Limitación del número de los fieles en las misas y en las procesiones de la Semana Santa, un máximo de dos invitados adultos —amigos o parientes— para la comida de Pascua. Por segunda vez consecutiva Italia vive una Pascua insólita, marcada por la pandemia del coronavirus.
Igual que durante el período navideño, el Gobierno impuso la zona roja en todo el país para los tres días festivos de Pascua, lo que supone el cierre de todas las actividades comerciales consideradas "no esenciales" y la prohibición de cualquier desplazamiento, incluso en su propio municipio, a no ser que sea por motivos de salud, trabajo o necesidad.
El 2 de abril el prefecto de policía de Roma, Matteo Piantedosi, decía en una entrevista con el diario Il Messaggero: "Comprendo el cansancio, además hace buen tiempo, pero ya estamos en la última milla", y pedía a los ciudadanos que demostrasen responsabilidad durante los tres días de fiesta.
Paseo por la zona roja
Sin embargo, respecto al año pasado hay más libertad. Por ejemplo, en Roma los parques están llenos de gente. Uno de los lugares más visitados es un largo tramo de la Vía Apia Antigua, transformado en un museo al aire libre. Decenas de ciclistas, a los cuales las normas en vigor les permiten estar sin mascarilla, superan a los aún más numerosos peatones que deberían cubrirse la cara, pero en su mayoría prefieren no hacerlo.
"Mira tú, la policía, y yo ni siquiera tengo la mascarilla", dice con una risa algo nerviosa una joven. Los dos policías, que avanzan lentamente en coche por la antigua carretera empedrada, ni la miran. De hecho, ¿qué le van a decir, si uno de ellos tiene la mascarilla por debajo de la nariz?
El parque-museo de Apia Antigua se extiende a casi unos 20 km y atraviesa varios municipios, pero las fuerzas del orden no controlan si los peatones se mantienen en los límites de sus municipios de residencia.
Parece que la policía está más concentrada en evitar concentraciones en las playas y en los espacios abiertos donde se pueden hacer los picnics. De hecho, es para eso que se utilizan los drones. Sin embargo, para un país de casi 60 millones de habitantes las infracciones relevadas son relativamente pocas: el 3 de abril, primer día festivo, la policía controló a 111.202 y sancionó con multas a 2.643.
Incoherencias de las restricciones
Las medidas anti-COVID impuestas por el Gobierno para el período de Pascua son rígidas, pero no carecen de contradicciones.
La más evidente concierne a los viajes. El pasado lunes el Ministerio del Interior confirmó que los ciudadanos italianos podrían ir al extranjero, aun si se encontraban en la zona roja. Incluso se les permitía ir a los aeropuertos, situados en otras regiones, a pesar de que los desplazamientos interregionales están prohibidos desde octubre.
Una decisión que dejó boquiabiertos a todos los que trabajan en el sector turístico. Según observa el presidente de la Asociación de hoteles Federalberghi, Bernabò Bocca, citado por el periódico Corriere della Sera, "no puedo moverme de mi municipio, pero puedo volar a las Canarias, es absurdo (…) No comprendemos cómo es posible autorizar los viajes al extranjero e impedirlos en Italia".
Al mismo tiempo, el ministro de Sanidad, Roberto Speranza, emitió una ordenanza, según la cual hasta el 6 de abril los italianos pueden ir a los países de la UE a condición de que se sometan a la prueba del COVID-19 antes de salir y permanezcan cinco días en cuarentena al volver.
La ordenanza irritó las agencias de viajes, ya que significa una drástica reducción del flujo potencial de turistas que podrían decidir hacer un viaje fuera del país para la Pascua: son pocos los que podrán tomarse cinco días de vacaciones para pasar la cuarentena en casa.
La normalidad, meta lejana
Lo malo es que, con todo el cansancio por las restricciones anticovid, acumulado en los últimos meses, Italia no volverá a la normalidad ni siquiera después de la Pascua. El virus sigue propagándose, cada día se contagian entre veinte y veinticinco mil personas, y el Gobierno tiene pocos instrumentos para mejorar la situación.
El pasado 12 de marzo, el nuevo primer ministro, Mario Draghi, prometió que Italia iba a vacunar hasta medio millón de personas al día, pero los problemas con la entrega y la distribución de los fármacos persisten y el objetivo formulado hace casi un mes sigue siendo muy lejano.
Por lo tanto, lo único que le queda al Ejecutivo es mantener las limitaciones. De hecho, ya se anunció que permanecerán en vigor hasta finales de abril. Por su puesto, si la situación no mejora, podrán prorrogarse aun más. Si es verdad que "ya estamos en la última milla", esa milla parece interminable.