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La danza de los diablos: una costumbre afromexicana que pone en alto a México

'La danza de los diablos' es una expresión de siglos que crearon los pueblos afromexicanos en la región de Costa Chica, que comparten los estados de Guerrero y Oaxaca. Sputnik estuvo en su celebración anual y te presenta esta fiesta clave para la mexicanidad.
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Aunque se tardó más de 500 años en hacerlo, el Estado mexicano reconoció en julio pasado que los afromexicanos forman parte de su población, es decir, existen y lo estampó en su Constitución. Sin embargo, más de 500 kilómetros al sur de donde se tomó esa decisión, la tradición se ha mantenido siempre viva en las calles de los pueblos de Costa Chica.

​Esta zona recibió la llegada forzosa de africanos que fueron obligados al trabajo en las vaquerías de las haciendas de la región y que a pesar de la dispersión que les impuso la colonia española, logaron crear una manifestación cultural propia que se ha mantenido a lo largo de cinco siglos de generaciones.

"A nosotros no nos interesa ningún premio o que vayamos a un concurso, porque lo mejor es esto, divertirnos nosotros y a la gente del pueblo que lo aprecia", dijo a Sputnik Simitrio Morga Bacho, fundador del grupo de diablos del barrio de la Iglesia, de Cuajinicuilapa, Guerrero, corazón de la zona afromexicana de Costa Chica.

"Son las costumbres que dejaron los antepasados y es bueno que haya alguien que no las deje morir", dijo.

Una región afromexicana

Cuajinicuilapa es un pequeño pueblo costeño, atravesado por la ruta 200, que conecta todos los pueblos de la costa mexicana hasta llegar a Guatemala. Aunque no es el único sitio donde se baila la danza de los diablos, se ha convertido en un su epicentro gracias al resurgir que el grupo de la Iglesia logró con la iniciativa de Don Simitrio.

"La danza se había perdido en Cuajinicuilapa y nosotros empezamos a bailar, por eso mucha gente nos cataloga como los originales", explicó su fundador a Sputnik. "Bailamos como cuatro o cinco años, no estoy seguro, y después empezaron a salir más grupos, al punto que ya hay como siete", explicó.

Los diablos tienen muchas cosas particulares, pero principalmente dos: su baile y sus máscaras. El baile es un zapateo que completa la música y que tiene una postura del cuerpo inclinado, con rugidos y gritos de ¡hurra!, que los presentan por donde van. Las máscaras las hacen los propios danzantes o por alguno de ellos que va innovando según los elementos que pueda conseguir: huesos de animales, pieles para forrarla, cuernos y pelo de caballos y chivos. La Minga y el Tenango son los dos personajes que guían la danza y hacen mover a los diablos con sus látigos y chicotes.

​El grupo de la Iglesia entrena cada año a partir del 15 de octubre, sale a las calles el 31 y baila durante tres jornadas a lo largo de los festejos del Día de Muertos. Así, los diablos presentan su danza y son recibidos en una centena de casas donde les convidan tamales, bebidas y un momento de descanso antes de seguir bailando.

​Danza de raíz

Don Simitrio toca la flauta, uno de los tres instrumentos que acompañan esta danza. Aprendió cuando tenía unos 30 años, actualmente tiene 69 y está encargado de hacerlo para el grupo del barrio de la Iglesia que fundó a mediados de la década de 1980.

Antes, de niño, cuando tenía unos 10 años, aprendió a tocar la charrasca: una quijada de animal que se acopla para hacer sonar su dentadura. El tercer instrumento es el bote o el bule bote, en referencia al material con el que se elabora este particularísimo instrumento de percusión.

"A ese bote que cargamos le cambié la forma de hacerlo, la elaboración. Abajo le pones bejuco chupamiel, que le llamamos aquí y que no se quiebra fácilmente, se presta para eso", explicó el artesano fundador, que sobrevive de sus trabajos de albañilería. Eso se ata a una especie de calabaza que en la zona se le conoce como bule o bule de cintura. "Antes se sembraba aquí, pero se perdió la semilla", dijo.

Aunque la mayor preocupación actual de Don Simitrio es lograr que la danza continúe cuando él ya no esté para lo que algunos de los muchachitos que ahora bailan aprendan también a tocar la flauta que ahora él tiene encargada.

Afromexicanos utilizan instrumentos rudimentarios en sus danzas (fotos, vídeo)
Adán Mariche Pérez tiene 30 años y casi 20 bailando. Don Simitrio lo señala como el integrante más antiguo del grupo, además de Don Tomás González, que es también fundador como Simitrio. Adán espera que Dios mediante la danza tenga mucho futuro. Él, como Don Simitrio, la aprendieron solos o más bien, sin que nadie más que el entorno se las inculcara.

Su papá, Javier Mariche Pérez la bailó y también su abuelo, y él, dice, quiere continuarla a su vez. "Hay mucha gente que toma esta danza como negocio, pero nosotros no lo tomamos así, sino como un afecto que le tenemos a las costumbres. No queremos que se pierda. Así como mi padre y mi abuelo bailaron, tal vez mis hijos lo hagan también", dijo.

"En el país a los pueblitos casi no nos toman en cuenta pero sabemos que tenemos una gran riqueza. De nuestros pueblitos salen nuestras mejores costumbres, que en la ciudad se pierden o más bien, que las dejan perder", opinó Adán. "Aquí en los pueblitos conservamos las costumbres que vienen a poner en alto al país", concluyó.

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