Conocido como la 'penicilina rusa', el ajo fue un gran aliado de los soldados soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial, o como se la conoce en la historiografía rusa, 'Gran Guerra Patria', durante la cual el Ejército ruso se vio obligado a utilizar el ajo macerado de forma masiva.
En 1916 el Gobierno británico comenzó a utilizar masivamente el ajo como antibiótico debido a la inexistencia de penicilina y los miles de muertos que generó la precariedad de la Primera Guerra Mundial. Aunque el descubrimiento de la penicilina en 1928 por el bacteriólogo escosés Alexander Fleming no respondía a los intereses de los Ejércitos, la necesidad imperiosa de curar a los heridos durante la Segunda guerra mundial hizo que se ordenara la producción masiva del medicamento. Pero ante su escasez o ausencia, el consumo de ajo se hacía vital.
Durante la época de los faraones, también se conoce que el ajo formó parte de la dieta diaria de los que construyeron las pirámides para que se mantuvieran sanos y fuertes.
A lo largo de la historia, el ajo ha sido considerado un remedio confiable para epidemias como cólera y tuberculosis. Además, ha sido utilizado para curar infecciones, virus, bacterias y hongos, ya que refuerza el sistema inmunológico de las personas.
El ajo es junto con la cebolla, el romero, el jengibre, el orégano, el tomillo y la equinácea, de los mejores antibióticos que ofrece la naturaleza.
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