De acuerdo con la publicación, a donde quiera que miremos convergen tendencias negativas para Kiev y sus aliados.
Así, las operaciones en el frente militar están congeladas, mientras que
el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania,
el general Valeri Zaluzhni, declaró a The Economist que el conflicto en Europa oriental
llegó a un punto muerto.
A lo anterior se suma el número de bajas del Ejército ucraniano. A principios de octubre, el presidente ruso
Vladímir Putin declaró que la Fuerzas Armadas de Kiev registraron más de
90.000 perdidas desde junio pasado, entre fallecidos y lesionados.
El medio francés explica que compensar la debilidad numérica con armamento, tanto en cantidad como calidad, es otro desafío. Mientras que todas las capacidades industriales de Rusia están llamadas a contribuir a la industria de defensa las 24 horas del día, Ucrania depende de los envíos de Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Otra de las claves la dio
el propio jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, que subrayó que la industria armamentista de la Unión Europea ciertamente produce, pero no lo suficiente, sobre todo para sus clientes exportadores.
Sobre el "salto tecnológico" que pide el general Zaluzhni, la editorialista de
Le Monde Sylvie Kauffmann recordó que desde el inicio del conflicto Occidente ha calibrado cuidadosamente cada nivel de sofisticación de la ayuda que proporciona tardíamente
al Ejército ucraniano, esto para evitar una escalada del conflicto.
En el plano diplomático, señala la analista, el asedio militar de Israel contra la Franja de Gaza ha "monopolizado la atención de Estados Unidos, obligados a reinvertir en Oriente Medio después de haberse visto obligados a reinvertir en Europa" por el conflicto en Ucrania.
Como último factor, la periodista señala las consecuencias de la decisión del G7 —Londres, Berlín, Tokio, Ottawa, Washington, París y Roma— y la Unión Europea de limitar el precio del barril de petróleo ruso transportado para reducir los ingresos de Moscú.
El G7 a finales del 2022
acordó limitar a 60 dólares el precio máximo del barril de petróleo procedente de Rusia, con el objetivo de obstaculizar a Moscú llevar su
operación militar en Ucrania mediante un límite a los ingresos que el país podía obtener de su hidrocarburo.
La idea de imponer un tope de precios en las adquisiciones de petróleo ruso inicialmente fue propuesta por Washington.
La titular del Departamento del Tesoro estadounidense,
Janet Yellen, aseguró que
el rango de los 60 dólares por barril sería probablemente suficiente para frenar la participación de Rusia en los mercados internacionales y permitir al mismo tiempo una producción rentable. No obstante, el rechazo de la energía rusa provocó una crisis energética profunda en la Unión Europea.
"Sólo falta el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca para provocar la 'tormenta perfecta'. Ha llegado el momento de que los europeos, en lugar de esconder la cabeza entre las manos ante este pensamiento, tapen las goteras y fortifiquen seriamente su casa, que se están preparando para abrir a Ucrania y Moldavia: unas cuantas vigas sólidas adicionales no serán suficientes", aseguró la analista del medio.