El Gobierno sueco ha recomendado a la población mantener la distancia social, trabajar desde casa y que los mayores de setenta años se aíslen, siempre cuando sea posible, en sus casas como primera medida de precaución. Aun así, en comparación con las cuarentenas impuestas en otras partes del mundo, la respuesta de las autoridades ante la epidemia permite más libertades personales.
En el mismo sentido, Maja Fjaestad, viceministra de Salud, apunta a que el Gobierno apunta a tomar "las acciones adecuadas en el momento adecuado". En entrevista con BBC Mundo, la funcionaria defendió esta postura, ya que Estocolmo mantiene "una estrecha cooperación con la comunidad científica", a fin de "inhibir la propagación del virus" sin afectar a la economía.
No obstante, en los últimos días cerca 2000 académicos firmaron una carta abierta en la que piden más transparencia y medida al Gobierno encabezado por el socialdemócrata Stefan Löfven. Ante esta situación, el primer ministro anunció que, a partir del 29 de marzo, las reuniones públicas en el país escandinavo se limitarían a 50 personas.
Sin embargo, las autoridades dejaron de realizar las pruebas en todos los casos y, en cambio, desviaron su atención hacia los grupos más vulnerables: personas de edad avanzada, otras con problemas respiratorios o con ciertas afecciones. La decisión del Gobierno sueco de cambiar el enfoque se dio luego de que se registraron los primeros casos de infección comunitaria.
Entonces, la Agencia de Salud Pública remarcó que la decisión respondió a una necesidad de priorizar mejor los recursos, a fin de enfocarse en la atención los pacientes más gravemente enfermos o en riesgo. Por ahora, el Gobierno sueco confía en que sus ciudadanos permanezcan en casa si experimentan algún síntoma de COVID-19.