España

23-F, el día que la democracia española tembló: "Hasta los gatos sabían que se preparaba un golpe"

Se cumplen 40 años del asalto armado al Congreso de los Diputados e intento de golpe de Estado en España. Se añaden nuevos datos a la versión oficial de lo ocurrido aquel 23 de febrero de 1981, cuyo desenlace disparó la aceptación del rey Juan Carlos I, quien ya no reside en España. ¿Conocía los preparativos y también fue parte?
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Más allá del jalón de los ocho lustros, la efeméride cobra en 2021 mayor relevancia si cabe por el momento singular que vive el país ibérico: en medio del daño socioeconómico causado por la pandemia, el contexto lo marcan también la difícil posición de la institución monárquica a consecuencia de los escándalos que rodean al rey emérito y la crispada atmósfera política de los últimos meses.
La tarde del 23 de febrero de 1981, durante la segunda votación de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, candidato a presidir el Gobierno de España tras la dimisión de Adolfo Suárez, un grupo de guardias civiles al mando del coronel Antonio Tejero tomaron el Parlamento, abortaron la sesión, ametrallaron el techo del hemiciclo y mantuvieron secuestrados a los diputados durante toda la madrugada en espera del desarrollo de los acontecimientos de acuerdo a un plan. Militares de alta graduación intentaron hacerse con el control del Ejército y promover al general Alfonso Armada como jefe de un Gobierno de concentración. La intervención televisada de Juan Carlos I, de madrugada, escenificó el esfuerzo por neutralizar la asonada y ratificar la adhesión a los principios democráticos de la jefatura del Estado.
Si bien el relato oficial de los hechos satisfizo por completo a los dos partidos hegemónicos que en décadas posteriores se disputaron el poder en el país, también hubo espacio para las dudas. Y en un momento en que el prestigio del gran protagonista de aquella jornada histórica se halla en entredicho por culpa de sus presuntas corruptelas, nuevas investigaciones y testimonios afloran.
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¿Nuevas conclusiones?

Nueva luz parece arrojarse sobre los sucesos del 23-F, al parecer el último gran episodio de un fenómeno de democracia tutelada tras la muerte del dictador Franco. "Durante toda la Transición hubo un chantaje permanente a los partidos políticos: esto no se puede aprobar, porque se enfada el Ejército. O esto otro hay que aprobarlo por narices, porque si no, se enfada el Ejército", explica a Sputnik el politólogo Jorge Verstrynge, aludiendo al proceso democrático tutelado.
En su reciente último trabajo, El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición, el historiador Roberto Muñoz Bolaños pone límites al relato hegemónico y destaca las maniobras conspirativas de élites civiles, no tan notorias como los movimientos militares. Se pone en duda el compromiso democrático de grandes empresarios, periodistas y jerarquía católica, cuyas intrigas e intentonas golpistas comenzaron en 1977 para tratar de derechizar el sistema político surgido a la muerte de Franco, que entre otras cosas había posibilitado la legalización del Partido Comunista de España (PCE).
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Muñoz Bolaños incluso señala la falta de apoyo explícito de EEUU y su embajada en Madrid. En este punto, Verstrynge discrepa: "No es exacto decir que no fueran a oponerse al golpe", afirma. Para ilustrar tal percepción, el entonces secretario general de Alianza Popular (AP), relata una anécdota ocurrida cuando los diputados ya estaban retenidos, mientras se dirigía al Congreso:
"Yo iba corriendo para allá para interesarme por Fraga [presidente de AP]. Y a la altura del Paseo del Prado, veo de pronto un negro corriendo también a mi lado, que me llama: '¡Verstrynge, Verstrynge, Jorge! ¡Soy el embajador!' Le miro y era el embajador de EEUU [Terence Todman] Y me dice: 'Si el golpe triunfa, caerá una auténtica reja sobre los Pirineos, España quedará totalmente aislada'. Es decir, EEUU no era particularmente favorable".
"Aunque una cosa sería la CIA y el Departamento de Estado, y otra el embajador, podía haber esa dicotomía. Pero el embajador no era favorable". Verstrynge alude así a la posición que mantuvo de inicio el secretario de Estado Alexander Haig, quien preguntado en su país la misma tarde del golpe, manifestó que este no pasaba de ser "un asunto interno español".
Durante el golpe, los ministerios siguieron funcionando. "Un representante de cada partido fuimos a una reunión convocada por los números 2 ministeriales. Un subsecretario, entró y dijo: 'La aviación parará en seco a Milans del Bosch en Albacete si este decide marchar sobre Madrid'. Yo dije que no veía a los militares españoles pegándose tiros entre sí. Y responde: 'En todo caso, vamos a asaltar el Congreso de madrugada, estamos preparados'. Les dije que iba a ser una masacre, que el edificio tenía muros de un metro de espesor y cristales blindados. Recularon".

Habla el rey emérito

En una entrevista concedida al diario El Mundo, Juan Carlos I reconoce el papel fundamental de un general, José Juste, para que no prosperara el golpe. A diferencia de lo que hizo en Valencia el general Jaime Milans del Bosch, Juste, al mando de la división acorazada Brunete, no ordenó sacar sus blindados a las calles de Madrid.
Según Juan Carlos, él fue "quien realmente hizo que Armada no entrara a Zarzuela [residencia del Jefe del Estado] e hiciese creer al resto de los implicados que yo estaba en el golpe". El rey emérito declara que Juste telefoneó al jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, para aconsejar emitir un mensaje televisado a la nación. "Eso es verdad", conviene Verstrynge. Sin embargo, ¿es lícito plantearse si estas informaciones surgen en un momento en que la versión oficial se halla en los últimos años en cuestión? Es decir, ¿surgen para reforzarla, pero añadiendo unos matices? "Pues las dos cosas", conviene.
"Pero por mucha información que den ahora, los que vivieron aquello saben perfectamente lo que pasó: que el rey estaba implicado hasta las cachas. Y hasta los gatos sabían que se preparaba un golpe".
Jorge Verstrynge
exsecretario general de AP
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Verstrynge explica que con anterioridad a febrero de 1981 hubo intentos de provocar una situación que derivara en un Gobierno de concentración nacional presidido por otra persona diferente a Adolfo Suárez. "Me citó Antonio Cortina, hermano de José Luis [coronel del Centro Superior de Información de la Defensa, del que era jefe operativo durante el 23-F]. Eran lo que podríamos llamar el Estado profundo. "Y me pregunta: '¿Cuántos militantes tiene Alianza Popular? ¿Llega a 30.000?' Sí. '¿Les puedes movilizar?' ¿Para qué? Para una acción de cara al País Vasco. Nosotros pondremos los autobuses y los llevaremos a la frontera con Álava. Allí, la masa entra a pie en el país Vasco, camino de San Sebastián'. Le dije que eso significaba ir al choque con los abertzales [nacionalistas vascos] y él respondió que se trataba precisamente de eso".
"Pero en el último momento el Ejército se interpondrá y Fraga llegará en un helicóptero para encabezar la manifestación. Después Fraga volverá con el helicóptero a Madrid para presidir el Gobierno de concentración nacional. Será pronto, me dice".
"Así que me fui al despacho de Fraga y le dije que esos tíos estaban intentando reproducir los enfrentamientos en Argel, cuando los franceses intentaron entrar en la Casba para provocar que sus habitantes se enfrentaran a ellos. La idea era que el Ejército disparara contra los argelinos, pero acabaron disparando contra los pies negros. Fraga me dijo que no lo comentara con nadie y que a partir de entonces los contactos con esa gente los llevaría él. Y me olvidé del tema".
El servicio de seguridad de la sede de AP estaba entonces gestionado por una compañía propiedad de la familia Cortina. "Era carísimo, y esas Navidades había que renovar el servicio. Así que convencí a las personas que yo necesitaba para que abandonaran la empresa y se vinieran directamente contratados a AP. Fue una suerte, porque nos salvamos de la catástrofe: los autobuses que llevaron a los guardias civiles al Congreso la tarde del 23-F, eran de esta empresa", recuerda Verstrynge.

¿Qué sabía el rey?

Las investigaciones del historiador Roberto Muñoz Bolaños concluyen que Juan Carlos I conocía las intenciones del general Alfonso Armada y de una operación en curso para llevarle a la presidencia del Gobierno tras una moción de censura a Adolfo Suárez.
Según declara a Efe Muñoz Bolaños, Juan Carlos I autorizó al general Armada a las 23:30 horas "para proponerse a título personal como presidente del Gobierno ante los diputados retenidos en el hemiciclo". No obstante, este historiador asegura que sus pesquisas no revelan la implicación del rey en el golpe ni que tuviera conocimiento de que el general Armada era el cabecilla. "Armada se había entrevistado con todo el mundo y unos días antes también con Fraga", explica Verstrynge. "Fraga estaba esperando algo y forzó que Calvo-Sotelo no fuera elegido en la primera vuelta, provocando un vacío de poder hasta la segunda votación, donde AP ya sí votó a favor, aunque no había cambiado nada. Es decir, se contribuyó al vacío de poder e inestabilidad que de alguna forma justificaba que hubiese una intervención".
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"Luego supe que esa tropa, la trama civil, se reunía con Tejero en un piso de la calle Pintor Juan Gris. Allí, además, tenían su despacho los hombres que me habían aupado en AP: tres miembros del CESID y Carlos Argos García [uno de los fundadores de AP]. Les dije, 'oye, esos están implicados'. Pero me dijeron que no hablara y que no me metiera, que me quedara en casa calladito. Es decir, todos sabíamos que iba a haber un golpe. Si yo lo sabía, ¿cómo no lo iba a saber el rey?"
"El único que estaba en contra de un golpe era el jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo", asegura Verstrynge, que describe lo ocurrido. "La Casa Real estaba a favor del golpe, pero estaba por ver si los generales lo apoyaban. Había que lanzar a uno que fuera particularmente representativo: Jaime Milans del Bosch. Para facilitar las cosas se contaba con Tejero, que había sido condenado recientemente por los preparativos de otro golpe en la cafetería Galaxia, pero que casualmente había sido liberado. Tejero se da cuenta de que Armada efectivamente va a ser presidente del Gobierno, pero de uno de concentración que incluye a los comunistas. Ahí es donde el golpe se desbarata. Y también porque Juste no saca su división acorazada en Madrid. Y no la saca porque el rey se ha dado cuenta de que el tiro le estaba saliendo por la culata. Tarda seis horas en intervenir, porque chequea a los capitanes generales y generales. Cuando ve que algunos se oponen, da marcha atrás".

El 23-F legitima a Juan Carlos I

A ojos de la opinión pública española, el prestigio del monarca se labra en buena medida aquella noche. Según Jorge Verstrynge, el golpe era necesario para legitimarle en tanto que rey democrático, "porque su vicio de partida es que está puesto por un dictador".
"Antes del golpe se planteó la necesidad de acudir a un referéndum monarquía o república y Suárez le dijo que no se podía hacer, porque se perdería. La solución fue el 23-F, donde el rey empuja con discreción a los generales, aunque más los empujaba Sofía, que siempre les decía que si gobernaran ellos, la cosa iría mejor. Eso está en el libro de Pilar Urbano, La gran desmemoria". Preguntado por el acto oficial de conmemoración en el Congreso de los Diputados al que Felipe VI tiene previsto acudir pero varios partidos se ausentarán, este expolítico destaca que el actual monarca "ya está legitimado por ser hijo de su padre, que era el que tenía un problema de legitimidad".
"Pero el 23F es aclamado como salvador de la democracia y lo soluciona. En este sentido, en una monarquía, el hijo hereda al padre. Es una legitimidad dinástica. Pero el emérito no puede volver ahora, sería un escándalo de primera magnitud".
Jorge Verstrynge
exsecretario general de AP y politólogo
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