La derecha europea, decidida a deshacerse de Orban

¿Puede una rama cortada a hachazos injertarse en una planta enemiga? No se trata de un dilema de biojardinería, sino más bien de la enconada lucha en la jungla política europea. Muchos de los miembros del Partido Popular Europeo están decididos ya a cercenar un apéndice que consideran impuro para su naturaleza.
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Fidesz, la formación del primer ministro húngaro, Víktor Orban, parece tener sus horas contadas dentro de la principal formación política de la eurocámara. Aunque eso pueda dar ventajas a sus enemigos.

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El procedimiento para pedir la expulsión del grupo requiere que la propuesta sea presentada por siete partidos de cinco países, lo que ya se ha conseguido con la suma de dos partidos suecos, dos belgas, un luxemburgués, un griego, un maltés, un irlandés, un finlandés y un portugués.

En su reunión del 20 de marzo, el PPE puede estar obligado a votar el destierro de los eurodiputados del Fidesz. La decisión final dependerá de los 260 miembros de la Asamblea del PPE, pero la guillotina política será accionada antes por los patrones del partido de Orban, los cristianodemócratas (CDU) y los socialcristianos (CSU) alemanes, el verdadero poder de la principal formación del Parlamento Europeo.

Orban se convirtió en la oveja negra del "establishment" europeo cuando se negó en rotundo a seguir la política migratoria de Angela Merkel, en 2015. El Wilkomen de Alemania a los inmigrantes económicos y refugiados políticos de Oriente Medio cavó la fosa de la propia Canciller, pero antes se topó con el rechazo abierto de Víktor Orban y la hipocresía de la mayoría de los 28 gobiernos de la Unión Europea que, aplaudiendo el gesto de Alemania, ponía, sin embargo, todas las trabas posibles para no hacer efectivo el reparto por cuotas decidido en Berlín y Bruselas.

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El Fidesz (Alianza de los Demócratas Libres), el partido creado por Víktor Orban en 1988 —meses antes de la desaparición del Muro de Berlín— es el partido más votado en Hungría desde hace dos legislaturas, con índices de apoyo que ningún otro de sus, hasta el momento, partidos hermanos del PPE pueden soñar.

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La oposición de Orban a aceptar los inmigrantes decididos por la UE y la defensa de su soberanía en ese campo, que para él es una obligación política, pero sobre todo cultural, abrió el arsenal de invectivas de la policía moral, de los perceptores del buen comportamiento europeo que hicieron de la acogida de inmigrantes su nueva religión.

A partir de entonces, se acentuaron las acusaciones al gobierno húngaro de haber eliminado la prensa libre, de querer someter al poder judicial, de atizar el antisemitismo….

Pero lo que parece haber actuado como el detonante definitivo para la sanción máxima del PPE son los carteles que mostraban en las calles de Hungría un fotomontaje en el que Jean-Claude Juncker y George Soros aparecían con un texto que anunciaba un nuevo futuro plan para abrir las fronteras de la UE a otras olas de refugiados.

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El partido de Jean-Claude Juncker, el presidente luxemburgués de la Comisión Europea, es también miembro del PPE. Soros, el húngaro multimillonario —para algunos, especulador, para otros, filántropo— es el enemigo nacional número uno de Orban, que le acusa de sufragar las políticas pro-refugiados de la UE para eliminar el concepto de estado-nación que el premier húngaro defiende, y convertir el Viejo Continente en un mercado abierto a mercancías y personas que elimine las fronteras y difumine la tradición, la cultura y las tradiciones de cada país miembro.

El PPE lleva debatiendo en su seno desde hace meses la actitud que adoptar hacia su "oveja negra". Los partidarios de la expulsión de Fidesz encontraban hasta ahora la barrera de los dirigentes alemanes, que habían defendido a Orban hasta la aparición del último afiche propagandístico. Pero Merkel y el cabeza de lista del PPE, Manfred Weber, podrían haber ya optado por abandonar a su "hijo rebelde".

Hasta el momento, para los dirigentes del PPE era más conveniente mantener a Orban en su seno para "poder controlarle mejor". Pero, sobre todo, para no debilitar al propio PPE. Fidesz, con 12 diputados, es la tercera fuerza más importante dentro del partido de la derecha europea. Privarse de sus escaños es un riesgo de cara al futuro, pues en los sondeos para las elecciones continentales del 23-26 de mayo, el PPE pierde apoyos.

"Tontos útiles de la izquierda"

Orban contratacó en una entrevista al diario alemán Welt am Sonntag, en el que insistía sobre su admiración por el fallecido Helmut Kohl. El excanciller alemán acogió a Orban como protegido político hace 30 años y el jefe de gobierno húngaro insiste cada vez que puede en recordarlo. Al tiempo, Orban subraya sus lazos con el socio bávaro de la CDU, más comprensivo con su política antiinmigración.

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En la misma entrevista, Orban planteaba el peligro de excluir a su partido para el PPE. Según él, los que plantean su salida del Partido Popular Europeo son "los tontos útiles" de los socialistas y la izquierda dentro de la eurocámara. Para el "premier" húngaro, la izquierda europea ataca a Hungría para debilitar al PPE.

Lo cierto es que, para otros dirigentes europeos el debilitamiento del PPE es una buena noticia. Así, Emmanuel Macron no oculta su deseo de ver a la derecha europea dividida. El presidente francés, que pretende crear una gran coalición "progresista" en el Parlamento europeo con capacidad de bloqueo, cuenta con su enemigo húngaro como aliado objetivo.

La derecha francesa preferiría mantener a Orban dentro de sus filas. Porque lo que teme es que, si Fidesz queda fuera del PPE, busque alianzas inevitablemente con los nacionalpopulistas, entre ellos, Marine Le Pen, que con el italiano Matteo Salvini y otros grupos euroescépticos son la pesadilla europea de la derecha, de la izquierda y de Macron. 


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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