"La pandemia es un gran problema que tenemos todos, pero tenemos que hacer lo que sea para tirar adelante por la independencia", afirma en declaraciones a Sputnik Carles García, de 58 años, que asistió a una de las cuatro concentraciones convocadas en Barcelona "sin miedo" al COVID-19.
Pese a la voluntad de mantener su espíritu reivindicativo, las estrictas medidas de seguridad generaron un ambiente insólito y desprovisto de los clamores, bailes y pancartas que acostumbraban a llenar las calles.
Acompañado de unos amigos acudió Bernat, un estudiante en Barcelona que destacó la "Diada" como un "día especial" que "hay que disfrutar".
"Yo creo que hace falta continuar las movilizaciones y que el futuro nos mostrará si ha valido la pena", afirmó este joven a Sputnik.
El independentismo se hace oír con menos fuerza
Las entidades organizadoras situaron como escenario de las protestas edificios de la Administración General española, con un acto central en la plaza Letamendi de Barcelona frente a la sede de la Agencia Tributaria.
"El Estado nos trata como una minoría nacional para oprimir y exprimir, nos dicen que la independencia no es prioritaria pero sí lo es, y esta crisis nos lo ha hecho ver todavía más", afirmó en un discurso desde Letamendi la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie.
En la misma línea se pronunció el dirigente de la otra entidad convocante, Ómnium Cultural, Marcel Mauri: "No queremos formar parte de un Estado que tapa las vergüenzas de una monarquía corrupta, que destina centenares de millones públicos a los Ejércitos y que utiliza la Justicia para reprimirnos, un Estado que no nos protege y nos deja a la intemperie".
En sillas situadas a dos metros de distancia, con mascarilla, controles de temperatura y sin pancartas, un centenar de espectadores acompañó las palabras de sus líderes con aplausos, pero sin las proclamas de "Independencia" habituales.
El presidente catalán, Quim Torra, solo participó en una ofrenda floral acompañado de contados miembros del Ejecutivo, como el vicepresidente Pere Aragonés y la portavoz, Meritxell Budó.
La portavoz del Govern aprovechó el único acto presencial del día para recordar que la fiesta nacional de 2020 sigue siendo "importante" para reivindicar los objetivos políticos del independentismo.
"No deja de ser una Diada reivindicativa porque seguimos teniendo presos políticos y exiliados", afirmó Budó en declaraciones a los medios que utilizó para pedir una vez más la "amnistía" de los políticos encarcelados y el "derecho a la autodeterminación" de Cataluña.
El manifestante Carles García, desde su asiento asignado en la protesta, se mostró de acuerdo con estas afirmaciones: "Siempre vengo a la manifestación y este año creo que hay que venir también. Servirá al menos para hacer fuerza y que nos hagan caso de una vez, para reivindicar el fin de la represión y la independencia"
Al borde de un nuevo apuro institucional
El estallido de la crisis del COVID-19 supuso una tregua para el conflicto político catalán, relegando todos los objetivos independentistas a un segundo plano en favor de la gestión sanitaria.
No obstante, la crisis institucional que atraviesa el Gobierno de coalición independentista y los problemas judiciales a los que se enfrenta el presidente Quim Torra prometen volver a sacudir el escenario político en las próximas semanas.
El cese del líder dejaría a Cataluña con un Gobierno en funciones y con competencias limitadas que dificultarían todavía más la gestión de la pandemia, un escenario que inquieta a los socios de Gobierno: Junts per Catalunya y Esquerra Republicana.
Incapaces de decidir cómo afrontar la posible inhabilitación de su líder, los independentistas catalanes llegaron a su "Diada" sin atisbo de la unión que exhibían en anteriores fechas.
Las manifestaciones distribuidas por todo el país fueron una buena representación del momento político que atraviesan: sin un líder fuerte, estrategia ni consenso, más disgregados que nunca.