El barrio de Salamanca de Madrid es un conjunto ordenado de calles. En sus cuadrículas se concentran las tiendas más exclusivas y el grueso de embajadas extranjeras. Sus residentes tienen una renta anual que duplica con creces la media de la ciudad: 91.154 euros contra 38.224. Y, desde hace tiempo, es habitual ver banderas rojigualdas colgando de los balcones.
Con gritos de "¡Libertad!" o "¡Asesinos!", los congregados han repetido la estampa que circuló previamente durante horas por redes sociales. En un tramo de la calle Núñez de Balboa, vociferaron contra el Gobierno. Hacían sonar cacerolas o silbatos como queja contra el estado de alarma, decretado por el Ejecutivo el pasado mes de marzo debido a la pandemia global de coronavirus (que en España suma más de 229.000 contagios y 27.321 fallecidos).
Dos de las medidas principales en esta situación son la prohibición de detenerse en las calles y de juntarse con otras personas que no convivan en el mismo inmueble. Ninguna de las dos se cumplía, a pesar de que las furgonetas de policía enunciaban por megafonía el Real Decreto de este momento en Madrid. Tampoco se sancionó el incumplimiento. Las fuerzas de seguridad simplemente dispersaban la aglomeración cada vez que pasaba un vehículo y los asistentes trataban de maquillar la ilegalidad moviéndose en pequeños pasos o tratando de mantener la distancia de seguridad.
La ampliación del estado de alarma, que supone la restricción de actividad comercial, era la diana de los manifestantes. "La gente está sin generar dinero. ¡El Corte Inglés cerrado, con la de trabajadores que hay!", se quejaba Ana, de 44 años, arropada por una enorme bandera. "Mi único consuelo es que se convoquen elecciones. Aunque viendo este gobierno comunista, a lo mejor no las tenemos nunca", añadía esta seguidora de Santiago Abascal, líder de Vox.
"Tenían que haber puesto a un grupo de expertos. Tendrían que haber confiado más en los ciudadanos y no mentir", defendía Carlos, un estudiante de Ingeniería Electrónica de 23 años. Para él, la libertad exigida en esta minicacerolada era la de "evitar la desinformación". "Esto es un caos en todo el mundo y nadie estaba preparado", reconocía, sin saber qué hubiera hecho él ante la propagación del COVID-19.
En poco más de media hora, la concentración se fue disolviendo. "Hay más de policía que de nosotros", cuchicheaban dos mujeres, "pero mañana volvemos". Estas protestas, que no responden a ninguna convocatoria oficial, han plagado las redes de etiquetas para describirlas. Se han utilizado los términos Cayetanos o Pijos y han calificado las revueltas de "pataleta facha".
Muchos usuarios han criticado también la permisividad de las fuerzas del orden, que solo realizaron 13 identificaciones el 13 de mayo, y la irresponsabilidad de poner en peligro al resto de la población al incumplir las normas. "No tenéis vergüenza: cero respeto por las víctimas y los confinados", escribía una usuaria en Twitter. "No se manifestaron para apoyar a la sanidad, no se manifestaron para apoyar la Educación, no se manifestaron para apoyar a los científicos, no se manifestaron a favor del feminismo. Pero si se manifiestan porque están cansados de llevar mucho tiempo en casa. Sois despreciables", acusaba otra.