Se trata de un texto rompedor sobre Cataluña, el concepto de democracia y de autodeterminación. Porque de Cataluña se habla mucho dentro y fuera de ella, o dentro y fuera de España; pero son pocos los que conocen en profundidad los entresijos de sus complejidades, y todavía menos los que aportan algo nuevo al debate manido de independencia sí o independencia no, olvidando la gran escala de matices necesarios para este debate.
© Foto : Cortesía de Joan Ortiz i Serra
Ortiz enfoca el futuro de la República Catalana desde un punto de vista de la consciencia humana, y lo hace a partir de quince conversaciones con diferentes personajes profesionales y anónimos (independentistas o no) de la sociedad catalana que representan a las iniciativas que el autor considera indispensables a la hora de conformar la "Cataluña del futuro". Educación, sanidad, justicia, pedagogía Waldorf o agricultura biodinámica son algunos de esos aspectos tratados en este libro conversatorio.
"Pienso que, si creamos un nuevo país, solo tendrá sentido si éste es para facilitar el crecimiento humano de quienes lo integran", sostiene.
Partidario de una autodeterminación catalana construida a partir del voto que vaya de la mano de la evolución de los otros pueblos, Ortiz i Serra es un crítico fervoroso de los vicios del independentismo de hoy que promulgan los partidos políticos catalanes de uno y otro lado ideológico, a los que acusa de imponer sus intereses personales y partidarios en detrimento del interés general de la sociedad (catalana o no). Tampoco le gusta el uso y abuso de las banderas (cambiemos banderas por lazos amarillos) como símbolo de la no inclusión.
En "Una República Consciente" Joan Ortiz i Serra habla de Democracia de una manera poco habitual, porque pone el foco en el equilibrio entre la voluntad de un territorio organizado y el crecimiento de una sociedad que si no presta atención a lo emocional, a lo humano, está abocada a desaparecer, y a perder.
"Lo ves desde el punto de vista del desarrollo de la conciencia y piensas qué más da si soy catalán y es un país distinto al tuyo. Lo importante es que yo hable contigo y tengamos buena relación, y que nuestras discrepancias puedan quedar apartadas".
—Adoptas el formato conversatorio en tu libro y tratas de incluir una pequeña muestra de la diversidad de la sociedad catalana en tus entrevistas. ¿Qué le aporta de novedoso al manido tema catalán?
—Llevamos mucho tiempo debatiendo si Cataluña debe nacer o no como país, pero no hemos pensado cómo tiene que ser ese país. Cómo será la Cataluña del futuro. Sería lógico que fuese un país completamente nuevo que venga con todas las novedades. Es como cuando te compras un piso e incorporas lo último de lo último en materiales, tecnología… Pues esto es lo mismo. Si hay que hacer un país que sea de forma distinta y con un nuevo paradigma. Si no, ¿para qué?
En el libro trato las diferentes iniciativas que yo considero fundamental para eso porque hacen crecer a las personas a nivel de consciencia y a nivel humano. Lo que tienen en común todas las personas que aparecen en el libro es que quieren participar de estas iniciativas. Hay que repensar cómo será la educación de nuestros niños, la justicia, la sanidad de este nuevo país, nuestra relación consciente con el medio ambiente.
—¿Cuáles son esas iniciativas de manera más concreta? ¿No sirve la estructura de la sociedad actual para la Cataluña del futuro?
—Hay que repensar esas estructuras. Planteo una educación completamente holística donde no solamente se eduque la mente de los niños, sino también educarlos en sus emociones. En el libro participa la directora de una escuela de Barcelona donde practican el método Waldorf (sistema educativo alternativo que busca el desarrollo de cada niño en un ambiente libre y cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en el arte y los trabajos manuales), y donde todos los días de 8:45h a 9h practican trabajos de integración, meditación, y se les da herramientas para enfrentar su día a día de manera más sana.
Lo mismo planteo con los otros aspectos de nuestra sociedad. La necesidad de tener una cultura transformadora, una economía más humana o madurar nuestra forma de consumir para que sea más responsable.
—En tu libro aseguras que a esa Cataluña del futuro deberán tenerla en cuenta no solo España sino países extranjeros y el resto del mundo. Qué categórico. ¿Por qué deberían hacerlo?
—Porque la Cataluña que yo planteo está basada en grandes ideales, que, aunque sean utópicos por el momento, la idea es caminar hacia allá. Son los ideales que nacieron con la Revolución Francesa, pero solo tendrán sentido en Cataluña si vamos de la mano con los demás pueblos. Hablo del pueblo castellano, del vasco, del gallego, pero también del italiano o el francés.
—¿Y esos ideales no existen en la Cataluña de hoy…?
—Están latentes. Solo hay que mirar los periódicos y ver las noticias: inmigración y maltrato al migrante, desahucios, pobreza energética, poder acaparado por las grandes esferas y empresas.
—La Cataluña de hoy está cada vez más fragmentada y eso se aprecia en las encuestas de cara a las elecciones del 14 de febrero. No parece que la sociedad piense en métodos alternativos de educación sino en cosas más inmediatas sobre cómo superar la crisis económica actual derivada de la pandemia. ¿Cómo enmarcas la realidad actual de Cataluña con esa Cataluña del futuro de la que hablas en tu libro?
—El primer paso es la autodeterminación. La independencia. No podemos ser aquello que realmente somos si no se nos deja ser tal y como somos. Los partidos políticos no están por la labor. No hay puesta una voluntad de servicio público sino de intereses y por eso cuesta tanto que haya pactos. No hace falta ni mencionar qué harán los socialistas… Mira Junts per Catalunya y ERC, ambos son independentistas y no son capaces de ponerse de acuerdo. Parece que la prioridad de un partido es hundir al otro, y ¿cómo podemos llegar así a un objetivo común?
—¿Los partidos políticos de Cataluña no representan entonces a la sociedad catalana actual?
—Hay mucho hartazgo sobre todo de ver cómo se están capitalizando el voto para que los partidos hagan lo que les da la gana sin tener una visión unitaria o visión de país. Los partidos independentistas saben que las peleas están obstaculizando la independencia, pero aún así siguen peleándose porque su propia naturaleza los lleva a eso.
En el libro digo que es difícil hacer un país nuevo basándonos en un modelo político anticuado. Los partidos no independentistas están obstaculizando el progreso y la evolución no solamente de Cataluña sino también de España. No tienen una visión de conciencia de lo que está en juego y por eso se dedican a poner obstáculos a un proceso evolutivo que es necesario e imparable.
—¿Y ese hartazgo del que hablas se verá reflejado en una alta abstención tal y como pronostican las encuestas? La pandemia puede ser una de las causas para eso, pero también la pérdida de fuelle del empuje independentista y el desgaste del “procés”. No estamos en 2017, no hay convocado un referéndum de autodeterminación ni manifestaciones populares. ¿Veremos ese hastío en las urnas?
—El hartazgo se escucha en la calle en todos los bandos. Lo de la pérdida de fuelle del discurso independentista será interesante ver cómo se manifiesta en las urnas, porque con esto de la pandemia y esa previsible abstención, los partidos secesionistas están llamando mucho al voto. También les impulsa que el socialismo pueda ganar porque los sondeos dan como ganador a Salvador Illa. Es el famoso Efecto Illa. Los socialistas consideran que su gestión de la pandemia es buena y por eso lo pasan a la plaza catalana y se niegan a que se aplacen las elecciones, porque el efecto es ahora o nunca.
Pero el hecho de que los socialistas tengan tan buena proyección hace sospechar que hay un acuerdo ya pactado de antemano por debajo de la mesa entre los partidos de izquierdas, con ERC y En Comú Podem y la CUP. Y esto es algo que a una parte del independentismo catalán no le gusta porque no quieren que los comunes formen parte del gobierno y que se pueda repetir en Cataluña lo que ya está pasando en el gobierno de España.
—¿No crees entonces que haya una alta abstención? ¿No sientes que el votante independentista está decepcionado con sus representantes?
—Sí lo está. Muchísimo. Porque fíjate la diferencia de cómo estaban en 2017 y cómo están ahora. En aquel momento, los dos partidos independentistas más fuertes habían sumado sus energías y dejaron sus discrepancias de lado y consiguieron engañar al Estado Español. Consiguieron muchísimo y se demostró que con un frente común se podía avanzar y se podía poner contra las cuerdas al Estado. Pero después de la celebración del referéndum todo se desmoronó porque comenzaron las discrepancias entre los partidos.
—¿Quizá el efecto Illa venga más entonces por ahí que por el propio Illa?
—Aquí hay otra cosa. Ciudadanos está de por medio. Se ha deshinchado muchísimo y los socialistas están tratando de captar sus votos. En las últimas elecciones se hizo una apuesta muy fuerte por parte del Estado Español porque en aquel momento el partido naranja estaba en auge y en Cataluña se había aplicado el 155. El PP tiene muy pocos representantes, Ciudadano era la clave para renovarse y vencer al soberanismo, así que el Estado alimentó a este partido para que ganase el unionismo y de hecho fue el partido más votado, aunque no venció como ideología porque finalmente los partidos independentistas sumaban más.
—Si la Cataluña del futuro pasa por la autodeterminación para poder “ser”… ¿Qué hacer con esa sociedad catalana que también se sienten españoles? Porque son más o menos la mitad…
—Eso es lo que no sabemos. ¿Quién hace las encuestas? Hay que ver cuántos son unos y cuántos son otros y aplicar la democracia de forma radical. Y para mí hay una cosa importante. Cuando hay un proceso democrático hay que ratificarlo. Ahora, por ejemplo. ¿Qué está pasando dos años después de la implementación de la independencia? Hay que hacer un referéndum para ver cómo se siente la ciudadanía, si está a gusto o no, si hay que seguir, si hay que dar un paso atrás. Hay que ver cuál es el estado de la opinión de la ciudadanía.
También depende de cómo planteemos la independencia de Cataluña sumaremos a más gente o no. Hay que entender que no se van a romper los vínculos emocionales con otras zonas de España. Hay muchos catalanes que tienen vínculos con Extremadura, con Andalucía, con Castilla-La Mancha; y esos pueblos no se van a mover. Nuestras raíces, nuestros vínculos.
Pero la autodeterminación responde a una necesidad evolutiva y es necesario que esto pase.
—¿Qué quieres decir con una necesidad evolutiva?
—Podría ser comparable a cuando hay un trabajo en grupo. Es fantástico porque todos aportan sus virtudes y los defectos de cada uno quedan como escondidos. Así es más fácil avanzar como grupo. El grupo es España, pero dentro de España hay varios pueblos, varias naciones y hay identidad en el País Vasco o en Galicia, pero también hay identidad arraigada en Andalucía y cada uno de esos pueblos no se puede desarrollar plenamente si no trabajan individualmente en sus propios defectos que quedan ocultos en el colectivo.
Cuando somos todos parte de España avanzamos, pero llega un punto en el que este denominador común que se llama España hace un efecto limitante, porque ya no nos permite desarrollarnos más y ahí es donde conviene que nos separemos, para seguir progresando. Y no hablo del nivel económico o de cómo ser más ricos; sino a nivel de consciencia, para crecer como seres humanos.
—¿Puedes ser más concreto? ¿En qué te desarrollarías más a nivel humano si no formases parte de España?
—El efecto limitante llega por ejemplo a la hora de aprobar algunas leyes. Mira la Ley Antidesahucios 24/2015, que lo que hacía era evitar que las familias se quedaran en la calle y el Constitucional se la cargó y dijo que no, que eso era competencia del Estado, con lo cual de Madrid depende que en Cataluña las familias se queden o no en la calle.
En la anterior legislatura hubo 18 leyes aprobadas en la cámara catalana que tumbó el Constitucional. Y hablo de leyes para las grandes empresas, que pretendían tasar a las grandes corporaciones energéticas o a grandes compañías de datos y telefonía, para permitir a través de tasas a esas empresas que la Generalitat pudiera recaudar y pudiera hacer frente a situaciones de pobreza. O la Ley contra el Cambio Climático, por ejemplo, que tampoco pudo despegar.
—En tu libro hablas de que se va a destruir España y eso suena un tanto apocalíptico y con los tiempos que corremos no sé si está el horno para bollos con ese tipo de expresiones… [Risas]
—Este es el miedo que hay, pero no es que España se vaya a destruir sino que se va a destruir el concepto que tenemos de España.
La identidad de un ciudadano español está formada por todos los territorios que conforman España y entonces acepta que el catalán pueda ser catalán y también español, pero, ¿qué pasa con el catalán que no se siente español? La solución son las urnas.
—Mójate. Qué va a pasar el próximo 14 de febrero con las elecciones.
—Qué difícil. No sé qué va a pasar… [ríe]. Lo que sí veo bastante probable es lo que dicen las encuestas. Hay tres partidos nivelados y creo que pasará así. Un empate técnico entre PSC, ERC y JxCat.
Yo he pensado más de una vez que se pueden repetir las elecciones, porque tengo claro que los independentistas serán la mayoría, pero no sé si serán capaces de gobernar y ponerse de acuerdo.
Personalmente me harta el tema de las banderas. Si lo ves desde el punto de vista del desarrollo de la conciencia y piensas qué más da si soy catalán y si tú eres de un país distinto. Lo importante es que yo hable contigo y tengamos buena relación y nuestras discrepancias puedan quedar apartadas.
Yo critico varios puntos del independentismo y cómo los partidos lo usan. Siempre digo que seremos independentistas el día en el que dejemos de acusar a España de todos nuestros males. Dejemos ya a España tranquila.