años se multiplicó por seis el importe de sus adeudos que se situó en 176 mil millones de dólares, comenta el analista de IT Invest, Ilia Veselov. "Las compañías privadas responden con sus propios bienes por las deudas pendientes. Pero en caso de monopolios públicos (Gasprom, SEU de Rusia y Rosneft), le correspondería al Estado cumplir con los compromisos financieros internacionales -dice el experto-. De desplomarse los precios mundiales de petróleo, los acreedores extranjeros podrían hacerse con los bienes de las compañías que sufran bancarrota."
