"Se reían de mí": sobreviviente de Nagasaki acusa que EEUU prohibió hablar de la bomba atómica
19:59 GMT, 10 de agosto 2023
Angélica Ferrer
Corresponsal en México
El veto a la libre información por parte de Estados Unidos tras la caída de la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Nagasaki, el 9 de agosto de 1945, provocó que la población local sufriera discriminación durante años, narró Yasuaki Yamashita, sobreviviente del ataque.
Lea en SputnikEl japonés de 84 años expuso cómo vivió esta tragedia con su familia, cuando en ese entonces él tenía seis años.
"Decían que los sobrevivientes seguramente teníamos alguna enfermedad contagiosa y que debían separarnos. Eso ocurría porque no había absolutamente ninguna información porque Estados Unidos prohibió hablar de la bomba atómica", dijo durante la presentación en la Ciudad de México del libro Hibakusha: testimonio de Yasuaki Yamashita (FCE), escrito por el especialista en Japón y temas migratorios, Sergio Hernández.
"Los médicos japoneses empezaron a hacer investigaciones, pero cuando entraron los americanos, confiscaron todas las investigaciones (...). Por eso, la gente que no entendía y comenzó a discriminar", contó.
Además, señaló que eran rechazados a nivel profesional y personal, impidiéndoles formar una familia y avanzar en sus aspiraciones.
"Se reían de mí, pero no solo fue mi caso. Muchas mujeres dejaron Hiroshima y Nagasaki para casarse y tener hijos, pero ya que se enteraban de su origen, venía el divorcio (...). Hubo muchos suicidios de hombres y mujeres [por esta razón]", dijo Yamashita, quien llegó a México en 1968.
10 de agosto 2023, 01:26 GMT
¿Cómo fue el infierno?
Yamashita era solo un niño cuando
Fat Man, una
bomba atómica compuesta por
Plutonio 239, cayó sobre el territorio de Nagasaki, esto después de que el avión estadounidense que la trasladaba decidiera lanzar el artefacto sobre la región, tras descartar la
zona de Kokura como el objetivo principal.
Días antes de esta tragedia, el puerto de Nagasaki había sido atacado, así como la Escuela Médica y el Hospital de la ciudad japonesa, por lo que los pobladores vivían atemorizados por lo que pudiese ocurrir en las siguientes semanas.
El 9 de agosto de 1945, Yamashita tenía planeado jugar en las montañas con sus amigos, pero decidió quedarse en casa y esto le salvó la vida, ya que sus compañeros murieron a consecuencia de las heridas originadas por la bomba atómica.
"Mi mamá me llamó para entrar al refugio de la casa (...). Cuando ingresamos [al hogar] vino una luz tremenda, como si fueran 1.000 relámpagos al mismo tiempo (...). Mi madre me jaló al suelo, cubrió mi cuerpo con el suyo y llegó una explosión muy fuerte. Sentíamos que estaban volando miles de cosas encima de nosotros y, de repente, hubo un silencio total. Cuando nos levantamos, ventanas, puertas y tejados habían desaparecido", recuerda.
Su hermana resultó herida y, tras la detonación, los tres huyeron a uno de los refugios más cercanos a su casa, que se ubicaba en una montaña. Ahí encontraron a centenares de personas.
"Nuestra ciudad, Nagasaki, estaba en llamas (...). Nadie decía absolutamente nada, seguramente estábamos en shock. Pero el problema no era eso. No teníamos nada que comer; ya había escasez de alimentos [previo al ataque] y después de la explosión, no se encontraba nada", menciona el ahora activista.
6 de agosto 2020, 18:21 GMT
Debido a la falta de comida, Yamashita, su madre y su hermana salieron del refugio y se dirigieron al campo a buscar a sus familiares, quienes se dedicaban a la agricultura. Para llegar a esa región, debieron pasar por el epicentro donde explotó la bomba atómica.
"Estaba lleno de cadáveres todavía. No había nada [de edificios], estaba todo quemado y destruido. Era un lugar completamente negro. Tuvimos que caminar entre todos los escombros. Pero ellos tampoco tenían comida y regresamos a nuestro hogar para reestablecer nuestra vida normal (...). No hay una palabra exacta que pueda describir lo grotesco y horrible de [la devastación en Nagasaki]", agregó.
Durante las siguientes semanas, la población comenzó a morir por el
exceso de radiación que recibieron por la bomba
Fat Man. En total, en la ciudad japonesa fallecieron 74.000 personas.
Su arribo a México
Tras el ataque a Nagasaki en 1945, siguieron tiempos de hambre y carencias económicas para la población que, a paso lento, fue recobrando sus actividades. Una manera de mantenerse era a través del trueque, es decir, intercambiando objetos lujosos como kimonos y oro por comida.
Para Yamashita, los problemas de salud mermaron su capacidad para mantener un trabajo estable. Algunos años más tarde, obtuvo un puesto en un hospital de la ciudad japonesa, donde vio morir a personas jóvenes.
Finalmente, los problemas económicos y de discriminación le llevaron a viajar a otro país y, en 1968, llegó a la
Ciudad de México para colaborar con un periódico japonés por los
Juegos Olímpicos que se celebraban en la capital mexicana. Posteriormente, decidió quedarse un par de años más para aprender español.
"Sin embargo, en ese entonces, el sistema de Japón obligaba a que los trabajadores comenzaran su carrera en una sola compañía y la terminaran ahí. Si renunciabas en algún momento, la compañía consideraba que la persona era fracasada (...). Pensé que en México podría trabajar y para qué regresar [a Nagasaki]. Estaba fascinado de estar en México, pero a los dos años, comencé a vomitar y evacuar sangre. Me desmayaba en cualquier parte", expuso.
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No obstante, aunque acudía a los médicos, tenía como objetivo no comentar que era sobreviviente de la bomba atómica en Nagasaki. Fue hasta 1995 que, tras la llamada del hijo de un amigo suyo, decidió revelar su secreto en una conferencia frente a estudiantes.
"La imagen regresaba a mi memoria. Sufrí mucho al hablar, pero pude terminar mi plática. Al mismo tiempo empecé a sentir que ese [dolor] que había guardado casi 50 años estaba disminuyendo. Sentí alivio. Dije 'es mi terapia. Tengo que hablar'. Para nosotros es una obligación que el mundo entero entienda lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki. Cuando hay oportunidad, cuando me invitan, voy a contar mi experiencia", contó Yamashita.
De esta manera, ha viajado a Estados Unidos a charlar al respecto, debido a que en los planes de estudio de esa nación no enseñan la catástrofe en Hiroshima y Nagasaki. Incluso pudo reunirse con Clifton Truman Daniel, nieto del expresidente estadounidense Harry S. Truman (1945-1953), quien fue el que ordenó el lanzamiento de las bombas atómicas.
"No queremos que nadie de ustedes sufra, porque la vida de cada uno es algo valioso, es preciosa (...) y no deseamos que sea destruida instantáneamente por armas nucleares. No piensen que su voz no servirá de nada. No piensen así. Por ejemplo, si dejan caer una pequeña piedra en el agua, se hace una gran ola. Su pequeña voz puede causar una ola muy grande al hablar con sus hijos, con sus hermanos, que no queremos armas nucleares en el mundo. No podemos convivir con ellas", concluyó el sobreviviente japonés.
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