"Si bien Corea del Norte ya era capaz durante la década de 1990 de atacar blancos en Corea del Sur y en Japón, su objetivo final siempre ha sido tener [un arsenal] disuasorio capaz de alcanzar a Estados Unidos. Un objetivo que se cumplió después de que el Hwasong-14 pasase las pruebas", explica el portal.
Desde Estados Unidos nunca se excluyó la posibilidad de iniciar un conflicto armado directo con Corea del Norte. Ni siquiera las numerosas bajas aliadas consecuencia del mismo. Aliadas porque se contarían por miles los japoneses, chinos y los surcoreanos víctimas de una guerra de esas dimensiones.
Military Watch recuerda el caso del republicano Lindsey Graham. Un senador del estado de Carolina del Sur que justificaba las bajas japonesas, chinas y surcoreanas con el argumento de que esas bajas no serían estadounidenses.
"Será malo para China, será malo para Japón, será malo para Corea del Sur y será el fin de Corea del Norte (…), pero lo que no hará será alcanzar a Estados Unidos", dijo en aquel entonces.
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Quien fuera hasta abril de 2018 consejero de seguridad nacional de Donald Trump, Herbert McMaster, definió la "catástrofe humana" en Corea del Sur —que ocasionaría un ataque contra su vecino— como "el precio que habría que pagar" por proteger Estados Unidos.
"En última instancia, el Hwasong-14 cambió las reglas del juego al obligar a Estados Unidos a rehacer sus cálculos en lo referente a Corea del Norte. Ello, unido al poder militar convencional del país y a otros recursos como el submarino Pukkuksong, el Hwasong-12 [contra Guam] y su segundo misil balístico intercontinental, el Hwasong-15, disuadió a Estados Unidos", valoran los autores.
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El éxito del desarrollo del Hwasong-14 supuso que la opción militar dejase de estar sobre la mesa, que Estados Unidos no pudiese exigir lo que le fuese oportuno y que no se fulminase la seguridad y la estabilidad en el este de Asia, concluye el artículo.