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Un virus y 2 presidentas: la brecha social de la pandemia en Bolivia

LA PAZ (Sputnik) — Cayeron enfermas de COVID-19 casi al mismo tiempo, pero esa podría ser la única coincidencia entre las dos mujeres más importantes de Bolivia: la presidenta del Estado, Jeanine Áñez, y la presidenta de la Asamblea Legislativa Plurinacional (parlamento), Eva Copa, han tenido desde entonces experiencias radicalmente distintas.
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A la hora de sufrir sus contagios, Áñez, quien emergió de la crisis de noviembre pasado como presidenta autoproclamada, tiene a su alcance las ventajas del poder, en tanto que Copa, legisladora por voto popular, es una entre millares de personas que sufren por el colapso de los sistemas públicos de salud.

Áñez, abogada oriunda del departamento amazónico de Beni (norte), dio positivo de COVID-19 y se sometió a cuarentena domiciliaria en la residencia presidencial el pasado jueves 9.

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Ese mismo día, Copa, trabajadora social, hija de migrantes campesinos, llevaba ya dos días esperando recluida en su casa de El Alto (oeste), esperando los resultados de laboratorio que tras una vehemente protesta de parlamentarios de su partido, el Movimiento Al Socialismo (MAS), le llegaron finalmente el 10 de julio.

Las diferencias de trato podrían reflejar la brecha social en Bolivia, acentuada por una pandemia que ha dejado en evidencia las carencias de los sistemas públicos de salud y una lenta respuesta estatal ante la emergencia.

Por un lado, parece que sectores minoritarios a los que suelen acoplarse los gobernantes tienen acceso a laboratorios y servicios médicos a cualquier costo.

Por el otro, según frecuentes reportes de medios locales, la gente común sufre la enfermedad en sus domicilios o tiene que hacer largas filas en las noches invernales para conseguir "ficha" de atención en un seguro o lograr que les tomen muestras para exámenes de laboratorio, cuyos resultados tardan días en llegar.

Diez test, tomografía

"En realidad, por el mismo hecho de salir a la calle, de trabajar, y en el último tiempo en el que muchos de mis colaboradores dieron positivo, pues era necesario (…) me he hecho diez veces la [prueba de laboratorio] PCR. He hecho también varias veces la prueba rápida, porque creo que es una medida de prevención", confesó la gobernante a una red privada de televisión en su segundo día de aislamiento.

La capacidad total de la red nacional de laboratorios para COVID-19 ha sido uno de los puntos más débiles de la campaña gubernamental contra la pandemia. Con atraso y grandes dificultades apenas llegaba la semana pasada a 2.500 pruebas diarias en todo el país, según admitió la mandataria.

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Incluso esa cifra estaba en duda, al reportarse que en los últimos días han dejado de operar los recién adquiridos laboratorios de al menos tres de los nueve departamentos, por falta de reactivos químicos y otros materiales.

Con un promedio de 9.800 pruebas hechas por cada millón de habitantes, Bolivia era hasta la semana pasada el último país en Sudamérica y uno de los más atrasados en el mundo en detección temprana del nuevo coronavirus, causante de COVID-19, lo que alimentaba denuncias de que los casos positivos y los decesos sean muchos más que los reportados oficialmente hasta ahora, 50.000 y casi 2.000, respectivamente.

Asintomática, la presidenta Áñez ha aumentado su actividad en las redes sociales desde su cuarentena, ha participado en varias actividades oficiales vía Internet y hasta ha salido a saludar, mascota en mano, desde el balcón de la vivienda presidencial ubicada un barrio residencial próximo al centro paceño.

El 13 de julio, al informar que Áñez estaba "con muy buen estado anímico y buena respuesta a la medicación administrada", el médico Andrei Miranda reveló que la gobernante pasó por "una tomografía axial computarizada simple del tórax, en la que no se evidencia ninguna complicación provocada por esta patología en estadios más avanzados".

Al menos seis ministros contagiados de COVID-19 recibían también trato personalizado dirigido por sus médicos de cabecera, que reportaban cotidianamente sobre la evolución de los pacientes.

¿Una aspirina?

Entretanto, en El Alto, la senadora Copa —primera en la línea de un eventual sucesión de Áñez— denunciaba el mal servicio médico.

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"En mi seguro no me han dado ni una aspirina, he tenido que buscar mis medicamentos. He estado mucho tiempo esperando una consulta, he tenido que buscar mis medicamentos de farmacia en farmacia, pero ha habido un alza terrible, una especulación", denunció la legisladora del MAS el martes a la televisión local.

Indicó que estaba "sobrellevando" gran parte de los malestares de mediana gravedad y que en general se sentía bien, lo que le permitía continuar cumpliendo sus labores legislativas, hasta dirigiendo sesiones mixtas presenciales y virtuales de la Cámara de Senadores y del pleno de la Asamblea Plurinacional.

Copa incluso promulgó el viernes 10, en su tercer día de aislamiento, una ley de control de endeudamiento externo que Áñez se había rehusado a firmar.

"Ahora que estoy viviendo en carne propia esta situación [de la salud pública], lo mejor es ir a una elección. Lo mejor que podemos hacer es que haya un Gobierno elegido por el pueblo, gane quien gane, lo importante es que tenga representación y autoridad para combatir el COVID-19", afirmó la líder del parlamento.

Crisis en seguros

Deficiencias de infraestructura, equipos, personal y medicamentos de los seguros estatales de salud, que cubren a la mitad de los bolivianos, fueron señaladas esta semana por el Gobierno transitorio como causas de la pobre respuesta al avance de la pandemia.

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El ministro de Gobierno, Arturo Murillo, anunció el 13 de julio un plan de expropiaciones urgentes de clínicas y cementerios privados, que tras un fuerte rechazo del sector empresarial cambió al día siguiente por una propuesta de "alianzas público privadas" de características por definirse.

Las respuesta a la pandemia seguirá en el futuro inmediato a cargo exclusivo del Estado, que además de su limitada capacidad de laboratorios tiene hospitales repletos y con personal escaso o contagiado, sin señales de que estén cerca los 500 respiradores y otras tantas unidades de terapia intensiva prometidos para mayo pasado.

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