La recepción al seleccionado campeón del mundo quedará marcada en la historia argentina por su imponente masividad: más de cinco millones de personas salieron a las calles de Buenos Aires para dirigirse a los principales accesos a la ciudad, aprovechando el feriado decretado por el Gobierno nacional. Sin embargo, la magnitud de la convocatoria obligó a las autoridades a suspender el recorrido pautado hasta la emblemática Plaza de Mayo.
El cambio en los planes no opacó la fiesta popular que copó las principales rutas de la capital del país, principalmente la autopista 25 de mayo. Mujeres y hombres de todas las edades —desde bebés llevados por sus padres hasta adultos con grupos de amigos— dieron color a una jornada inolvidable, en una de las semanas de mayor alegría para el pueblo argentino.
Desde los tradicionales cantos en aliento al equipo campeón hasta partidos de fútbol improvisados sobre la autopista, el clima de alegría que signó la jornada catalizó el destape de la pasión que caracteriza al país de Diego Maradona y Lionel Messi.
La sensación de fraternidad que despertó el seleccionado albiceleste estuvo presente de manera permanente. Como muestra de ello, ante el agobiante calor que azotaba a la multitud bajo el sol del mediodía, los vecinos de las casas lindantes a la autopista salieron a ofrecer botellas de agua e incluso a bañar a baldazos a los miles de hinchas, que respondieron con cantos improvisados a sus generosos coterráneos.
En el centro de la ciudad otros cientos de miles de fanáticos replicaban el escenario de la autopista. Portando banderas similares y entonando las estrofas del himno nacional, la multitud se desplazaba desde el Obelisco hasta la emblemática Plaza de Mayo, epicentro político del país, hacia donde se esperaba que llegara el plantel campeón.
"Toda la vida esperé esto. Lo quería por mis hijos, para que vieran a su selección levantar la copa, pero también por Messi y por todo lo que luchó para darnos esta alegría", dice a Sputnik Darío, de 50 años, que llegó al Obelisco rodeado por su familia tras caminar más de dos horas desde su casa.
Las razones esgrimidas por hombre son compartidas por la mayoría de los argentinos: la sensación de desahogo al ver el festejo del equipo y su capitán reflejó el grado de expectativa de un pueblo acostumbrado a sufrir deportivamente hasta el final para concretar sus sueños.
Las referencias no tardaron en llegar: en las calles emergió la figura de Diego Armando Maradona, quizás el máximo ídolo de la albiceleste de su historia. 36 años después de la obtención del célebre título mundial de 1986, Argentina hoy vuelve a festejar desaforadamente una alegría que el país necesitaba. Quizás como ningún otro en el mundo.
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