"En 2014, cuando sucedió la reabsorción de Crimea por parte de Rusia tras el golpe de Estado a Víktor Yanukóvich [expresidente de Ucrania], China decidió respaldar a Moscú en lugar de sumarse a las sanciones que le impuso Occidente. Fue así como se construyó el gasoducto Fuerza de Siberia 1 para garantizar que la Federación rusa suministrará gas a los chinos durante 30 años", observa Ana Teresa Gutiérrez del Cid, internacionalista de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM) y autora del libro China y Rusia como actores centrales de las nuevas coordenadas del poder mundial (2019).
"El objetivo de Washington, en primer lugar, es empantanar a la Federación rusa en este conflicto. En segundo lugar, que crezca este conflicto, porque el objetivo a nivel geopolítico global de Estados Unidos no es Rusia: es la República Popular de China", afirma Nader, también experto en procesos coloniales y antimperialismo.
El matrimonio no deseado en Occidente
"Hace 40 años, el escenario era muy distinto [al de ahora]. Desde el periodo de Nikita Jruschov [exsecretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1953 a 1964], Pekín se separó de Moscú. Washington los había separado. De hecho, por eso Estados Unidos empieza a reconocer a la República Popular de China como la única China, no a Taiwán, aunque lo siguen armando por abajo del agua porque el objetivo era separar a China y a la URSS. En Washington sabían perfectamente que no iba a poder combatirlos al mismo tiempo", explica Nader.