En 2008 el entonces diputado Jair Bolsonaro menospreció a líderes indígenas brasileños, los llamó "indios hediondos, no educados y no hablantes de nuestra lengua". Una década después, emprendió una campaña contra ellos para —según la relatora de las Naciones Unidas Victoria Tauli-Corpuz—, poder quitarles sus tierras en favor de la ganadería y la minería. En enero de este año, los trató como si no fueran personas: están "convirtiéndose cada vez más en ser humano", dijo.
En junio de 2013, había escrito en Twitter: "Qué año nuevo aymara ni lucero del alba!! satánicos". Siete años después, el 5 de octubre de 2019, volvió a utilizar la red social para decir que el expresidente Evo Morales, estaba "aferrado al poder, pobre indio". El 12 de noviembre, cuando Añez asumió el Gobierno, los tuits racistas ya no estaban en su red social; según Avilés, los había borrado.
Sin embargo, en una actitud contraria, a fines del pasado mayo, Añez destituyó a su ministro de Minería, Fernando Vásquez, por proferir declaraciones racistas contra el partido de Morales. "Tengo ojos verdes, pelo crespo, soy blanco (..), esas mis condiciones no hacen que yo sea compatible con el resto de las personas del MAS", había dicho Vásquez a la radio Fides de Potosí, una región minera de mayoría quechua, de donde el ministro es oriundo.
Eso son solo dos ejemplos del racismo que existe en Latinoamérica. Si lo proliferan nuestros mandatarios ¿no lo prolifera el resto de la sociedad?
El blanco era "el color de la nieve pura (...) lo opuesto a negro. Libre de mancha, inocente, puro. Sin mala intención, inofensivo, honesto, equitativo y honorable". Muy por el contrario, el negro significa: "falto de luz. Ausencia de color. Envuelto en tinieblas. Oscuro o sombrío. Sucio, opaco, hostil, terrible (...) malvado o muy perverso (...) desgracia, deshonor, culpabilidad, malintencionado, engañoso, sinvergüenza".
Las evidencias de la carga racista del lenguaje tienen larga data. Ya en 1969 algunos estudios comprobaron los matices negativos de las palabras referidas a lo negro. El escritor estadounidense Ossie Davis reveló que la palabra whiteness ("blancura") tenía 134 sinónimos, de los cuales 44 tenían una connotación favorable, mientras que 10 tenían eran negativas. Entanto, de los 120 sinónimos de blackness ("negrura", "oscuridad"), 60 eran claramente desfavorables, y ninguno de ellos era ni siquiera ligeramente positivo.
Pese al racismo evidente en el lenguaje, lo aprendemos sin siquiera una advertencia respecto a las ofensas que podemos propiciar, y lo usamos consciente o inconscientemente para reafirmar y legitimar la segregación entre las personas de etnia blanca y las afrodescendientes, pero también las asiáticas (¿conoces la expresión "cuento chino"?), indígenas (¿te suena la frase "no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre"?), etcétera.
En América Latina "la expresión más frecuente del racismo ha sido y continúa siendo a través del lenguaje", según la escritora y feminista venezolana Esther Pineda. Son chistes, refranes, apodos, gestos, sospechas, ridiculización, la condescendencia o el cuestionamiento, la omisión, la invisibilización, la desatención, la desmoralización y la minimización de los sujetos racializados.
Todo ello "favorece que este tipo de discriminación se realice con total impunidad", indica Pineda. "Estas prácticas son consideradas en la sociedad contemporánea como políticamente incorrectas, lo cual ha creado las condiciones para que el racismo se realice con manifestaciones más sutiles, casi imperceptibles, las cuales facilitan su penetración y perdurabilidad en el entramado social", agrega.
¿De qué hablamos cuando hablamos de racismo?
En el libro Breve historia del racismo, Christian Geulen, asegura que el racismo "ni es natural ni universal ni metahistórico, sino un producto, una creación de la cultura y del pensamiento humanos, una forma de conducta y por ello un fenómeno totalmente histórico".
Pineda señala que la construcción de prejuicios y estereotipos que garantizan el mantenimiento y reproducción de la racialización de los "otros" que no son personas de etnia blanca (y su consecuente discriminación en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana), se caracteriza por:
- Ser un fenómeno intergrupal.
- Ser una orientación negativa hacia el objeto del prejuicio, que puede implicar agresión, evitación u otras conductas negativas.
- Ser injusto e incurrir en una generalización excesiva.
- Ser una actitud.
Herencia lingüística, herencia racista
El racismo es un lenguaje familiar fruto de siglos de historia colonial, esclavismo, latifundismo,"imposición del mestizaje, colorismo, culto a la supremacía blanca y también el resultado de una educación que niega u obvia todo lo anterior como un tabú", explica Avilés.
La "ideología del mestizaje" no hizo más que ocultar las relaciones de subordinación y la imposición de una sola cultura y una sola lengua, sostiene la etnóloga Alicia Castellanos Guerrero en el artículoRacismo, multietnicidad y democracia en América Latina. "El conflicto entre las etnias prexistentes y el proceso de conformación de los estados nacionales significó la desvalorización y la destrucción de numerosas culturas y pueblos milenarios", asegura.