Desde la primera caravana migrante que llegó a México en marzo de 2018, gracias al papel que pasó a ocupar México como una gran frontera vertical, hizo que la mayoría de los centroamericanos que salieron de sus países durante los últimos años tuviese que quedarse aquí.
Algunos cuentan con el beneficio de haber sido integrados a un programa llamado "Quédate en México" o Migrant Protection Protocols (MPP) por parte del Gobierno norteamericano, quienes han sido los primeros en ser atendidos en la frontera norteamericana.
Sin embargo, centenas de personas aguardan el momento de pasar al otro lado, mientras viven en nuevos campamentos ubicados en Tijuana, Matamoros, Ciudad Acuña e incluso, en la peligrosa Reynosa, en el estado de Tamaulipas.
"Yo estoy haciendo a la lucha para no regresar, pero acá en México andamos todos regados y lejos de la familia. No sabemos por qué no nos dejan cruzar y no dan aviso exactamente de cuándo van a abrir aquí, no nos dan ninguna buena noticia", explicó Laura (aunque no es su nombre real), una mujer hondureña de 26 años, que lleva casi tres años en el camino migrante y que espera ahora su turno, junto a su esposo y sus niñas, para entrar legalmente a Estados Unidos.
Nuevos campamentos
"La idea no era quedarnos aquí, sino pasar de una vez, pero nos devolvieron", explicó esta joven hondureña a Sputnik, desde la frontera norte de México. Desde hace veinte días, ella y su familia conviven con otras 160 personas en un centro comunitario habilitado por el Gobierno local de Acuña, en el estado de Coahuila.
Explicó que existe al menos otro centro en la localidad, que alberga una cantidad similar de gente. Todos ellos son centroamericanos —hondureños en su mayoría, aunque también hay guatemaltecos— que se acercaron a los pasos fronterizos con el cambio de signo avistado en la política norteamericana.
En Acuña, los bomberos les entregan un número a cambio de sus datos, los registran por sus nombres, para organizar el ingreso cuando se abra la frontera norteamericana y comiencen a procesar esas solicitudes de asilo. Eso es lo que espera toda esta gente, que sigue viviendo en condiciones difíciles.
"La mayoría estamos sin trabajo y aquí nadie nos ayuda con la comida, hay una estufa para cocinar pero cada quien tiene que comprar lo suyo. Migración no ha venido porque sabe que los que vinimos aquí tenemos papeles de México, y la mayoría vamos a anotarnos con los bomberos voluntarios", explicó la joven.
Aunque los bomberos les han pedido que ratifiquen sus datos para que esas listas sean ingresadas directamente al trámite norteamericano, la gente no tiene mayor certeza de ello, salvo lo que les dicen, ya que esta inscripción es apenas un número en una lista, sin otro documento que comprometa a alguna institución de México o Estados Unidos.
Laura tiene el número 349, en Acuña, Coahuila, obtenido hace tres semanas, pero una amiga suya supera el número 4.000 en la lista de espera de la ciudad de Tijuana, Baja California.
Un camino largo
Aunque Laura salió de su Honduras natal en la adolescencia y tuvo a sus dos hijas en Guatemala, llegó a México con la segunda caravana migrante, a fines de 2018. Desde entonces, tramitó en este país su estancia y la de su familia, que además de su esposo, se compone por sus hermanas y cuñados, ya que la migración centroamericana actual se hace en grupos familiares completos.
Durante casi un año vivieron en Tapachula, Chiapas, posteriormente en la Ciudad de México, y desde que comenzaron los anuncios de la apertura de la frontera norteamericana y la reinstauración del sistema asilar de ese país, se trasladaron al norte del país.
A fines de 2020 intentó cruzar la frontera por primera vez en Reynosa, Tamaulipas, pero tras detenerla, la Border Patrol norteamericana le tomó sus huellas y la devolvió al lado mexicano del puente internacional.
Tiempo después, a fines de febrero de 2021, volvió a intentarlo con sus dos hijas, pero nuevamente fue detenida y tras revisar sus documentos, le dijeron que únicamente estaban recibiendo y permitiendo ingresar al trámite a familias con niños menores de seis años. Otra compañera que ese mismo día se había "tirado" al otro lado con su bebé, sí fue aceptada por los agentes norteamericanos, pero Laura y sus hijas no.
"Ando bien preocupada como todas las mamás acá, que nos preguntamos qué va a pasar con nuestro hijos, que ya son grandes y están en edad de estudiar. Nos gustaría saber si van a dar esa oportunidad para que entren, con las diferencias de idioma y todo. Ellas traen ideas de lo que han estudiado en Guatemala, luego acá en México y ahora allá, por eso se les vuelve confuso", explicó la joven madre que espera en México, junto a sus dos niñas en edad escolar.
2 de abril 2021, 11:46 GMT