Eso no fue impedimento para que trabaran durante años una batalla que aún continúa y que, por lo general, han dirimido en otro terreno: el de los medios, el poder y la política.
La historia de ese encuentro entre los astros de Brasil y Argentina nació en Uruguay, más concretamente, en la playa de Atlántida, donde la selección albiceleste juvenil se preparaba para el Sudamericano. El mismo equipo que meses más tarde ganaría el Mundial de Japón, en 1979.
"Quiero conocer a Pelé", le dijo Maradona a Blanco, según cuenta este a Sputnik.
La gestión duró meses y fue necesario viajar un lunes, el único día en que el brasileño podía; sin embargo, el argentino postergó varias veces la cita porque ese era el día que dedicaba a su entonces novia, luego madre de dos de sus hijas y ahora, contendiente judicial, Claudia Villafañe.
La reunión, que duró una hora, fue un lunes al mediodía con mucho calor, en un apartamento de piso alto que Pelé tenía en Copacabana.
"Lo que más recuerdo es cuando Pelé lo agarra de la mano a Diego y le dijo: 'Cuidate, tenés tiempo para salir pero el físico es fundamental, y tu familia es muy grande', y recuerdo que Diego escuchaba como el chico que era", cuenta.
Rivales
Sin embargo, a pesar de aquella camaradería, al poco tiempo ambos astros se convirtieron en acérrimos rivales.
Consultado sobre esto, Blanco responde que el factor mediático fue clave para contaminar el vínculo.
Los dardos de uno y otro lado tuvieron de todo, sobre todo golpes bajos. Maradona inventó una desagradable anécdota sexual para ensuciar a Pelé y el brasileño aprovechó miserablemente el historial de consumos del argentino.
"Ni ellos deben saber porque están peleados porque si te pones a pensar, ¿con quién no discutió Diego? Hay cosas que son insignificantes pero que lo mediático lo hace mucho más grande y ellos son seres humanos que no están capacitados para asumir la realidad, se dejan llevar y entran en ese mismo sistema".
Poder y política
El mundo del fútbol identifica a ambos ídolos en dos veredas ideológicas distintas. Pelé, por caso, ha apoyado al exmandamás de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA), Joseph Blatter, al mismo que Maradona le fundó un fallido sindicato internacional de futbolistas.
"En el sistema capitalista que vivimos todo lo que sirva para ganar el poder lo usa y, obviamente, lo usó a Pelé y él se dejó usar", opina Blanco.
Luego aclara: "No hay ninguno que no se deje usar, incluso Diego fue usado y él también estuvo ayudando al poder. En Estados Unidos 94 él era importante y va al Mundial y lo traicionan; cuando ya no lo necesitaban lo corrieron de la mesa. El poder es así: usa y desusa, pero cada uno sabe hasta dónde tiene que dar".
Las amistades y admiraciones de uno y otro también son distintas. Al tiempo que Pelé admitió haber llorado la muerte del expresidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy (1961-1963), Maradona se ha abrazado a Fidel Castro, Hugo Chávez y tiene tatuado el rostro del Che Guevara.
Para Blanco, ambos "nacieron de un deporte que se llama fútbol y que, como ellos, nació en la pobreza".
"Diego pasó de pelusa, a Diego y a Maradona en un suspiro", ilustra Blanco, "Cuando Diego ni siquiera tenia 10 años construyó un barrilete en Villa Fiorito, le escribió Maradona y se echó a correr por las calles de tierra; de golpe, el barrilete se le fue para arriba, pero el pelusa, el Diego, quedó abajo. Acaso esté volviendo ahora el barrilete, quizás haya bajado después de andar por el mundo entero, por los cielos y por los infiernos y ahora está ahí, en La Plata".
Sin embargo, el periodista recuerda que "en su último partido, cuando Pelé le hizo el gol al argentino Andrada, lo sacan en andas y él hablaba de los pobres y de la gente de su raza".
Ambos nacieron en la nada y lo consiguieron todo. Nacidos bajo el signo de Escorpio, con numerosos hijos en su haber, un largo historial de escándalos propios y de los suyos, y un mimso final de piernas machucadas, Maradona y Pelé siguen siendo personalidades paralelas, que no se juntarán nunca.
"Me da la sensación de que Diego está tratando de recuperar todo lo que pueda en función de su humanidad. Ya no tiene más a su madre, que idolatraba, ni a su padre. Ni siquiera la tiene a Claudia", analiza Blanco al describir el inesperado sosiego que adorna la vida del argentino más famoso.
Tal vez, entonces, aquel pequeño Diego sí escuchó los consejos de Pelé y, a fuerza de años y peleas, entendió que ya es tiempo de hacerle caso.