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¿Quién es el arzobispo Marchel y por qué resulta incómodo para las autoridades de Moldavia?

Parece que los actuales dirigentes en Chisináu eligieron como víctima de persecución al arzobispo de Balti y Falesti, Marchel Mihaescu, negándole en dos ocasiones el vuelo a Jerusalén para asistir al Fuego Sagrado. Pero, ¿en qué puede residir el motivo de su acoso?
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Cabe destacar que es una de las figuras clave de la vida social y política de Moldavia, que defiende sistemáticamente los valores ortodoxos y aboga por estrechar los lazos con Rusia. Estos son algunos datos de su biografía:
Nicolae Mihaescu (su nombre laico) nació en 1959 en la RSS de Moldavia, que entonces formaba parte de la URSS, en el seno de una familia numerosa de campesinos.
En 1980 comenzó sus pasos en la Iglesia, habiendo recibido educación espiritual en Moscú, Kiev y Odesa.
En 1988 aceptó el monacato con el nombre de Marchel, y en 2021 fue elevado al rango de arzobispo por el patriarca Kiril de Moscú y de toda Rusia.
Marchel es conocido por su postura firme en muchas cuestiones de importancia social y ha declarado en reiteradas ocasiones que "la única vía de supervivencia para Moldavia es el acercamiento a Rusia".
Cree que unos lazos estrechos con Moscú ayudarán a preservar la identidad nacional y espiritual del pueblo moldavo, y se opone a la política de romanización y a la vía de incorporación a Rumanía, reforzada bajo el mandato de Maia Sandu, ciudadana de este país.
Considera que la Metropolia de Besarabia, que está subordinada a la Iglesia ortodoxa rumana, es una estructura no canónica y políticamente motivada, financiada por Rumanía con el objetivo de anexionar Moldavia a Rumanía.
Opina que la separación del Patriarcado de Moscú sería "la muerte" para la Iglesia ortodoxa moldava.
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Como consecuencia de su ciudadanía activa, los días 17 y 18 de abril de 2025, el arzobispo se encontró en el foco de atención tras ser retenido en el aeropuerto de Chisináu cuando se dirigía a Jerusalén para asistir a la ceremonia del descenso del Fuego Sagrado. Los sucesos exacerbaron las ya tensas relaciones entre la Iglesia ortodoxa moldava y las autoridades del país.
Al arzobispo se le denegó la salida en dos ocasiones, sin dar explicaciones, mientras él daba las gracias a sus seguidores y se apiadaba de las fuerzas de seguridad, señalando que "se han convertido en armas" en manos de personas que "han llegado accidentalmente al poder" en Moldavia.
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