Las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales pueden ser un buen reflejo del volumen de propagación de todo tipo de teorías acerca del virus SARS-CoV-2. En Youtube, por ejemplo, abundan los vídeos explicativos donde se niega la versión oficial sobre el origen del COVID-19.
Pero no hace falta sumergirse en Internet para hallar informaciones que apuntan a la creación del virus en un laboratorio y a su propagación mediante las ondas de las antenas de tecnología 5G, cuando no directamente a la negación de su existencia. Todo esto también es posible leerlo en algunas publicaciones de venta en los quioscos de prensa, como D Salud. Las divisiones de guerra bacteriológica del ejército chino, el magnate informático Bill Gates o el poder en la sombra de los illuminati son solo algunos ejemplos que confrontan de plano con los estudios de la comunidad científica y la información oficial sobre la mayor pandemia de los últimos años.
A España le llega el turno
Bastó que el Gobierno español decretara la obligatoriedad del uso de mascarillas mediante una orden ministerial publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el pasado 21 de mayo, para que acto seguido empezaran a propagarse por las redes sociales iniciativas jurídicas contra esta ley.
Un abogado al frente
El letrado Luis de Miguel Ortega es el presidente de ACUS, la organización que ha interpuesto el recurso contra las mascarillas, pero también denunció ante el Tribunal Supremo (TS) el decreto del estado de alarma y el uso de biocidas para desinfectar las calles.
Cual punta de iceberg, una visita a su página web revela que la ACUS también está en contra de los calendarios de vacunación para niños y que colabora con el polémico curandero catalán Josep Pàmies, denunciado por poner en grave riesgo la salud de sus clientes (recomienda lejía aguada para curar la COVID-19, un delirio desaprobado rotundamente por la comunidad médica). Luis de Miguel asegura haber reunido ya más de 13.000 firmas para interponer un recurso en el TS. Su argumentación, disponible en la página web de ACUS, reza así:
"El fundamento sucinto de la protección que se pretende es que la imposición del uso de mascarillas en personas sanas como los demandantes no tiene ninguna utilidad en materia de salud pública y supone un menoscabo de la dignidad y la salud humana, así como de la libertad de expresión. Todo ello carece de justificación jurídica y médica y excede de racionalidad y proporcionalidad".
El espectro político que ampara los bulos
En las redes sociales, los usuarios y cuentas que dan pábulo a estas informaciones están vinculadas a organizaciones de fuerte impronta derechista. El Club de los Viernes, especie de think tank cercano a la formación política Vox, suele rebatir la medida de la obligatoriedad de las mascarillas. Tampoco es infrecuente la marcada simbología ultraderechista que apoya en las diversas plataformas digitales este tipo de iniciativas e informaciones.
La táctica y práctica no son nuevas. En EEUU el uso y abuso de estas teorías cuenta incluso con el apoyo, a veces explícito, del propio presidente Donald Trump, un negacionista en sí de varios fenómenos de actualidad, como pueden ser el cambio climático inducido por el hombre o la letalidad de la COVID-19. En el país norteamericano grandes masas de ciudadanos insumisos con las medidas de confinamiento desafían al cumplimiento de las medidas profilácticas sabedores de la simpatía que por sus reivindicaciones profesa Trump, quien las cataloga como propias de la agenda política de sus rivales del Partido Demócrata, en cuyas filas el candidato Joe Biden no tiene reparo en visualizarse constantemente haciendo uso de las mascarillas.
De tal modo, la mascarilla es la piedra de toque que distingue a los "defensores de la libertad" (los contrarios a su uso obligatorio) y los defensores de su obligatoriedad, que son presentados por los primeros como izquierdistas que quieren anteponer una "falsa seguridad" a la libertad del individuo (safetysm).