Los especialistas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y de dos agencias internacionales calificadoras de riesgos crediticios e inversores, Moody's y Fitch, están de acuerdo: el gigante asiático ha salido del bache. Las tres entidades estiman que el Producto Interior Bruto (PIB) chino crecerá en 2020 un 1,8% (OCDE), un 1,9 (Moody's) y un ¡2,7! (Fitch).
Ciertos indicadores apuntan hacia una salida rápida de China del agujero negro provocado por el largo parón socioeconómico derivado del confinamiento masivo de semanas de duración que se hizo imprescindible para frenar el implacable avance del SARS-CoV-2, cuyo origen se produjo, a finales de 2019, en la ciudad china de Wuhan, capital de la provincia de Hubei.
La recuperación china
La agencia Fitch, en su último informe Global Economic Outlook, difundido este mes de septiembre, considera que "China ya ha recuperado su margen de PIB anterior".
El resurgimiento chino se basa en inversiones que suelen ser más intensivas en importación que en consumo. La mejora de la demanda interna se debe a la inversión en bienes raíces. Y el avance del sector de la construcción se va a hacer sentir en los mercados globales de materias primas, gracias a que el impulso en la demanda de metales, incluido el cobre, favorecerá la subida de estos productos. Eso se notará en Latinoamérica, especialmente.
La reciente recuperación de las ventas de automóviles en China también es "significativa", destaca Fitch en su informe, porque Pekín juega un papel dominante en este mercado concreto a nivel global, un mercado con claros efectos multiplicadores.
La reactivación
Una mayor demanda de vehículos en China puede ayudar a terceros países, por ejemplo Alemania, a mejorar sus niveles de producción y sus exportaciones, elevando así ligeramente sus previsiones de crecimiento económico para 2021.
El PIB chino creció un 11,5% intertrimestral y un 3,2 interanual en el segundo trimestre de este año, una crecida mucho más rápida y pronunciada de lo que proyectaban las estimaciones. Esos porcentajes son considerados por los técnicos como suficientes para que la economía de China se sitúe por encima del nivel anterior a la crisis ocurrida en el último trimestre de 2019.
La sorpresa del segundo trimestre de 2020 y los últimos datos mensuales positivos han provocado que Fitch revise al alza las previsiones de crecimiento anual: ahora habla del 2,7% para todo 2020, frente al 1,2 que presagiaba en junio.
Las razones de esta bonanza pasan por la mayor flexibilización de la política fiscal, la recuperación de la demanda interna y de la inversión inmobiliaria, el aumento de las exportaciones, concretamente de productos sanitarios y electrónicos, y el firme apoyo de las autoridades locales, por ejemplo, emitiendo bonos especiales para favorecer la inversión en infraestructuras.
El panorama económico mundial no parece tan lúgubre como se esperaba hace tres meses, ha indicado el portavoz del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gerry Rice. El próximo informe de esta organización verá la luz en octubre y Rice ha adelantado que hay "partes de la economía global que empiezan a salir del apuro", una referencia velada al gigante asiático.
China ocupa un lugar destacado en la última clasificación de la OCDE, pues es el único país del grupo de potencias económicas del G-20 que crecerá este año, con una expansión del 1,8%. Hace tres meses, en junio, el criterio era que habría una contracción del 2,6%.
Posición económica ventajosa
Aunque todas estas previsiones pueden variar pues dependen de factores como la magnitud y la duración de los rebrotes (o una segunda oleada), el grado de las medidas de contención y el tiempo necesario para desarrollar una vacuna eficaz, lo que reflejan es una clara tendencia: China se ha situado ya en una posición económica mucho más ventajosa que Estados Unidos en su duelo por la hegemonía mundial.
La sociedad china ha subido muy deprisa a los niveles pre-pandémicos, gracias a una política sanitaria muy estricta, apoyada en los últimos avances tecnológicos. Ahora exige a todas las personas que provienen del exterior y quieren entrar en el país que pasen una cuarentena de dos semanas y se hagan hasta tres pruebas de detección del virus.
Las pertinaces mascarillas ya no son obligatorias más que en los transportes públicos y en lugares cerrados con grandes aglomeraciones. Los controles de temperatura se han relajado. Paralelamente han desarrollado sofisticadas aplicaciones de control epidemiológico basadas en códigos QR, el Big Data y vinculadas a teléfonos móviles capaces de rastrear los movimientos de las personas y detectar a posibles infectados o confinados.
Este abanico de medidas ha servido para que no se haya registrado ningún caso de COVID-19 desde mediados de agosto. Solo hay menos de 200 casos confirmados y todos son viajeros procedentes de otros países.