El concepto de corrupción que se tenía en el siglo XVII dista mucho del que ahora todos conocemos. En la Nueva España —el periodo en que los españoles dominaron buena parte de América— eran frecuentes acciones que, en 2021, serían sancionadas por cualquier sistema de justicia.
Dádivas, sobornos, regalos y venta de cargos públicos se llevaban a cabo en la etapa previa al México independiente, sin que necesariamente fueran considerados como actos corruptos, pues en aquel tiempo la corrupción significaba ir en contra de la Corona o de la voluntad divina de los reyes, según consta en el ensayo Corrupción y Patrimonialismo en la América Española, siglos XVII-XVIII, editado por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana y escrito por el historiador mexicano Luis J. García Ruiz.
"Si bien es verdad que desde finales del siglo XVIII y a lo largo de XIX, irrumpió en escena una cultura política moderna, también es cierto que terminaron prevaleciendo las sociabilidades tradicionales que alentaban la incidencia de prácticas ligadas a la corrupción en el ejercicio de la administración pública", escribe García Ruiz.
Durante 300 años —de 1521 a 1821—, en la Nueva España se desarrollaron prácticas clientelares, corporativas y patrimonialistas que bien podrían contextualizar históricamente la corrupción que actualmente impera en México, escribe el historiador mexicano Rodrigo Gordoa de la Huerta, experto en historia fiscal y económica.
De hecho, el principal eje de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es el combate a la corrupción a través de la "renovación moral" del Estado. Tanto así que, también, fue el tema central de su discurso ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde calificó a la corrupción como "el principal problema del planeta".
En varias ocasiones, el mandatario mexicano ha dicho que la corrupción es un lastre que arrastra México desde la llegada del conquistador Hernán Cortés hace más de 500 años.
En ese sentido, aunque no se puede culpar al pasado, sí es posible utilizarlo como contexto para entender las formas de Gobierno que actualmente se ejercen en el país latinoamericano, explica Gordoa de la Huerta, quien también es miembro de la Asociación Mexicana de Historia Económica.
"La administración de justicia [en la Nueva España] era un acto fundamental del poder político, hacer justicia implicaba la conservación de un orden establecido", explica.
Y añade: "La primera práctica que desviaba a los jueces de un correcto proceder era la recepción de sobornos, dádivas o regalos que influyeran en las decisiones de un proceso judicial. Esta modalidad de corrupción era particularmente complicada de clasificar en los tribunales novohispanos, dado que existía una delgada línea entre recibir mercancías, dinero o alguna atención como agradecimiento por alguna sentencia".
Otros actos de corrupción muy frecuentes en la Real Hacienda de la Nueva España —un organismo que hoy sería comparable con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, aunque con más funciones— eran el cobro de dádivas y la malversación y desaparición de fondos.
"[Dichos actos] fueron perpetrados de manera constante. El control de los caudales derivados de la captación fiscal podía conllevar una gran tentación", señala Gordoa de la Huerta.
Según el experto, las autoridades fiscales de la Nueva España solían exigir cuotas altas sobre el cobro de las libranzas, documentos de pago autorizados por el virrey y el Tribunal de Cuentas. Para hacer efectivos los pagos de la gente o las empresas, los oficiales de Hacienda les exigían a cambio un porcentaje del pago para su propio beneficio. Un acto que actualmente se conoce coloquialmente en México como "mordida", que usualmente se usa para agilizar trámites burocráticos.
"La malversación de caudales pertenecientes a la Corona no fue un fenómeno exclusivo del real erario. Estas prácticas se extendieron entre los miembros de la administración real (Virreyes, miembros del Tribunal de Cuentas u oficiales de la Real Hacienda) y entre los alcaldes mayores y corregidores, encargados del gobierno, la impartición de justicia y de la recaudación de algunas rentas reales en el ámbito local o provincial", dice el historiador.
La corrupción también afectó a la comunidad indígena. Los historiadores han comprobado la venta de "productos de la tierra" a precios menores y la compra forzosa de "productos de Castilla" a cambio de créditos onerosos.
"Se ha llegado a considerar la corrupción como un fenómeno inevitable o un mal necesario, ya que forma parte de la cultura política mexicana y es un problema común entre las naciones de América Latina que comparten una trayectoria histórica cuyas raíces más profundas se hunden en el periodo colonial; naciones donde, tras las independencias, las instituciones públicas no fueron lo suficientemente fuertes para apuntalar un modelo de Estado liberal capaz de romper con la herencia colonial, compuesta por formas de asociación tradicionales (patrimonialismo, compadrazgo, paisanaje, cacicazgos y comunidad)", concluye el historiador Luis J. García Ruiz.
En México, el 54,6% de las personas de 15 años y más reconoce a la corrupción como uno de los tres problemas más importantes del país en 2020, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI), realizada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).