Su nombre es Salvia hispanica, pero se la conoce como chía, o también como el alimento de los corredores, o el sueño de las personas a dieta: la chia es fuente de fibra, antioxidantes, omega-3 vegetal y también aporta proteínas, y es rica en vitaminas E, A y varias del complejo B. La semilla contiene alrededor de 40% de carbohidratos; de estos, 30% es fibra insoluble, 3% es fibra soluble y el resto son almidones esenciales.
En comparación con otros alimentos tiene dos veces más proteínas que cualquier semilla, cinco veces más calcio que la leche entera, dos veces la cantidad de potasio que los plátanos, tres veces más antioxidantes que los arándanos, tres veces más hierro que las espinacas y siete veces más omega 3 que el salmón.
La chía es nativa del centro y sur de México, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, y por sus sorprendentes propiedades ahora se cultiva en todas partes del mundo, principalmente Estados Unidos y Europa.
La planta de la chía puede crecer hasta un metro, y sus hojas tienen entre cuatro y ocho centímetros. Las flores son hermafroditas, entre purpúreas y blancas, y brotan en ramilletes terminales.
¿Cómo consumir la chía?
Estas semillas no necesitan ser molidas para ser consumidas, y se pueden añadir a batidos, espolvoreadas sobre ensaladas, sopas, cereales, avena, o yogur, y mezclarlas en prácticamente cualquier receta de cocción.
Las semillas también pueden secarse y molerse para preparar una harina fina y de sabor intenso, llamada pinole, que se consume principalmente en dulces.
A su vez, es bueno que sepas que si hidratas las semillas en agua, liberan el mucílago, que produce un líquido gelatinoso prácticamente insípido que muchos veganos utilizan como sustituto del huevo porque es aglomerante. En México es habitual saborizarlo con jugos vegetales o esencias y consumirlo como bebida refrescante.
Los brotes tiernos de la chía también se pueden consumir como verdura cruda o cocida y pueden ser usados en ensaladas.