El nombramiento de John Bolton, férreo defensor del intervencionismo y el unilateralismo estadounidense, como asesor de seguridad fue una de las primeras muestras de las contradicciones bipolares de un presidente (Donald Trump) que hizo del antiintervencionismo uno de sus pilares de campaña.
Es algo así como el general Jack D. Ripper de la aclamada película de Stanley Kubrick Teléfono Rojo: volamos hacia Moscú, responsable en el guion cinematográfico de un holocausto nuclear que desde el principio de la película se veía venir.
El artífice del 'Eje del mal'
Sí, efectivamente, Bolton fue el personaje que pidió a gritos en los medios un ataque preventivo contra Corea del Norte e Irán, el mismo que apoyó invadir Irak, bajo la excusa de que este país poseía armas químicas, que una vez invadida Irak sugirió ampliar la invasión a Irán, que ha sido el arquitecto de los diversos intentos fallidos para desbancar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
En 2002 nuestro protagonista hizo juegos malabares para que Bush se retirará del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM), primera salida de la saga de ruptura de acuerdos de desarme que llega hasta hoy.
Incluso después de haber sido destituido, las ideas de Bolton siguen llevándose a la práctica, como el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, el pasado 3 de enero, que tuvo como consecuencia indirecta el derribo accidental de un avión de pasajeros en el cielo de Teherán y que supuso la muerte de 176 personas. El asesinato de Soleimani fue recomendado por Bolton como una respuesta dura al derribo por parte de Irán de un dron estadounidense en junio del año pasado.
Sin tratados como legado
Por desgracia, los chismes políticos relatados en sus famosas memorias de la Casa Blanca eclipsaron el peligroso legado que ha dejado, como el abandono del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), acuerdo que evitaba que Irán pudiera tener la posibilidad de fabricar armas nucleares; el desmantelamiento de los acuerdos de desarme que han marcado la estabilidad estratégica internacional posguerra fría, como el mencionado ABM, el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance (Tratado INF), el Tratado de Cielos Abiertos, y el pronto nuevo difunto, el Tratado START.
Si se diera este escenario armamentístico en un contexto poscovid-19, en el que el gasto público se ha disparado, las consecuencias serían de lo más catastróficas, y ya nadie se acordará ni de su dichoso libro ni de su maldito legado.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK