La situación es tal, que efectivos militares se desplegarán en Madrid a partir del 28 de septiembre en un intento de colaborar en la realización de pruebas diagnósticas y labores de desinfección en aquellos barrios de la capital que ya sufren fuertes restricciones de movilidad.
En esta situación, cabe preguntarse si muchas de estas medidas, pudieron haberse pergeñado o emprendido ya en agosto, cuando la incidencia acumulada en 14 días del COVID-19 alcanzaba los 366 casos por 100.000 habitantes.
Madrid como capital del virus
Con la incidencia media acumulada más alta en toda Europa (más de 700 casos por cada 100.000 habitantes, las autoridades regionales descartan por el momento confinamientos masivos y apuestan por extender puntualmente por barrios las restricciones de la movilidad y no al conjunto de la ciudad o la región.
Ortí, que es el jefe del Servicio de Medicina Preventiva en el Hospital Clínico de Valencia, explica que, salvo algún área determinada, la situación en la región valenciana "es otra y se ha descongestionado el riesgo", habida cuenta de que "la segunda ola ha estado desencadenada por el ocio y los turistas ya se han ido".
Tampoco se solucionó la contratación de más médicos de atención primaria, cuyos centros están amenazados de colapso, según los propios profesionales. No obstante, estos también alertan de la ligereza con la que se alude al confinamiento, cuando esta medida puede comprender cosas diferentes.
"Prohibir pasear no tiene sentido desde el punto de vista epidemiológico, lo cual, además, afectaría la salud mental".
¿Cómo se ha llegado a la situación actual?
"Nos lo advirtió la OMS en junio, pero no aprendemos", se lamenta Rafael Ortí. "Al principio hablábamos de contención, hacer estudios de contactos con rastreadores, y el seguimiento y aislamiento de los contactos", declara a Sputnik, explicando que es una labor de acotamiento como la que se hace en los propios hospitales cuando se detecta algún tipo de infección local.
"Con pocos casos es sencillo, porque negamos la realidad. Es lo que nosotros denominamos 'paradoja preventiva'; cuando estamos bien, no hacemos nada. De hecho, los servicios de medicina preventiva en los hospitales hemos estado muy poco reconocidos durante mucho tiempo, sobre todo cuando trabajamos bien; no hay infecciones y la dirección puede pensar que no servimos para nada", afirma Ortí.
¿Medidas de contención con retraso?
En un contexto en el que la Comisión Europea urge a los países a tomar "medidas inmediatas" de carácter más duro a fin de que no se vuelva a repetir un escenario como el de la pasada primavera, el ministro de Sanidad español, Salvador Illa, augura "semanas duras en Madrid".
En el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), con sede en Estocolmo, afirman que lo que está sucediendo en España y otros países obedece a que "gran parte de la transmisión se debe a reuniones privadas, festividades, grandes cenas familiares, bodas y todas las convenciones que se tienen con amigos y familiares".
Sin embargo, por ejemplo, en toda la región de Madrid se cierran parques infantiles y circuitos con aparatos para hacer ejercicio físico. "Sorprende mucho, la verdad, y me preocupa que vengan del ECDC a decirnos dónde se contagian los españoles", se indigna Ortí. "Si tuviéramos unos servicios de salud pública capaces de hacer servicios epidemiológicos como los que hacemos en los hospitales, sabríamos dónde tendríamos que confinar". Y pone un ejemplo:
"Si el problema está en el ocio nocturno, pues a lo mejor no hace falta cerrar los restaurantes. La labor de los inspectores sanitarios es fundamental. ¿Por qué no se han podido cerrar locales que no cumplían con las medidas?"
"Cuando las autoridades se decidieron a actuar, las medidas parecen de maquillaje", señala el doctor Gullón. Y explica por qué: "Confinar perimetralmente a zonas con incidencia superior a 1000 contagios por 100.000, significa aceptar como algo normal incidencias de 700, 800 o 900, que son incidencias muy preocupantes, cuando la OMS marca 100 como cifra preocupante y 200 como cuota de descontrol".
Gullón, médico preventivista actualmente dedicado a la investigación en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares, apunta a la inserción de las medidas "en el marco ideológico del Gobierno regional de Madrid, pues parece que se culpa a los distritos del sur de los contagios, cuando es una cosa de todos, porque el resto de distritos tiene índices también altísimos". La consecuencia, sostiene, es que "las medidas dejan de tener sentido epidemiológico".
En declaraciones a Voz Pópuli a principios de septiembre, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruíz Escudero, aseguró entonces que la situación estaba bajo control y que presentaba "cierta estabilidad". La incidencia media esos días de la pandemia en la región llegaba a 473, la que más en toda España (media nacional de 216 entonces). ¿No se pudo anticipar un desbordamiento de los contagios?
¿Qué ha fallado?
Según los expertos, en España no se han realizado estudios importantes para establecer los lugares de contagio. "No tenemos información epidemiológica de calidad al respecto", se queja el doctor Rafael Ortí.
Y pone el ejemplo de EEUU. "Buscaron gente contagiada y gente que no, y compararon los sitios donde habían estado. Así vieron que en restaurantes, cafeterías y bares, el riesgo relativo de contagio era alto, pero en el transporte público, hoteles y tiendas, no. Es decir, si veo que la gente se contagia en el metro, tengo que tomar medidas en el metro, no en los parques".
"Conocimiento detallado científico de la situación, aplicación de medidas preventivas en la contención, y mitigación. Cuando esto ya no se puede hacer, porque la transmisión comunitaria es elevada, entonces hay que confinar".
Sobre la conveniencia de las restricciones selectivas
"Lo recomendable es que se extiendan a toda la capital o a toda la región", advierte Pedro Gullón. Este médico especialista en medicina preventiva subraya que las medidas adoptadas suponen un "confinamiento perimetral".
Pero este confinamiento perimetral, advierte Gullón, admite la posibilidad de salir y entrar de la zona mediante una justificación, "que son la mayoría de los casos". Él se muestra más partidario de restringir las actividades que impliquen movilidad. "Porque la atención médica primaria está saturada y la presión asistencial de los hospitales es ya muy alta", defiende.
"El equilibrio entre la protección de la salud y la protección de las actividades económicas es difícil, pero en eso consiste precisamente el concepto de salud pública."
Las cifras de Madrid, puestas en contexto, son mareantes. "A partir de 25 casos por 100.000 habitantes, tenemos un gran riesgo epidemiológico", advierte Rafael Ortí, recordando que todas las regiones españolas están muy encima de esa ratio. "Porque hay que multiplicar geométricamente los recursos, y ahora es imposible". En su opinión, sólo caben dos soluciones: "Un cumplimiento tenaz de medidas preventivas ―algo difícil porque no somos una sociedad indisciplinada y las condiciones sociales no lo permiten―, y un confinamiento, que funciona desde el punto de vista epidemiológico, pero que no funciona desde el punto de vista de salud pública".
Incongruencias de las restricciones
Si la transmisión del virus es baja en espacios abiertos, ¿cómo cabe entender, por ejemplo en la región de Madrid, el cierre de parques infantiles y de las zonas donde hay aparatos para ejercitarse físicamente y ganar en buena salud?
¿Qué medidas cabría adoptar?
La asunción de medidas en principio emana de los poderes políticos una vez reciben el consejo de sus expertos en salud pública, que pueden quedar matizados. Pero los propios epidemiólogos, ¿qué tipo de confinamiento organizarían?
"En Madrid tendría que abarcar toda la comunidad e ir dirigido al cierre de los espacios cerrados", se muestra convencido Gullón. "El teletrabajo debería continuar, no puede volver la actividad presencial. Hay que evitar la saturación en oficinas y, por ende, de los transportes públicos".
Un transporte público masificado
Las imágenes de vagones de metro atestados de pasajeros en hora punta han vuelto a ser recurrentes durante el mes de septiembre en Madrid. El día 22 comenzó la instalación de dispensadores de gel hidroalcohólico en 50 estaciones de la red metropolitana de la capital.
Sin embargo, este especialista en epidemiología recuerda la existencia de estudios internacionales que constatan que la tasa de contagio en el transporte público es más baja de lo que la gente percibe. "La gente va con mascarilla, casi no hablan ―no emiten gotículas―, el tiempo de estancia no es tan elevado y, en el fondo, la hora punta está muy contenida en el tiempo".
En cualquier caso, opina Gullón, el riesgo se minimizaría disolviendo las aglomeraciones con mayor frecuencia de paso de trenes y más teletrabajo. "No puede ser que la línea 10 que recorre el Paseo de la Castellana vaya llena de gente que trabaja allí pero que podría trabajar desde casa. Aun así, el riesgo asociado al metro está sobredimensionado".
El espejo de otros países
A diferencia de España, hay naciones que han iniciado el otoño sin un empeoramiento de sus datos tan importante. ¿Existe alguna iniciativa de contención que se pudiera copiar de otros países?
"En Francia e Italia han seguido con un estado de alarma que aportaba flexibilidad, es como si siempre hubieran estado en la etapa de las fases", detalla Gullón, quien lamenta la falta de flexibilidad en España tras la derogación del estado de alarma. "En junio la incidencia era bastante baja y la transmisión baja. Pero no hubo flexibilidad para retomar algunas medidas anteriores cuando sucedieron los rebrotes; unas comunidades sí lo hicieron y otras no".
"Si nosotros, en lugar de las prisas por la temporada turística hubiéramos retrasado todo 15 días o un mes, habríamos casi extinguido el virus. Luego, con buenos rastreadores, lo habríamos podido seguir y con un poco de suerte estaríamos en una situación muy parecida a la de China".
"Aplicar las medidas preventivas tarde o retirarlas pronto, tiene consecuencias", zanja Ortí. "Las medidas preventivas hay que tomarlas los días que haga falta, no los que nos dé la gana. Como no es un problema individual, sino comunitario, ahí tiene que entrar la Administración y sancionar. Esto no tiene que ser un Estado policial, pero sí un Estado sanitario".
La falta de rastreadores y descontrol
La actual incidencia del virus en España, ¿es también consecuencia de la falta de rastreadores a la conclusión del estado de alarma? A juicio de Pedro Gullón, la clave de esta cuestión radica "en el paso de una situación donde sólo se detectaban los casos más graves, a un sistema donde se deberían detectar las cadenas de transmisión".
"Es decir, el sistema de desescalada por fases no era tanto que nos fuéramos juntando todos poco a poco, como que los sistemas autonómicos estuviesen preparados", afirma, subrayando que las comunidades autónomas tenían que haberse preparado para tal fin. "Esto comportaba la contratación de epidemiólogos y equipos de rastreo, que en el caso de Madrid no se contrataron. Unas comunidades lo hicieron bien, y otras mal. Y esto ha tenido un impacto".
"Por poder, se puede atajar", se muestra más optimista Gullón. "La situación también estaba descontrolada en marzo y se consiguió doblegar la curva", recuerda. "En Madrid hay que restringir actividades sociales y económicas y aumentar la capacidad para detectar cadenas de transmisión. Aragón lo hizo. Hay provincias que están en descenso, sin hacer grandes esfuerzos. Las herramientas están ahí".
Rastreadores y aplicaciones móviles
¿Es tarde para activar los equipos de rastreo que en agosto se estimaban necesarios? "Ya no es una cuestión actual. ¿De qué nos sirve rastrear ahora al 1%?", afirma Ortí.
Este especialista explica que son los profesionales quienes deben utilizar estas herramientas, "no otros". "Que viene el Ejército a hacer el rastreo. Pues muy bien, pero es como si fuéramos nosotros a una guerra. En los cinco primeros días de síntomas, un test de antígenos tiene un poco más de sensibilidad que la PCR. Pero a partir del séptimo día, sólo un 30%. Imagínate lo que puede suponer eso en malas manos, podríamos estar dejando de detectar entre un 30% o un 40% de casos".
Sanitarios agotados
Pero esta situación no pilla por sorpresa a los profesionales de la salud. Hasta 450 médicos y cuatro asociaciones sectoriales (la Asociación Madrileña de Salud Pública, la Plataforma de Centros de Salud, el Foro de Salud Comunitaria y el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina rogaron el 30 de agosto la adopción de medidas ante la amenaza de colapso del sistema sanitario.
Como dato alarmante, casi el 40,1% de los internistas presentó signos del Síndrome de Burnout y hasta un 58,3% mostró cansancio emocional elevado. De su extrema fatiga da cuenta un dato revelador: el 44,74% de los internistas ha pensado, en algún momento, en marcharse a trabajar en el extranjero. Y casi seis de cada diez (un 59,96%) [S14] se han planteado alguna vez "abandonar la medicina".