Se trata de un enemigo diferente, pero igual de peligroso, sobre todo porque nunca ataca solo: la langosta centroamericana (Schistocerca piceifrons piceifrons) cae con un ejército de millones de ejemplares y en un día devora hasta 100 toneladas de cultivos varios.
El pasado 13 de julio, el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria alertó sobre el avance de una "manga" (nube) de este ejemplar, que amenaza a unas 400 especies de plantas.
El propio Bukele se montó cinco días después en un helicóptero privado para inspeccionar los campos del municipio Tecoluca, donde justificó el despliegue de recursos para atajar el peligro.
"En la etapa gregaria, la langosta comienza a comer su peso por día y eso significa que en unos cuántos días puede acabar con el 100% de los cultivos de El Salvador", afirmó el mandatario, que negó que el país estuviera lidiando con "chapulines", un saltamontes que al menos sirve para comer.
En los departamentos La Paz, San Vicente, Usulután y San Miguel fueron detectados brotes de "ninfas" (langostas inmaduras) y ejemplares mayores, los cuales fueron fumigados con Malathion, un insecticida que inquieta a no pocos agrónomos.
La teja antes que la gotera
Los expertos del Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (CENTA) unieron fuerzas con los militares en la detección de la plaga, para su posterior fumigación.
"Esta plaga agravaría aún más al sector agropecuario, por eso muchos productores tomaron medidas para proteger sus sembrados de maíz, sorgo y caña de azúcar, que son los cultivos predilectos de esta langosta", explicó Peñate.
Enmanuel Cuadra, experto en sanidad vegetal, advirtió a su vez a la secretaría de prensa de la presidencia que la plaga "no entiende de descanso, no reconoce fronteras, fines de semana: solo se multiplica y come como hábito natural".
Según el especialista, ya la langosta se estableció en el pasto, donde es fumigada por los militares que llegan armados con sus mochilas-bombas de Malathion, para "limpiar" áreas donde se han detectado hasta 90 ejemplares por metro cuadrado.
El ejército para todo
El empleo de soldados para este tipo de labores genera sentimientos encontrados en esta nación, que no logra sacudirse el papel represor de los militares durante el conflicto armado (1980-1992).
Para algunos, la asunción de roles civiles por militares va contra la Constitución, en tanto otros valoran que los mismos estén disponibles para responder a las necesidades del país.
Pero también el Ejército puso su logística al servicio de la entrega de paquetes de asistencia a familias afectadas por la crisis derivada de la pandemia, o por el embate de las tormentas tropicales Amanda y Cristóbal, y ahora combate -bajo el sol- una plaga insaciable.
"Apoyaremos al Ministerio de Agricultura en lo que nos requiera. Estamos preparados para ello y cumplimos una orden del presidente Bukele, de que tenemos que combatir esta plaga", declaró el contralmirante René Merino, ministro de Defensa Nacional.
Sin embargo, agricultores consultados por el diario La Prensa Gráfica sugieren que la razón para recurrir a los militares es la alta toxicidad del Malathion, a raíz de reportes de cultivos dañados por la reciente fumigación.
"El Gobierno ha metido a los soldados porque es mucho riesgo para que lo hagan los agricultores… ¿Por qué no se lo dan a los agricultores? Porque saben que es un producto altamente tóxico", afirmó Mateo Rendón, coordinador nacional de la Mesa Agropecuaria.
Al final, entre la presunta peligrosidad de la fumigación, y la inexperiencia de los fumigadores, el remedio quizás no sea peor que la enfermedad, pero igual podría ser fatal.