Este acto fue precedido por la invasión de Checoslovaquia por la Alemania nazi en marzo de 1939, junto con las fuerzas de Polonia y Hungría. Siendo los vencedores del conflicto, los alemanes se hicieron con los trofeos más preciados del país, entre los cuales estaban los bombarderos de alta velocidad B.71.
Una hazaña sin iguales
A pesar de que esta aeronave tuviera el nombre checo, en realidad se trataba del SB-2 soviético que Checoslovaquia le había comprado a la URSS. Las 60 unidades que fueron entregadas al país de Europa Central contaban con motores, armamento y equipos de radio checoslovacos.
Para hacerlo, a menudo se empleaban a los pilotos de Checoslovaquia. Entre ellos estaban Boguslav Sikmund y Josef Navensnik. Los dos pilotos decidieron cambiar el rumbo y, en vez de a Alemania, dirigirse a la Unión Soviética.
Volaron con dirección a Polonia para llegar a la ciudad de Gómel que en la actualidad se encuentra en Bielorrusia. De alguna manera lograron esquivar las defensas aéreas polacas y alemanas para llegar hasta su destino y aterrizar en territorio soviético.
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Al tomar tierra dañaron el tren de aterrizaje, pero no resultaron heridos. Curiosamente, Alemania exigió a Moscú que le fuera devuelta la aeronave. Por su parte, la URSS propuso que los especialistas alemanes viajaran para reparar el avión o que se pagara el trabajo de los técnicos soviéticos.
En vista de estos gastos, Berlín renunció a la idea de recuperar el bombardero que los pilotos checos usaron para escapar. A pesar de esta milagrosa hazaña, los problemas de los dos pilotos no acabaron allí.
Nacidos para el aire, tragados por el agua
Sikmund y Navensnik permanecieron en la URSS hasta 1942 cuando se tomó la decisión de enviar a todos los pilotos checoslovacos al Reino Unido. Allí estaba en pleno progreso la formación de escuadras checoslovacas.
Al lugar del ataque llegaron buques británicos y alemanes que se enzarzaron en una enfurecida batalla. Los 750 tripulantes y pasajeros del Edinburgh fueron evacuados a los demás barcos del Reino Unido.
Todos los supervivientes de esta batalla fueron llevados de vuelta a Múrmansk. Entre ellos estaban los dos pilotos checoslovacos. Dos semanas más tarde, ambos embarcaron en el crucero Trinidad.
Sin embargo, durante su navegación al Reino Unido el buque fue atacado y hundido por los bombarderos alemanes. Entre los fallecidos figuran Boguslav Sikmund y Josef Navensnik.
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