Con la habilidad de las milenarias artes marciales orientales, que permite a un practicante dejar fuera de combate a más de un oponente de un sólo golpe, China, voluntaria, o involuntariamente –de acuerdo a sus afirmaciones y al asentimiento de Ottawa de que los casos no guardan ninguna relación–, ha puesto a Canadá entre la espada y la pared, y a EEUU a tener que lidiar con su vecino durante los próximos casi dos meses y ver qué hacen con la empresaria y futura heredera del imperio Huawei detenida en Vancouver.
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La tregua en la guerra comercial a la que se comprometió EEUU, no fue más que una actuación por parte de Trump, explica el presidente del Observatorio Hispano-Ruso de Eurasia, Fernando Moragón.
Opina que en Washington "ya se han dado cuenta de que China es una potencia global en ascenso y que si no intentan algo, irremediablemente será la próxima potencia hegemónica mundial. […] Con lo cual han entendido que tienen que ir a por China y estrangular –por lo menos parcialmente– su economía para que no puedan alcanzarles desde el punto de vista tecnológico".
La ecuación, que en principio EEUU suponía fácil, tanto como jugar y cobrar, tomó un giro que probablemente no era el esperado, a menos que Canadá estuviera dispuesto de antemano a sacrificar algunos peones durante la partida, y que ahora esté haciendo un papel de Oscar.
Lo cierto es que tras el arresto de Meng, China prometió el infierno a Canadá. "Serias consecuencias", dijeron, si Ottawa no liberaba ipso facto. "China insiste en que Canadá libere a la ejecutiva detenida, garantice la observación de sus derechos legítimos e intereses, en otro caso esto tendrá serias consecuencias, y Canadá tendrá que asumir plena responsabilidad", rezaba un comunicado de la Cancillería del gigante asiático.
Inmediatamente después de esta advertencia, el gigante asiático canceló unas negociaciones con los productores de madera de la Columbia Británica. Y casi al mismo tiempo se supo del arresto por parte de Pekín del excónsul canadiense en China. Consultadas las autoridades de ambos países sobre un posible vínculo entre los arrestos en su conjunto, niegan cualquier relación.
Increíblemente, y casi sin margen para un respiro entre una cosa y otra, un juez en Canadá otorgó libertad condicional a Meng tras abonar una fianza de 10 millones de dólares canadienses, unos 7,5 millones de dólares estadounidenses.
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Y en un pronunciamiento que llegó y sonó a destiempo, luego de que las aguas ya estaban del todo revueltas y que China le había puesto la soga al cuello a Canadá, va Trump y hace una declaración que a muchos sonó, como poco, sospechosa. Dijo que intervendría en el caso de Meng si ello sirviera a los intereses de la seguridad nacional de EEUU, o ayudara a cerrar un acuerdo comercial con Pekín. Quedó todo más que claro.
Moragón afirma que estas palabras de Trump dan constancia del trasfondo político del arresto de Meng. "En esta situación el perdedor es Canadá, no EEUU. Es como pasó con el tema de las sanciones a Rusia. El perdedor no ha sido EEUU, ha sido Europa. […] Y esto le va a pasar a Canadá. Se va a ver obligada a seguir la política de EEUU, pagando las consecuencias, como suele ser habitual", concluye Fernando Moragón.