Fernando del Val ha llegado a una conclusión: la gente no lee. Lo dice después de preparar El método Bunbury, que la editorial Difácil publicará los próximos días. El postulado no tiene nada que ver con el objeto de estudio del libro, pero es uno de los descubrimientos paralelos. Porque en este ensayo disecciona las canciones del exlíder de Héroes del Silencio, Enrique Bunbury, y comprueba cómo tienen 539 versos muy parecidos a los de escritores como Mario Benedetti, Raymond Carver, Haruki Murakami o Charles Bukowski.
Desde entonces, Del Val fue anotando cada verso que encontraba parecido a los del cantante zaragozano de 52 años. Era un ejercicio casi mecánico. Como seguidor de su trayectoria, tanto al frente de Héroes del Silencio como de su carrera en solitario, le saltaban las alarmas cada vez que un poema sonaba igual que sus alguna de sus canciones. "Me di cuenta de que había muchos parecidos, y me fijé en si los referenciaba en sus discos", expresa Del Val, ganador en 2018 del premio Ojo Crítico por el poemario Los años aurorales.
"Reflexiono sobre hasta qué punto nos basamos en algo o lo copiamos", indica, "no pretendía generar un escándalo ni publicar un libelo". A falta de unas jornadas de publicarse, varios reportajes sobre El método Bunbury ya han levantado una amplia polémica en redes sociales. El debate generado pasa más por la defensa o la acusación al cantante que por los pretendidos devaneos literarios: ¿son un fraude o una licencia artística?. "Supongo que habrá dos vertientes. A quienes les guste su música pero no sean forofos, les hará pensar; y a quienes les dé igual porque su opinión es férrea: no leerán jamás el libro y no me planteo hacerles cambiar de parecer", anota.
El tema, encima, no es del todo nuevo. En 2008, los hermanos del poeta Pedro Casariego ya detectaron estrofas calcadas en el disco Hellville de Luxe. La reacción fue inmediata. E inesperada. El cantante se defendió en una entrevista de El Periódico de Aragón diciendo: "No es ni plagio ni nada. Es lo que hacemos los escritores en todos los ámbitos: recoger frases de la calle, de los periódicos, de los bares y, por supuesto, de los poetas. La acusación es una chorrada".
Lo contrario de lo que respondieron los citados Sánchez Dragó o Arrabal. "Es para mí un honor que Enrique Bunbury haya utilizado en las letras de sus canciones frases de mi novela El camino del corazón. Lo que yo escribo se vuelve propiedad de los lectores", ha resuelto el primero en Twitter. "¿El gran cantante español Enrique Bunbury cita pasajes de mis escritos? ¡Qué honor inmerecido! ¡Lamento que no me cite más! Siempre doy mis textos arrabalesca y graciosamente: desde a periódicos, a grupos de teatro", remató el segundo.
Del Val no sabe si el dramaturgo lo hace en tono sarcástico. En cualquier caso, remite a los ejemplos publicados en El País para ilustrar el núcleo de su investigación. Son varios:
O este otro, de La misma luna, de Felipe Benítez Reyes: "Conforta la quimera de otra vida: estar en cualquier parte salvo aquí"; "De lo que no supimos expresar"; "Un trapecio que oscila ante la nada"; "Tragedias y triunfos que duran un segundo"; "Alterar un destino"; "La fábrica de hielo del olvido". Letra de Es hora de hablar, Bunbury, del álbum Las Consecuencias: "Es hora de hablar / de la quimera de otra vida / de lo que no supimos expresar / del trapecio, que ante la nada oscila / de tragedias y triunfos / que duran un segundo / de alterar el destino / y de la fábrica de hielo del olvido".
Fernando Del Val evita posicionarse del todo. Recurre a las palabras Benítez Reyes que ha incluido en el libro: "Me temo que ha caído, sin necesidad, en una apropiación", sentencia Reyes. Para Del Val, de hecho, el problema ha sido la opacidad. "Si se hace de una forma transparente, no hubiera pasado nada", arguye, diciendo que ya hay un tipo de escritura hecha califica a esta técnica de escribir como centón, que la Real Academia Española (RAE) define así: "Una obra literaria compuesta con fragmentos de otras obras". "Eso es lo que hace: una reunión de materiales dispersos y ajenos a su obra que él unifica mediante versos de transición".
Además, Del Val sostiene que el caso de Bunbury es lo raro, pues en música es habitual usar referentes. Y se hace o mediante el homenaje directo (como es el caso de Joan Manuel Serrat cantando por Miguel Hernández o Loquillo dando ritmo a los poemas de Luis Alberto de Cuenca) o con una referencia cultural tan clara que todos saben reconocerla. "Si yo pongo 'En un lugar de La Mancha...' en un poema, no hace falta aclararlo. Pero si no es tan obvio, sí. La gente es mucho más escrupulosa", advierte.
Bunbury no se ha pronunciado hasta el momento. Solo Nacho Royo, su representante desde hace 20 años, ha replicado que "el 99% de los artistas beben de fuentes artísticas: de poetas, de pintores, de cineastas… de gente que ama el arte. Eso es inspiración. Considero que el libro está escrito por alguien que ha dedicado su tiempo a hacer daño. Y quien amplifica, no sé si consciente o inconscientemente, también está dedicando su tiempo a hacer daño".
Dos contestaciones esperadas para Del Val: "A Bunbury no le interesa decir nada. Y al otro se le paga para que dé a cara y le defienda", arguye. El dictamen de Federico Fernández De La Torre, abogado especialista en propiedad intelectual, es claro: "Al autor hay que reconocerle su derecho de paternidad y su derecho a cobrar si su obra se explota. Si cojo un texto y lo incluyo en mi obra musical es una obra compuesta en coautoría. Si la obra la registro como mía me estoy adueñando de la autoría de esos textos. Ahí entramos en el terreno del plagio. Habría que pedir permiso y ponerlo como coautor", sentencia, en la consulta recogida en El País.
"Insisto", espeta Del Val en medio de toda la polvareda levantada, "no he querido enfadar a nadie". El método Bunbury es "un puente" para determinar "lo que es un guiño, un homenaje o una intertextualidad. Y si se debe indicar o no". "Hay un nivel teórico muy importante. Esto es mucho más que una denuncia sobre lo que ha hecho alguien", afirma, después de juntar "un montón de papeles en un cajón" y consultar a varios expertos. Lo suyo, zanja, no ha sido más que la consecuencia natural de sus profusas lecturas. Lo que, al parecer, escasea en el resto.