Según datos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, en el periodo referido se notificaron 120.851 fallecimientos en los registros civiles, un exceso del 52% respecto a los 77.817 esperados en condiciones normales.
Dado que sólo se cuentan como muertes por COVID-19 los casos con diagnósticos confirmados por pruebas de laboratorio, es muy probable que un alto porcentaje de esos fallecimientos extra se correspondan a casos de coronavirus en personas que no fueron sometidas a prueba.
A lo largo de la epidemia se produjo un gran número de fallecimientos en hospitales, residencias de ancianos o incluso en domicilios de personas que no fueron sometidas a ningún tipo de prueba.
Aunque la lógica apunta a que un gran número de estas muertes extra fueron por COVID-19, por el momento es imposible discernir la cifra exacta, y además entran en juego otros factores como el colapso de los hospitales durante la epidemia, lo que pudo hacer crecer las muertes por otras causas.
Según los datos ofrecidos por el MoMo, el aumento de los fallecimientos se centra sobre todo en personas mayores de 75 años.
En la franja de edad de 65 a 74 años el total de fallecimientos es de 15.793, un 46% más de lo esperado por el modelo estadístico del MoMo.
En el caso de los mayores de 75 ese porcentaje se dispara al 63% tras registrarse la muerte de 91.879 personas.