En este país hay todavía cantantes cercanos a los 80 años vestidos como cowboys que han pasado décadas imitando letras y música del otro lado del Atlántico. Quedaron enganchados al rock que desembarcaba pocos años después que los marines y nadie se atrevió a burlarse de ellos. La Francia del siglo XXI es el principal consumidor europeo de música rap y de hamburguesas de la más célebre marca de comida rápida proveniente de Estados Unidos.
Antes de continuar, admito que ya el simple término de americanización es incorrecto y significa caer precisamente la trampa cultural de considerar como América solo a los 50 estados que componen los llamados Estados Unidos de América, e ignorar en esa definición al Centro, al Sur del Continente, al Caribe y a Canadá.
La demolición de la República
Francia es también el país europeo donde las nuevas teorías sociales importadas de EEUU tienen mejor acogida. Sumida en una guerra de identidades fomentada por intereses ligados al clientelismo político, el universalismo, la búsqueda de la igualdad, la consideración de un solo pueblo, en definitiva, los fundamentos que definen la República, se ven zarandeados por los Cultural studies, los Genders studies, las teorías descoloniales e indigenistas de ciudadanos franceses que, copiando el modelo norteamericano, pretende convencer a los inmigrados e hijos de inmigrados de que su lucha debe ser la misma que la de los ciudadanos negros de Estados Unidos.
Los intelectuales del Saint-Germain-des-Prés de los años 60 formaban parte de los adalides de la lucha contra la influencia cultural —y, por tanto, política— de Washington y Hollywood. Cinco décadas más tarde, reivindicar la historia, la cultura y la lengua francesa frente a las GAFAM y Netflix puede ser considerado un delito de antiprogresismo, cuando no de conducta reaccionaria.
"¿Cómo nos hemos convertido en norteamericanos?"
Pocos son los que se atreven a levantar las armas contra la aculturación acelerada. El pequeño grupo de resistentes está encabezado por intelectuales que combinan la dedicación a los libros con el cuidado de sus nietos, y entre ellos, destaca Regis Debray; quien publicó en 2018 el ensayo que en español se traduciría "Civilización. Cómo nos hemos convertido en [norte] americanos".
El presidente francés es una de las bestias negras de Debray y otros filósofos y escritores de su quinta, como Pascal Bruckner o Alain Finkielkraut. Jamás le perdonarán haber afirmado que "no existe una cultura francesa". Tampoco haberse convertido en un propagador de conceptos como start up nation y utilizar otros términos ingleses que —por otra parte— todos los medios de comunicación franceses, incluidos los públicos –no tienen reparo en utilizar, incluso para dar nombre a programas o rúbricas y que harían palidecer a puertorriqueños o a canadienses francófonos.
McDonald vence a De Gaulle
La Macdonaldisación de Francia empezó en los años 50, cuando Estados Unidos sufragó con 2.438 millones de dólares del Plan Marshall la reconstrucción económica y social del país liderado por Charles de Gaulle. Otro préstamo de 300 millones concedido por el presidente Truman llevaba como cláusula obligatoria la proyección de cine norteamericano en las salas francesas, salvo una semana al mes.
La demolición de la escuela republicana a partir de los años 80 contribuyó a la pérdida de identidad y a la propagación de la ignorancia de los valores que desde la Revolución habían sustentado a la nación francesa.
Se concretaban así los temores de la filósofa francesa —citada en el libro de Debray—, Simone Weil, que ya en 1943 temía que, "una vez desaparecido el peligro nazi, llegara a Europa una americanización que sería el inicio de la americanización del globo terrestre". En otras latitudes la oposición a este fenómeno ha costado incluso vidas. En Francia se presume de combatirlo, pero se le abre la puerta sin el más mínimo pudor.