Para algunas naciones de Occidente, el sacrificio de los soldados soviéticos y del pueblo de la URSS ya no vale nada. Prefirieron olvidar la hazaña del Ejército Rojo porque persiguen sus propias metas. El objetivo es manchar la memoria para demonizar a la Unión Soviética y presentar la guerra entre ella y la Alemania nazi como una lucha contra dos regímenes despóticos.
En la vanguardia del revisionismo histórico se encuentran los países bálticos: Letonia, Lituania y Estonia. Cuando estas naciones fueron invadidas por la Alemania nazi, una parte de la población colaboró activamente con los nazis. Algunos ciudadanos de estos países en aquella época ingresaron en las unidades militares del Tercer Reich como, por ejemplo, la Legión Letona de la Waffen-SS.
Hoy, los Gobiernos de esos tres países honran a los veteranos que lucharon del lado de la Alemania hitleriana y los consideran héroes nacionales. Parece que al acusar a la URSS de desencadenar la Segunda Guerra Mundial, países como Letonia, Lituania y Estonia tratan de hacer olvidar el aporte de algunos de sus ciudadanos al exterminio masivo de judíos y otros crímenes de guerra.
Los Gobiernos de estos países prefieren hablar mucho de la culpa de la URSS, pero hacen caso omiso a los crímenes de lesa humanidad de sus compatriotas a los que llaman héroes.
Cuando dicen que la URSS es culpable de desatar la Segunda Guerra Mundial, a menudo se refieren al tratado de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, conocido coloquialmente como Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado el 23 de agosto de 1939, que tuvo un acuerdo adicional secreto sobre el reparto de algunos territorios en Europa, incluida Polonia y los países bálticos.
Primero, de eso de se habla mucho, pero de hecho Moscú fue el último en firmar un tratado con la Alemania nazi. En 1938 el Reino Unido, Francia, la Alemania nazi y la Italia fascista firmaron los acuerdos de Múnich. Como resultado, Londres y París permitieron descuartizar Checoslovaquia en aras de su propia seguridad y paz con Berlín y Roma. Asimismo, en esa época Polonia entró en contacto con Adolf Hitler para conspirar contra Checoslovaquia.
¿Significa esto que el Reino Unido, Francia y Polonia también son culpables en cierta medida de desatar la Segunda Guerra Mundial? Estos países dejan este interrogante sin aclarar porque preferirían que esta página de su historia caiga en el olvido.
Al establecer su control sobre la parte este de Polonia, Moscú reunificó a dos pueblos separados. La Ucrania y la Bielorrusia occidentales pasaron a formar parte de las repúblicas socialistas correspondientes.
Entretanto, los tres países bálticos también se convirtieron en repúblicas socialistas. Es obvio que hubo algunos que estuvieron en contra —eso es lo que enfatizan las autoridades de estos países hoy en día—, pero también hubo muchos que celebraron el ingreso a la URSS. Su opinión hoy en día no se toma en consideración.
Lección de historia europea
La Asamblea Parlamentaria de la OSCE igualó en 2009 el papel de la URSS y del Tercer Reich en el desatar de la guerra, mientras un año después el Parlamento Europeo también puso a la ideología comunista y la del fascismo al mismo nivel, tachándolas de totalitarias. Lo curioso en este caso es que países como Hungría, Croacia, Rumanía y otros, que hoy son miembros de dichas organizaciones, en aquella época colaboraron con la Alemania de Hitler.
No obstante, ninguna organización ha criticado ni ha aprobado ninguna resolución en cuanto al papel de esos países en la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera se presta atención al elogio de los veteranos de la Waffen-SS por los Gobiernos de los países bálticos.
De ahí se puede concluir que el revisionismo histórico está dirigido exclusivamente contra Rusia porque hasta el día de hoy Moscú se niega a ceder ante la presión de Occidente. Reescribir la historia e imponer su propia versión son dos herramientas que sirven para privar a Rusia de su legado y su memoria y tienen como meta doblegar el espíritu de su pueblo hoy. Pero estos intentos son en vano.
Es importante recordar que los aliados occidentales, incluido EEUU, reabrieron el frente occidental solo en junio de 1944 con el desembarco de Normandía, cuando ya estaba claro que Berlín perdería con toda probabilidad. Antes de eso, la URSS de hecho luchó sola contra el nazismo y dejó en el altar de la victoria las vidas de 27 millones de sus ciudadanos. Pero EEUU prefiere menospreciar el papel del pueblo soviético.
Un ejemplo ilustrativo sería la presentación que publicó el Departamento de Defensa de EEUU en vísperas del Día de la Victoria en Europa. Si bien dicha presentación contiene la foto del monumento al Día del Elba —el día cuando las fuerzas soviéticas y las fuerzas estadounidenses se reunieron por primera vez en el territorio de la Alemania nazi—, esta carece de alguna mención a aquel evento importante.
Como correctamente dijo el presidente ruso, Vladímir Putin, los intentos de acusar a la Unión Soviética de preparar y desatar la Segunda Guerra Mundial son un sinsentido.
"¿Quién atacó a quién el 22 de junio de 1941? ¿Nosotros atacamos a Alemania o Alemania nos atacó? ¡Qué tontería!", dijo Putin en la película de Andréi Kondrashov La guerra por la memoria.
El mandatario ruso advirtió que no existe ninguna justificación posible para aquellos que intentan reescribir la historia. Y es verdad.
Lo más importante que puede hacer Rusia hoy para honrar a sus héroes es seguir resistiendo al revisionismo. En las condiciones actuales, Moscú tiene que combatir enérgicamente contra los intentos de reevaluar el papel de la URSS en la guerra y preservar la memoria sobre la proeza de su pueblo. Si no lo hace, los partidarios del revisionismo tarde o temprano lograrán imponer su propia versión tergiversada de aquellos eventos.