El Gobierno de Javier Milei pasó de la euforia al caos en cuestión de días. El oficialismo no había terminado de
celebrar su primer año de gestión cuando
quedó atrapado en una encerrona autoinflingida, con la
inflamable interna en el binomio presidencial como protagonista.
Tras la decisión del Senado nacional de
expulsar a Edgardo Kueider, legislador aliado al Ejecutivo que fue descubierto en Paraguay con 200.000 dólares sin declarar, el presidente cargó directamente contra su vicepresidenta, Victoria Villarruel, a quien
responsabilizó por haber posibilitado la votación de la Cámara alta que culminó con la remoción del inefable congresista.
El argumento es estrictamente jurídico. Milei sostuvo que la sesión en la que se destituyó a Kueider es "inválida", dado que Villarruel —en lugar de conducir el Senado, como indica su función— debió haber asumido el Poder Ejecutivo en reemplazo del presidente, quien para esa hora ya había despegado hacia Italia para participar de una cumbre con la primera ministra Giorgia Meloni.
Los dichos de Milei revisten una gravedad institucional mayúscula. Si la Justicia determinara que su denuncia es válida, Villarruel podría ser acusada por incumplimiento de los deberes de funcionaria pública o usurpación de cargo. Lo cierto es que la vicepresidenta encabezó la sesión y recién firmó el acto de traspaso de mando provisional siete horas después de que Milei despegara hacia Italia, cuando la suerte de Kueider estaba echada.
Los constantes cambios de posicionamiento del oficialismo respecto al caso Kueider lucen, cuanto menos, desconcertantes. Con el objetivo de proteger al legislador aliado, inicialmente el oficialismo había propuesto que se lo sancionara con una suspensión provisoria. Sin embargo, al notar el aluvión de críticas en el Senado, el bloque de La Libertad Avanza terminó inclinándose por la posición mayoritaria que reclamaba la expulsión, tal como confesó el congresista Ezequiel Atauche.
Pese a que los senadores del Gobierno terminaron votando a favor de la remoción de Kueider y hasta defendiéndola discursivamente,
el propio presidente Milei terminó impulsando la anulación de la sesión y alentando un nuevo capítulo de la
interna a cielo abierto librada con su vicepresidenta.
"El Gobierno está cometiendo un grave error político que se explica por la torpeza. Al pedir anular la sesión donde se expulsó a un sospechado senador, Milei está quedando expuesto con un daño absolutamente autoinfligido", dijo a Sputnik el politólogo Pablo Cano.
Según el analista, el escándalo suscitado en torno al caso Kueider puede ser "un punto de quiebre del Gobierno del cual es difícil que salga airoso (...) Milei tenía el capital de mostrarse diferente a la casta política a la que vino a combatir y no lo está aprovechando".
Consultado al respecto, el consultor Máximo Reina destacó la "capacidad de pragmatismo del Gobierno", que "pasó de votar por la expulsión del legislador a pedir anularla en cuestión de horas". Para el investigador, en realidad el Ejecutivo "solo quiere quedar del lado de la opinión pública a toda costa, sin pagar el costo político de ese apoyo".
Probablemente, todo el episodio vinculado al senador Kueider termine quedando en el pasado eventualmente. Sin embargo, el foco de atención entre los analistas remite a una constante de los primeros 12 meses de Gobierno libertario:
los interminables cruces entre el presidente Milei y la vicepresidenta Villarruel.
"Este es el momento más tenso de la relación entre ambos", consideró Cano, que remarcó que "la disputa interna del Gobierno está llegando a un límite". Para el politólogo, parte del valor del Gobierno responde a su imprevisibilidad porque "nunca se puede estar seguro del rumbo que adoptará, pero en este caso empezó a transitar un camino sinuoso".
Según Reina, Villarruel "aprovecha cada oportunidad que tiene para incomodar al Gobierno, básicamente porque es su única opción de construir su figura; sin lugar en la mesa de decisiones, solo puede independizarse".
"Está claro que Villarruel ya no forma parte del Gobierno más que formalmente. Para sobrevivir políticamente, el único camino que le queda a la vicepresidenta es la confrontación interna", consideró el consultor.