Llama la atención que el "mediador" estadunidense Amos Hochstein, quien maneja la agenda energética de la Administración Biden, después de su más reciente visita a Beirut no haya conseguido nada y, al contrario, haya incendiado los ánimos en la transfrontera.
El polémico Hochstein, de 51 años y miembro del Partido Demócrata, había negociado exitosamente la repartición de las pletóricas reservas de gas en la frontera marítima entre la parte sureña del Líbano y el norte de Israel. Llama más la atención que Hochstein sirva de "mediador" cuando también ostenta la nacionalidad israelí y haya incluso servido en los rangos de su Ejército como tripulante de tanques, según el diario israelí Haaretz.
Hochstein fue miembro del Consejo de Supervisión (sic) de la empresa ucraniana Naftogaz, que destila fuerte olor a azufre. Es curioso que dos países abundantes en gas hoy sean el asiento de guerras paralelas (Ucrania y Líbano sur).
El frente libanés contra Israel forma parte de los "siete frentes de guerra" del ministro de defensa Yoav Gallant y que, en la óptica de la guerrilla chiíta Hizbulá, pertrechada por Irán y que cuenta con 150.000 misiles, según el exdiplomático británico Alastair Crooke, es mucho más poderosa que el mismo Ejército libanés, que es más simbólico que nada.
El Gobierno británico advirtió al Líbano —no se especifica a quién de sus 17 sectas, o si fue a su Gobierno, o a su Parlamento que aún no consigue, después de más de un año, elegir a su nuevo presidente— de una inminente invasión de Israel a mediados de junio.
En medio de la intensificación de bombardeos en la transfrontera del Líbano sur e Israel norte, el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi, comentó "encontrarse listo a pasar a la ofensiva en el Frente Norte con Líbano y estar a punto de tomar una decisión".
Noto más tranquilos a los multimedia libaneses en su amplio espectro. La prensa proiraní y pro-Hizbulá tipo Al Mayadeen solo reporta los daños recientes que ha provocado la andanada de cohetes y drones de Hizbulá sin mayores interpretaciones y dándose el lujo de citar a los propios medios israelíes que critican la incompetencia militar frente a los operativos de Hizbulá que, según fuentes libanesas, aún no usan su exclusiva panoplia moderna que puede causar grandes sorpresas y estragos.
El segundo dirigente de Hizbulá (detrás de Hassan Nasrala, cuya madre acaba de fallecer), Naim Qasem, acaba de declarar que Hizbulá no busca ampliar la guerra.
Los reporteros de la agencia británica Reuters comentan que "Israel ha librado varias guerras contra el Líbano" y citan al portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Mathew Miller, quien especificó que Washington "no apoya una guerra total con Hizbulá" y que Israel tiene el derecho de defenderse de sus ataques. Nótese que, a diferencia de las filtraciones británicas, EEUU no apoya una "guerra total", pero tampoco se inmuta de los intercambios bélicos transfronterizos.
El amplio espectro de la prensa israelí prácticamente se encuentra en pie de guerra en medio de las declaraciones volcánicas de los zelotes, el ministro de Seguridad Itamar Ben-Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, de las que se distancia el mismo "gabinete de guerra" que parece consentir el reciente plan de paz Biden en Gaza de conseguir la liberación de los rehenes en manos de Hamás a cambio de un extenso cese al fuego.
La activación del frente libanés está vinculada al devenir de Gaza cuando el presidente Biden acaba de proclamar su plan de paz muy etéreo en tres fases y que parece avanzar con el apoyo de Egipto, Catar y, en forma asombrosa, hasta de la misma guerrilla sunita palestina de Hamás, mientras el primer Netanyahu opera buscar ganancias políticas que tanto necesita mediante su clásica estrategia de maniobrabilidad dentro de su nada homogéneo gabinete, y de cara a la severa opinión pública internacional que cada día le es más adversa. Pareciera que Netanyahu juega a la reelección de Trump y busca torpedear los planes de Biden, quien también pretende reelegirse con su plan de paz muy elusivo para Gaza.
Al menos que se trate de un montaje más de Israel —cuyos montajes hace mucho no asustan a ninguna de sus fronteras hostiles—, no hay que subestimar el poder de daño de Netanyahu, quien acaba de ser invitado a procurar un discurso en el Congreso de EEUU, lo cual pondría en aprietos simbólicos y fácticos al presidente Biden.
Desde el punto de vista regional, sería altamente contradictorio que, mientras Biden opera la desactivación militar en Gaza con la guerrilla palestina sunita de Hamás, Israel se lance a una aventura bélica en el sur del Líbano para empujar a Hizbulá allende el rio Litani, y así crear una zona de amortiguamiento de seguridad, lo cual, tampoco sería un paseo dominical.
Las opiniones expresadas en este artículo pueden no coincidir con las de la redacción.
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