"El Everest te cambia", le confesó Arrué a Sputnik en conversación telefónica desde Colombia, donde realiza la última fase de su entrenamiento antes de emprender la expedición que la llevará hasta el llamado "techo del mundo", con su posterior descenso, igual de riesgoso.
Por ejemplo, antes solía pensar que morir en la montaña era una especie de destino manifiesto, un honor para quienes aman el alpinismo y se consagran a su práctica. Pero la perspectiva le cambió a más de 8.000 metros sobre el nivel del mar, atrapada en una tormenta sin fin.
En esas circunstancias, con el cuerpo al límite, vientos huracanados, mucho frío y pocas certezas, Arrué se replanteó muchas cosas, sobre todo que no quería quedarse en la montaña, que quería bajar, volver a su tierra, abrazar a sus hijos y morir de vieja, rodeada de su familia.
"Antes del Everest uno es una persona, y luego otra totalmente diferente, cambia tu perspectiva de vida", evoca la montañista, quien pasó momentos tan difíciles en la llamada zona de la muerte, en el collado sur del coloso de 8.848 metros de altura, que tuvo que desistir. Por el momento…
Es que allá arriba, resistiendo las temperaturas inferiores a los 60 grados Celsius, descubrió que su cuerpo era más fuerte de lo que creía. Y comprendió que, en condiciones más adecuadas, y con el apoyo necesario, podría cumplir su sueño de conquistar el Everest.
Madre del universo
El Everest es conocido en Nepal como Sagarmatha ("La Frente del Cielo"), los sherpas del Tíbet le llaman Chomolungma ("Madre del Universo"), en China hay quien le dice Shengmu Feng ("Pico Santa Madre"), y los británicos lo bautizaron inicialmente como pico Waugh.
En 1865, la Royal Geographical Society homenajeó al topógrafo sir George Everest nombrando con su apellido a la montaña que pasaba a ser la más alta del mundo, hito hasta entonces en poder del Kangchenjunga, también en el Himalaya.
No queda claro si los británicos George Mallory y Andrew Irvine fueron los primeros occidentales en coronar el imponente macizo, el 8 de junio de 1924, porque nunca regresaron para contarlo: el cuerpo de Mallory fue hallado en 1999, en la cara norte del Everest.
Mejor suerte tuvieron el sherpa nepalí Tenzing Norgay y el alpinista neozelandés Edmund Hillary, quienes lograron el primer ascenso oficial usando la ruta de la arista sureste, en 1953, y siete años más tarde los montañistas chinos Wang Fuzhou, Gongbu y Qu Yinhua lograron el primer ascenso documentado desde el lado septentrional.
Sin embargo, la montaña ha reclamado numerosas vidas. De hecho, el pasado año murieron, con apenas una semana de diferencia, un sherpa nepalés y dos escaladores, el suizo Abdul Waraich y el estadounidense Puwei Liu. La Madre del Universo no se anda con juegos…
Alfa lo sabe bien, lo sufrió en carne propia, por eso su mayor muestra de respeto hacia el Everest es prepararse física, mental y espiritualmente para encararlo.
Buenas vibras
"Me siento super bien", recalcó Arrué, quien emprenderá el ascenso el próximo 1 de abril.
Para alcanzar ese estado se entrenó prácticamente desde que regresó a su país, el pasado año, y el Instituto Nacional de Deportes de El Salvador (INDES) le aseguró que le daría todo su apoyo si quería volverlo a intentar.
"He entrenado muy duro todo el año, me siento muy bien, con ánimos, positiva, a pesar de que ya conozco cómo es la montaña y sé a lo que me voy a enfrentar, por eso mismo me siento capaz de hacerlo", enfatizó Arrué, quien se ha convertido en una heroína local, ejemplo de perseverancia.
Jurista de profesión, Arrué se inició en al alpinismo en 2013, para lidiar con una dura coyuntura personal, y en poco tiempo se convirtió en un referente de esta disciplina en Centroamérica, una región salpicada de volcanes y cumbres imponentes.
Entre sus conquistas destaca el pico Aconcagua, en Argentina, cuyos 6.982 metros sobre el nivel del mar lo hacen la mayor montaña de América Latina. Además, es una alpinista certificada en técnicas de alta montaña, una necesaria escuela para encarar los desafíos de su pasión.
Algunos de estos retos los ha comentado en redes sociales, donde comparte imágenes y videos de sus ascensos, desde la Puja, el ritual budista para pedir el visto bueno a Sagarmatha, hasta lidiar con tramos terribles, como la Cascada de Khumbu, al que comparó con "una ruleta rusa".
Al respecto, definió al Everest como "la combinación perfecta de belleza y peligro. Un lugar incomparable para maravillarse y a la vez sentir el mayor miedo de tu vida".
Sin embargo, Arrué confía en su preparación, su fuerza de voluntad y la fórmula mística salvadoreña de "primero Dios" para cumplir su sueño de asomarse al techo del mundo, regodearse en la hazaña, y volver sana y salva para contarlo.
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