La oposición georgiana tomó las calles de Tiflis el pasado 20 de junio para exigir la dimisión de algunos altos cargos políticos. Las acciones de un parlamentario ruso, Serguéi Gavrílov, que acudió a Georgia para presidir la Asamblea Interparlamentaria de la Ortodoxia (AIO), fueron el detonante.
Al día siguiente, la sesión debía reanudarse en la sede del Parlamento georgiano en Tiflis. No queda claro por qué se eligió este edificio, dado que en la capital de Georgia sí había otras salas que podrían haber albergado este evento.
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Serguéi Gavrílov se sentó en la silla del presidente del Parlamento y abrió la sesión. Algunos parlamentarios opositores se acercaron al sitio donde estaba sentado el diputado ruso y le dijeron que no le permitirían presidir la sesión porque él representaba al "país ocupante". Algunos parlamentarios del oficialismo trataron de parar a los opositores y los tacharon de provocadores.
Ira de las masas
A pesar de que no se trataba siquiera de un error suyo, sus acciones enfurecieron a un grupo de georgianos. La sesión de la AIO se suspendió y poco después fue cancelada. A la delegación rusa la llevaron de urgencia al hotel, pero una turba de georgianos enfurecidos los localizó allí y empezó a exigir disculpas. Como consecuencia, los delegados rusos fueron enviados al aeropuerto.
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Después, la concentración multitudinaria se trasladó a las puertas del edificio del Parlamento. La tensión se disparó rápidamente. De ahí que miles de habitantes de Tiflis salieran a las calles para expresar su indignación por la estrechez de miras de sus políticos, que dejaron que ocurriera lo que ocurrió. Muchos portaban en sus manos pancartas con consignas antirrusas.
Una hora después, los manifestantes intentaron cumplir su promesa y trataron de irrumpir en la sede del Parlamento, pero la Policía les cerró el paso. La muchedumbre logró romper el cordón policial. Al final, las fuerzas de seguridad hicieron retroceder a los atacantes.
Los intentos de tomar la sede parlamentaria por la fuerza obligaron a los policías a usar gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua. Hubo 240 heridos, entre ellos 80 efectivos de las fuerzas de seguridad. Más de 300 individuos fueron detenidos.
"Los acontecimientos han ido más allá de lo permitido por la ley de manifestaciones después de que un grupo de extremistas rusófobos empujaran a jóvenes desorientados por la propaganda antirrusa a atacar a los policías", opina el politólogo georgiano Arnó Jidirbeguishvili.
Los provocadores incitaron a la muchedumbre a tratar de asaltar la sede parlamentaria y derrocar al Gobierno actual, agrega el analista. Según Jidirbeguishvili, se habrían podido aplacar los ataques contra el Parlamento arrestando a quienes dieron las órdenes a los jóvenes.
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Las autoridades no encontraron ninguna otra opción aparte de la de acusar a Rusia de haber suscitado los disturbios en Georgia. Y añadieron que las algaradas en Tiflis convienen a Moscú. La fórmula 'Rusia es culpable' volvió a funcionar, subraya Jidirbeguishvili.
Consecuencias amargas
Una de las exigencias principales de los manifestantes, la dimisión del presidente del Parlamento, se cumplió: Irakli Kobajidze renunció a su cargo el 21 de junio. Además, las autoridades ya han hecho concesiones a los manifestantes al aceptar el cambio del sistema de las elecciones parlamentarias.
El Ministerio del Interior lanzó una investigación por abuso de autoridad de los policías durante los sucesos del 20 de junio, pero al mismo tiempo prometió castigar a quienes trataron de tomar por la fuerza la sede del Parlamento.
Otra exigencia de los manifestantes fue la renuncia del ministro del Interior, Gueorgui Gajaria, pero esta destitución no se produjo. Asimismo, se requirió la liberación de todos los detenidos durante las protestas, pero por ahora algunos ciudadanos que participaron en los enfrentamientos siguen bajo arresto.
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Las manifestaciones antirrusas en Georgia no pasaron desapercibidos para el Gobierno ruso. Teniendo en cuenta el peligro que puede aguardar a los turistas rusos en Georgia, el presidente ruso, Vladímir Putin, firmó un decreto que prohíbe a las aerolíneas rusas volar desde territorio ruso al georgiano a partir del 8 de julio.
Para tener una mejor idea de lo que Tiflis está perdiendo hay que ver las cifras del 2018. Los resultados muestran que 1,7 millones de turistas visitaron Georgia aquel año, y estaba previsto que las cifras mejorasen este 2019.
La prohibición de vuelos será dolorosa para la sensible economía de Georgia que, en gran medida, depende de la agricultura y el turismo. Tiflis sufrirá pronto la reducción drástica del flujo de turistas, considera el analista financiero Dmitri Golubovski.
"El turismo ruso contribuye enormemente a la economía georgiana. En caso de que la situación no se resuelva, esto implicará un gran daño económico para todo el sector servicios de Georgia. Y es una lástima que esto suceda porque la economía del país ha estado creciendo a un buen ritmo", declaró a Sputnik.
El entrevistado se mostró optimista en cuanto a las relaciones entre Moscú y Tiflis en el futuro y señaló que el empeoramiento tiene carácter temporal. Una vez que se restauren las relaciones internacionales, la gente olvidará todo lo negativo y el flujo turístico se reanudará, concluyó.