Las Torres Gemelas del complejo edilicio World Trade Center, en Nueva York, fueron los primeros objetivos. Poco antes de las 9 de la mañana, el vuelo 11 de American Airlines chocó con la Torre Norte. Minutos después, el vuelo 175 de United Airlines se estrelló en la Torre Sur.
El tercer avión secuestrado era el vuelo 77 de American Airlines, que cayó en la fachada oeste del Pentágono, sede del Departamento de Defensa de EEUU, en el Condado de Arlington, Virginia.
El último fue el vuelo 93 de United Airlines. Se dirigía al Capitolio en la ciudad de Washington D.C., pero perdió el control y se estrelló en campo abierto, cerca de Shanksville, Pensilvania, a unos 200 kilómetros del objetivo.
Las víctimas
De las 2.977 personas que fallecieron el 11 de septiembre en los atentados a las Torres Gemelas, 139 eran latinoamericanas, un 16% del total. De ellas, 25 eran de la República Dominicana, 21 de Argentina, 18 de Colombia, 16 de Jamaica, 15 de México, 13 de Venezuela, 11 de Ecuador, siete de El Salvador, seis de Cuba, seis de Paraguay, cuatro de Honduras, tres de Bolivia, tres de Brasil, dos de Chile, dos de Paraguay y una de Uruguay, según datos del Departamento de Salud estadounidense en 2002.
Tras la caída de las torres, miles de voluntarios colaboraron en las tareas de limpieza y reconstrucción de los edificios. Más de 3.000 eran latinoamericanos indocumentados, muchos de los que hasta hoy sufren las secuelas de la exposición a la contaminación ambiental que produjo el atentado, según informó el canal estadounidense CNN.
Rosa Espinosa, ecuatoriana que se había ido a vivir a Nueva York en 1999, fue una de las rescatistas voluntarias el mismo 11 de septiembre. Levantó escombros, buscó heridos y repartió comida. "Había mucha gente pidiendo ayuda todavía herida, y muchos muertos", contó al canal.
Sin saber que estaba embarazada, Espinosa fue voluntaria durante cuatro meses. "Allí estábamos los inmigrantes, los blancos, los negros, todos juntos. No importaba la raza, el idioma, nos comunicábamos con gestos. No hicieron falta palabras porque a todos nos unía el corazón. Nadie nos pidió nuestros papeles, solo nuestro esfuerzo", añadió Espinosa.
"Nadie nos dijo que el aire era tóxico y tan solo nos daban máscaras de papel que se ponían negras al instante. Jamás imaginé que cada día que respiraba ese aire, iba contaminando poco a poco mi cuerpo y a mi bebé".
Espinosa no fue la única. Rubiela Armas, de Colombia, trabajó ocho meses en la reconstrucción del WTC. Desde entonces, ha sufrido de asma, sinusitis, ansiedad y vértigo. Nora Treviño y Elisabeth Velaez también colombianas, trabajaron varios meses allí y desarrollaron esas y otras enfermedades.
El peruano Franklin Anchahua es uno de los sobrevivientes. Se encontraba en la Zona Cero al momento del atentado. Además de problemas respiratorios, sufre de ansiedad y depresión. "Estoy obsesionado con el 11 de septiembre, no puedo pensar en nada más", dijo a CNN.