Hay dos escenas que Mohammed Subat nunca olvidará. Una es la de su padre viendo cómo le esposaban en una manifestación pacífica. La segunda, la de ese mismo padre sollozando en la puerta del hospital, tras una amputación de pierna de otro de sus hijos.
"Me llevaron a una prisión durante ocho días. Me pegaban y me electrocutaban", rememora este viernes de febrero, adoptando la posición fetal en la que tenían que colocarse los presos para caber en la estancia.
La experiencia le marcó física y psicológicamente. En el arresto le raparon el pelo. Al regresar a la universidad, su cabeza se correspondía con la de los rebeldes que protestaban contra el régimen de Al Asad. "No quería tener problemas, porque incluso en la facultad había gente que me miraba mal. Así que volví a Daraa, donde viven mis padres", indica.
"En cuatro días, dos piernas", resume, después de contar la batalla por llegar a un hospital y conseguir que el daño no fuera mayor.
Subat fue mandado de nuevo al calabozo después de protestar en la calle junto a varios amigos y dos de sus hermanos (en total tiene seis hermanos y dos hermanas de entre 11 y 34 años). Ahí es cuando vio por primera vez el rostro desolado de su padre que aún le hace llorar. En esta ocasión, su internamiento duró tres días y fue menos agresivo.
"Uno de mis hermanos se va a Jordania. Ya tenía a una de mis hermanas en Egipto. Y la vida cada vez era más difícil", explica apenado, justificando su decisión de abandonar Siria.
Parte desde Daraa hasta Nawa, al sur, con la intención de cruzar a Jordania. La policía lo retiene y termina expulsado. Y en 2017 se atreve a tirar hasta Damasco y luego Homs. "Salían unos 20 autobuses al día con familias y matrimonios. Yo, que no viajaba con nadie, me planté en la frontera con Turquía solo tras muchas horas de peligro por carretera", comenta. Allí pasó 16 días. Hasta la tercera intentona, previo pago de 1.500 dólares (unos 1.370 euros), no logró sortear a las fuerzas de seguridad turcas.
"Eligieron a 12 personas y cinco venían aquí, a España. Los demás se repartían por Francia u otros países", dice, aclarando que fue algo inaudito. A su lado, José Bautista, uno de los integrantes de PorCausa, confirma la dificultad del proceso: "Ha funcionado de milagro". A Subat le daba igual el rumbo, pero su simpatía por el idioma y por el fútbol le inclinan a la Península Ibérica. El 12 de julio de 2019, el ministerio de Interior admite a trámite su petición de asilo. Un proceso que a menudo se complica, según la Comisión española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Y aterriza en Madrid. En 2019 hubo 118.264 peticiones de asilo en España, de las cuales 2.419 eran de ciudadanos sirios, muchos todavía en espera de una respuesta, tal y como exponen desde CEAR.