En Getsemaní y el valle que lo separa de la muralla hay unos 900 olivos —varios de ellos milenarios— que dan unas aceitunas con las que se elabora "un aceite único en el mundo", explicó a Sputnik el fraile franciscano Diego Dalla Gassa.
"No queremos que se convierta en un negocio, así que no lo vendemos, aunque se lo regalamos a algunos peregrinos en botellitas. Después, si ellos quieren hacer un donativo lo hacen, pero este aceite no tiene precio, en el doble sentido", subrayó Dalla Gassa.
"Es la primera vez que recojo aceitunas, pero siempre lo he visto hacer a familias palestinas que conozco. Para ellos es un momento importante, un momento familiar donde se reúnen para estar en su tierra, recoger aceitunas, estar con los niños y se hace una comida especial. Es una tradición importante", contó Nicoletta Zannoni, una italiana que vive desde hace siete años en Ramala (Cisjordania), donde trabaja como profesora de flauta en una escuela de música.
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"Estar aquí tiene un sentido especial y pensar que aquí era donde estaba Jesús hace 2.000 años es algo increíble", añadió Zannoni antes de seguir recogiendo olivas.
Para los peregrinos, el aceite de Getsemaní tiene un valor especial porque para los cristianos, según Dalla Gassa, "este es el lugar donde Jesús ama venir. De día enseñaba en el templo y por la noche pernoctaba al aire libre, en el llamado Monte de los Olivos".
"En la tradición judía, se sabe que el Mesías, en la shekiná (manifestación de Dios a su pueblo), descenderá por este lado (del Monte de los Olivos) para entrar en Jerusalén", recalca Dalla Gassa.
En el "huerto santo" la cosecha, que este año "no ha sido ni mala ni buena" —alega Dalla Gassa— siempre corre a cargo de manos voluntarias que se consideran privilegiadas. La vista que se contempla desde el huerto lo es sin duda: la Ciudad Vieja amurallada coronada por el esplendor dorado de la Cúpula de la Roca, en la Explanada de las Mezquitas.