Cientos de pasajeros varados, averías en aeronaves, aeropuertos clausurados, aviones desviados, peligro de vida de las personas en vuelo. Los riesgos y pérdidas económicas que provocan las cenizas volcánicas son incalculables y, hasta ahora, imposibles de sortear.
Aerolidar es el proyecto desarrollado por el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (Citedef) y encabezado por Ezequiel Pawelko, ingeniero en Telecomunicaciones, y Nadia Barreiro, licenciada en Ciencias Físicas. Se trata de un microrradar láser de alta velocidad (Lidar) que por primera vez puede medir la distribución y presencia de cenizas volcánicas en la atmósfera en tiempo real y que promete revolucionar la industria aerocomercial y militar no solo a nivel local sino mundial.
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"Los aeropuertos y aviones, que son asistidos por diferentes instrumentos como radares electromagnéticos y meteorológicos, pueden detectar nubes, vapor de agua, hielo, polvo, hacer frente a tormentas eléctricas, pero no tienen ninguna herramienta puntual para detectar las cenizas volcánicas porque las partículas son muy pequeñas", explicó Pawelko a Sputnik.
En 2008, durante la erupción del volcán Chaitén, en la cordillera de los Andes sobre territorio chileno, un lidar de estas características les permitió por primera vez medir la presencia y distribución de las cenizas desde un laboratorio científico ubicado en Buenos Aires.
Cuatro años después, en 2011, entró en erupción el volcán Puyehue, también en Chile, que dejó fuera de servicio al aeropuerto internacional de Bariloche, uno de los principales centros aerocomerciales de la Patagonia argentina.
El hito fue incorporado al reporte Metar del Servicio Meteorológico Internacional, que fijó un precedente y que permitió al equipo continuar con las investigaciones y desarrollo con apoyo gubernamental. Esto les permitió crear un lidar multiespectral, de mayor potencial. En 2015, erupciona el volcán Calbuco en la cordillera de Chile y el aeropuerto de Bariloche pudo mantener un alto porcentaje de operaciones, evitando la clausura, a pesar de la cercanía.
"Este hecho no pasó desapercibido internacionalmente, ya que afectó a aeropuertos tanto de Latinoamérica como de otras regiones del mundo. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica se tuvo que cerrar el espacio aéreo en los aeropuertos durante un tiempo prolongado por la presencia de cenizas de este volcán", contó Ezequiel.
Este trabajo científico les permitió que el Ministerio de Defensa argentino les financie el desarrollo de un prototipo más pequeño que pudiera ser incorporado a bordo de aviones, una gran innovación operativa porque permitiría dar autonomía y seguridad a las aeronaves sin depender de las mediciones que se realicen en tierra.
Entre los riesgos para un avión de las cenizas volcánicas, Pawelko enumeró la pérdida de visibilidad debido a que vuelven opacos los parabrisas; que el instrumental puede fallar por culpa de la estática que contienen y además pueden causar serios daños en el fuselaje, alas y motores, que pueden ser rotos por las partículas como consecuencia de las altas temperaturas.
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El proyecto, llamado Aerolidar, recibió recientemente el Premio Reconocimiento al Mejor Aporte al Desarrollo del País en el certamen tecnológico IB50K que entregan el prestigioso Instituto Balseiro y la Comisión Nacional de Energía Atómica.