Francisco Zelaya y Ramón Jesús de León son dos de los cientos de soldados argentinos que combatieron en las Islas Malvinas hasta el último día de la guerra que, entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, enfrentó a Argentina y al Reino Unido por el control de las islas, reivindicadas por el país sudamericano pero ocupadas por los británicos desde 1833.
Zelaya, conocido por su sobrenombre 'Pancho', era uno de los conscriptos que había sido convocado de forma obligatoria para combatir en las islas al comienzo de la guerra. Una vez en las islas fue destinado al Batallón Antiaéreo de Infantería de Marina, cuya principal misión era encargarse de la defensa antiaérea en el aeropuerto de Puerto Argentino.
A De León, en tanto, las últimas horas de la guerra lo tomaron en Ponys Pass, al suroeste de Puerto Argentino, como parte del Batallón de Infantería Marina N°5 (BIM5), famoso por ser de los cuerpos que combatió hasta las últimas horas de la guerra.
La convicción de luchar hasta el final caracteriza a los veteranos que recuerdan las jornadas finales del conflicto armado. Zelaya rememoró cómo su unidad logró mantener en funcionamiento el sistema antiaéreo argentino permitiendo que la pista aérea de Puerto Argentino estuviera operativa hasta 48 horas antes de la rendición. "En ese sentido se cumplió con creces", destacó.
Por aquellas horas, la entrega y la voluntad de cumplir con la misión superaba al cansancio físico y el agotamiento por las largas horas de bombardeo desde los aviones británicos. Por eso, para Zelaya el momento más difícil fue cuando, mientras resistían los embates, los soldados recibieron la orden de deponer las armas.
"Es un momento de desasosiego porque llega la orden de rendición y de pronto tenés que quemar tus pertenencias personales y entregar las armas", ilustró.
Al mediodía del 13 de junio, De León integraba una compañía de 70 hombres que tenía el objetivo de hacer un "combate de retardo" para frenar el avance de los británicos hacia Puerto Argentino. "Durante horas los mantuvimos en su línea de fuego sin que pudiesen avanzar", valoró De León. Sin embargo, eventualmente recibieron la orden de replegarse hasta una de sus posiciones de origen, más cerca de Puerto Argentino.
La noche del 13 de junio fue cruel para la unidad de De León, que tuvo varios integrantes muertos en combate. Mientras el resto de la compañía se había retirado, De León, el pelotón que conducía y algunos soldados que se habían incorporado iniciaron la retirada hacia una posición desde la que, según estaba previsto, retomarían el combate.
De León recordó que Carlos Robacio, comandante del BIM5, ordenó a los suyos redirigirse hacia el Monte Dos Hermanas para iniciar un contraataque. Sin embargo, para esa hora el comando argentino ya había resuelto la rendición.
"Esta era la orden que nos daba nuestro comandante a pesar de que había recibido la orden del cese al fuego. Él no se quería rendir porque decía que teníamos municiones suficientes y nosotros todavía estábamos íntegros y con mucha fuerza para seguir combatiendo", contó De León.
Zelaya tenía un sentimiento similar desde su posición en Puerto Argentino. "Nosotros manteníamos la idea de que se podía seguir combatiendo, pero éramos nada más que soldados, no teníamos la visión de conjunto", apuntó.
Combatir hasta el final
A pesar de que las bajas argentinas se acumulaban y la logística de las unidades militares era cada vez más compleja por la falta de combustible, los argentinos se mantenían organizados y, según recuerdan, dispuestos a no abandonar el combate.
"En ese momento nuestra actitud moral, de combate, estaba en alza. No estábamos en una desbandada completa ni pensando que se termine esto", enfatizó Zelaya.
Ese espíritu fue el que llevó a Robacio y a sus hombres, entre los que se encontraba De León, a intentar una última incursión, esquivando el bombardeo británico con municiones de alto calibre. "Tuvimos muchas bajas y un compañero fue herido a apenas un metro de distancia de donde yo iba corriendo, tratando de evadir y buscar refugio de ese bombardeo con artillería pesada", recordó De León.
Cuando los hombres guiados por De León se dirigían hacia el lugar marcado por Robacio para reorganizar el contraataque, vieron algo inesperado.
"A mitad de camino lamentablemente nos encontramos con que regresaba gran parte de nuestra unidad militar, el BIM5, y nuestro comandante acepta la orden de cese al fuego y nos ordena regresar a Puerto Argentino", reconstruyó De León.
Y, aunque presenciaron la baja de compañeros de unidad y el agotamiento que provocaban los combates, para ambos excombatientes el momento más difícil fue el más simbólico: cuando la bandera argentina tuvo que dar paso a la británica.
"Puedo decir que el peor momento fue el intercambio de pabellones: cuando se arrió el argentino y se izó el inglés. Estaba a metros de uno de los mástiles y, junto con la entrega de armas, es el momento más duro", contó Zelaya.
"A nuestro ingreso a Puerto Argentino vemos cómo estaban arriando el pabellón argentino e izando la bandera inglesa. Ese fue el golpe más duro que recibimos muchos de nosotros, que interpretamos eso como la entrega de todo ese trabajo y esfuerzo que habíamos hecho para mantenernos en nuestro territorio", apuntó.
Los días siguientes a la rendición estuvieron signados por la incertidumbre. De León pasó dos días en un galpón de esquila hasta que fue trasladado junto a sus compañeros hacia el aeropuerto, donde pasaron más días —ya sin armamento— hasta poder tomar un vuelo hacia Ushuaia.
Zelaya debió participar en tareas de limpieza y recolección de municiones de guerra y explosivos que habían quedado desperdigados. No regresó al continente en avión sino en el buque Almirante Irízar, también con destino Ushuaia.
El duro regreso y el renacer 40 años después
El regreso al continente argentino fue difícil para los combatientes. "Mi regreso fue en soledad, como le pasó a la mayor cantidad de soldados que estuvimos en Malvinas", dijo De León.
Tras una escala en Río Grande, Tierra del Fuego, De León y otros fueron despachados a Buenos Aires. Oriundo de Entre Ríos, tomó un tren para regresar a la casa de su familia. "Esperaba darle la sorpresa a mi familia porque el tren llegaba a las seis de la mañana y en realidad la sorpresa me la dieron ellos, mis padres y mis compañeros de estudio", recuerda emocionado.
Zelaya debió completar un año más de servicio militar obligatorio en el marco de un gobierno dictatorial que afrontaba sus últimos meses. En efecto, la derrota en Malvinas precipitó la renuncia de Leopoldo Fortunato Galtieri, el entonces presidente de la Junta Militar, el triunvirato que ostentaba el poder ejecutivo. Galtieri fue sucedido por Reynaldo Bignone (1982-1983), quien inició la transición hacia la democracia.
Regresó a la vida civil junto con la democracia a fines de 1983, pero el reconocimiento a los excombatientes seguía siendo escaso. "Durante los primeros seis años de democracia no logramos casi ninguna forma de contención", reclamó.
"Hubo un vacío muy grande. Empezaron a ver muchos compañeros que se suicidaban o se dejaban morir", lamentó.
Poco a poco, muchos excombatientes lograron organizarse en centros y asociaciones de veteranos, consiguiendo la asistencia médica y empleos dignos que requerían. Para Zelaya, recién a partir de 2004 —durante el Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007)— los veteranos de Malvinas pasaron a recibir una asistencia "con visos de dignidad".
Los 40 años de la Guerra demuestran, según Zelaya, un cambio en la forma en que los argentinos recuerdan a los combatientes. "Hay mucho interés en las escuelas y de los niños y jóvenes", destacó Zelaya, contraponiendo las actividades de la actualidad con lo que sucedía en los años siguientes al conflicto, cuando "a ninguna escuela se le permitía hacer una actividad con los excombatientes".
Para De León, los excombatientes hicieron un gran trabajo para conseguir el reconocimiento, especialmente en pueblos y ciudades pequeñas de Argentina, aunque todavía falta en las grandes ciudades del país. Para eso, el veterano también considera fundamental participar de charlas y eventos en escuelas de todo el territorio, asegurando que las nuevas generaciones de argentinos comprendan la importancia de reivindicar la soberanía sobre las islas.
"Apuntamos a la educación en todos los niveles para llevar la causa Malvinas. No la guerra sino lo que significa ese territorio como punto estratégico y las riquezas que tiene nuestro pueblo", enfatizó De León.
Zelaya también se define, a 40 años de la guerra, como "un excombatiente de la guerra y un combatiente de la causa Malvinas" en una Argentina que ha revalorizado a los excombatientes. En ese sentido, consideró que gracias a ese nuevo reconocimiento, ahora se vive "otra posguerra", más honrosa para quienes estuvieron en las islas.
"No hay guerras justas, hay causas justas y nosotros estuvimos del lado de la causa justa, eso te contiene y te da impulso para seguir", destacó Zelaya.