De acuerdo con los resultados del escrutinio, Buttigieg ganó con el 26,9%. Se creía que los favoritos serían Joe Biden y Bernie Sanders, pero este último llegó a ocupar el segundo puesto con el 25,1%, mientras que Biden sufrió un descalabro y quedó cuarto solo con el 15,6%.
Estos caucus —como se conocen las congregaciones de un partido para elegir al candidato presidencial que lo representará— del Partido Demócrata en Iowa tuvieron lugar el 3 de febrero. Los caucus de este estado desde hace tiempo se perciben como los indicadores de lo que cabe esperar de las próximas elecciones primarias en otros estados.
La temporada de las primarias durará hasta el junio, pero se cree que los caucus de Iowa suelen determinar quién será el candidato que representará al Partido Demócrata en las presidenciales. Si es así, Buttigieg tiene buenas posibilidades de convertirse en el candidato a la Presidencia, y puede acabar retando a Trump en los comicios de este 2020.
¿Quién es y qué quiere?
Con tan solo 38 años, Buttigieg ya goza de experiencia administrativa suficiente para postularse. Entre 2012 y 2020 fue el alcalde de su ciudad natal, South Bend, en el estado de Indiana. Además, es una persona muy bien educada: se graduó en la Universidad de Harvard y en el Colegio Pembroke de la Universidad de Oxford, en Inglaterra.
Al elector estadounidense también le puede atraer de Buttigieg su tiempo entre las filas del Ejército y que haya participado en varias operaciones en Afganistán como miembro de las Fuerzas Armadas.
Habla siete idiomas, incluido el español. También ha declarado que es cristiano y que la fe tiene una influencia importante en su vida. Sin duda el precandidato del Partido Demócrata es un individuo carismático, lo que inevitablemente atrae la atención de los votantes.
Sin embargo, incluso si el Partido Demócrata designa a Buttigieg candidato presidencial en los comicios de 2020 está por ver que pueda robarle votos al actual presidente.
Por otra parte, Buttigieg apenas cuenta con el apoyo de los votantes afroamericanos. Es probable que rehúsen votarlo por el hecho de ser homosexual o por la tensa relación que mantuvo con los afroamericanos mientras era alcalde de South Bend. En 2012, el demócrata redujo de rango al primer negro en ser jefe de la Policía de la ciudad. También podría jugar en su contra que en el pasado usase la frase all lives matter —todas las vidas importan— en lugar de black lives matter —las vidas de los negros importan—.
Las claves de su política con América Latina
Una parte importante del programa presidencial del precandidato está relacionada con la política migratoria. Hay que admitir que el enfoque de Buttigieg es bastante liberal. Ofrece soluciones para los problemas de los migrantes que provienen de los países de América Latina, si bien para algunos pueden parecer controvertidas.
En particular, propone poner fin a los acuerdos de cooperación en materia de asilo firmados con los países que carecen de la capacidad de "mantener a las personas seguras". Según el programa, la lista de países incluye a El Salvador, Honduras y Guatemala, "de donde muchos refugiados, para empezar, están huyendo".
Sus planes también prevén cooperar con los socios regionales de Estados Unidos en América Latina para resolver la crisis de los refugiados venezolanos. En particular, defiende proveer de ayuda a Colombia y a Perú, naciones que "han recibido millones de refugiados venezolanos". Además, ofrece otorgar el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) a los ciudadanos venezolanos en Estados Unidos.
Durante uno de sus encuentros con sus votantes, el demócrata calificó el Gobierno de Maduro de "régimen" y añadió que "perdió su legitimidad". Está convencido de que la mejor manera de influir sobre Caracas es imponer sanciones. Aunque está en contra de una solución que pase por intervenir militarmente.
Al mismo tiempo, manifestó que los venezolanos tienen que resolver sus problemas "por sí mismos". El precandidato defiende que se celebren elecciones en el país caribeño.
Aquel viejo enfoque hacia Rusia y China
Buttigieg considera que países como la Federación de Rusia y la República Popular China "representan un desafío" para Estados Unidos y son contrarios a los valores del país norteamericano. El precandidato demócrata tacha a los gobiernos de Moscú y Pekín de "capitalismo oligárquico" y de "tecnoautoritarismo", respectivamente. En general, la retórica de Buttigieg hacia Rusia es bastante hostil.
El precandidato piensa que Rusia debe ser percibida como un "actor egoísta, perturbador y conflictivo". Desde su punto de vista, Moscú es un ejemplo emblemático de país que intenta "construir capitalismo sin democracia". Denuncia que en Rusia campan a sus anchas "el nacionalismo, la xenofobia, la homofobia y la represión a la prensa", aunque reconoce que su propio país está viendo cómo dichos fenómenos están aflorando.
Además, cree que Rusia sí interfirió en las elecciones de 2016 y que EEUU debe promover la estabilidad en Europa del Este. Aboga por reestablecer las relaciones de concordia con los aliados europeos. Esto quiere decir que es de esperar que, si Buttigieg gana, Washington siga presionando a Rusia en sus fronteras occidentales.
Buttigieg dedica parte de su política a las relaciones con China. Le preocupa que las inversiones chinas en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda y la consecuente construcción de infraestructuras en todos los continentes estén "llenando el vacío que quedó después de la retirada de EEUU".
Otro tema de importancia es la lucha por el Ártico. Buttigieg quiere restaurar el papel rector de Estados Unidos en esta región. Sobre todo, teme la creciente influencia de China y de Rusia en la zona, un reto para la seguridad nacional del país norteamericano.
En general, la política del precandidato demócrata no es muy diferente de la del resto de precandidatos de los dos principales partidos de EEUU. En otras palabras, si llega Buttigieg a la Casa Blanca, las cosas sí cambiarán, pero no cabe esperar grandes alteraciones en el enfoque de Estados Unidos en la escena internacional.