La situación no es la misma que hace unas décadas, y al sacudirse el estigma de la pobreza el valle empezó a desvelar la potencia de su cultura popular: cánticos, poesías, rezos, danzas, juegos y hasta formas de cuidar del parto ligadas a la tradición oral y que ahora Brasil está descubriendo, paradójicamente, gracias a la pandemia.
Marli de Jesus Costa, de 41 años, se dedica a tejer y a teñir telas, pero desde niña canta los versos que escucha de toda la vida en su aldea. "Es una tradición familiar. Aquí en este pueblo viene de mi tatarabuelo, que lo trajo de Portugal. Era un hombre muy rico que acogía a los necesitados y a los negros que huían de las casas de sus amos. Los cantos de mi familia son esa mezcla con los cánticos negros", comenta en una entrevista con Sputnik.
Jogar verso (lanzar verso), como se dice en Jequitinhonha, es una tradición que se mantiene en las celebraciones de la cosecha, en fiestas de nacimiento o en cualquier evento importante de la comunidad. Los presentes en la "roda" cantan juntos un estribillo y cada componente "joga" un verso diferente. Pueden ser improvisados o clásicos, de bem-querer (más amorosos) o de desafío (para retar al rival).
Versinhos vía Whatsapp
Ahora, medio mundo puede acceder a la riqueza inmaterial de Jequitinhonha. Como una forma de complementar su renta, las mujeres aceptan encargos personalizados por Internet. Tan solo hay que mandar un e-mail dando cuatro pistas sobre la persona a la que se quiere dedicar el poema, para estimular la imaginación de las versadeiras. El precio es simbólico (unos cuatro dólares) y el resultado llega al cabo de unos días vía audio de WhatsApp.
"Es muy gratificante. Yo me emociono mucho haciéndolos, hay gente a la que le emociona mucho. Muchos lloran y nosotras acabamos llorando también", confiesa divertida Marli, quien compone todos los días, un ratito por la mañana y otro por la tarde, e intenta adaptarse al máximo a cada encargo.
Los versos han llegado a personas que salieron del hospital tras superar el COVID-19, a niños enfermos de cáncer o a ancianos que viven solos en casa. Marli asegura que lo más difícil es cantar para personas que pasan por una depresión. "Tienes que tener el doble de cuidado con las palabras, hay que hacer los versos de forma que la persona se anime", dice.
La implicación emocional es inevitable: "Una vez canté para una embarazada que quería anunciar el embarazo a través del verso. Me esforcé mucho en crear un universo a medida, pero la mujer perdió el bebé y tuve que hacer otro. Fue muy difícil, muy doloroso", recuerda.
Un éxito inesperado
En apenas unos meses, las mujeres de Jequitinhonha han enviado por todo Brasil casi 3.000 "versinhos do bem querer". El dinero recaudado ha sido clave en estos meses de pandemia y ha ayudado a muchas familias de las siete comunidades del valle. Él éxito ha sido tal que a veces su página web avisa que durante unos días no se aceptarán nuevos pedidos. Las creadoras necesitan descansar para cantar con alegría. No es una producción en serie.
Ajenai nació en 1999 de la mano de varios líderes vecinales de Jequitinhonha con diversos proyectos que rescatan y ponen en valor los saberes tradicionales, dejando que sean las propias comunidades las que tomen la iniciativa y lideren el proceso. Sin paternalismos. "Es importante salir de ese lugar de víctimas de la pobreza, verse como personas potentes, que tienen saberes muy importantes para Brasil y para la cultura brasileña", remarca Viviane.
Marli y el resto de versadeiras están muy contentas con toda la repercusión, y con el hecho de que el antiguo "Valle de la Miseria" ahora esté presente en las casas y en lo más íntimo de muchos brasileños. "Sabía que esto iba a impactar mucho a la gente", resume satisfecha.