El precio mínimo de 70 centavos o (0,59 céntimos de euro) se aplica a una unidad de alcohol, definida como el equivalente a diez mililitros de sustancia pura. Si el Parlamento escocés aprueba la medida, la botella más barata de vino se situaría en 4,69 libras (6,6 dólares) y la de whisky en 14 libras (unos 20 dólares).
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Esa cantidad, igual a 350 mililitros de whisky o vodka, se considera peligrosa y dañina para la salud y estaba disponible a precios de menos de cuatro dólares. Con la nueva legislación, el coste se ha elevado a más de diez dólares.
"Dado el claro y probado vínculo entre el consumo y el daño, el precio mínimo por una 'unidad de alcohol' es la medida más eficiente y eficaz de contrarrestar las baratas pero fuertes bebidas que tanto mal causan a las familias", comentó la iniciativa a los medios la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon.
Si bien, la idea de establecer un precio fijo para un determinado volumen de alcohol es bastante innovadora, la regulación del precio de las bebidas alcohólicas con el fin de mejorar la salud pública no es nueva.
Así, en 2009 Rusia creó el Servicio Federal para la Regulación del Mercado de las Bebidas Alcohólicas. Su tarea principal es establecer los precios mínimos para las bebidas fuertes, como vodka y coñac, y vigilar el cumplimiento de estas normas.
Aunque queda por hacer mucho en este ámbito, los éxitos de las políticas rusas han sido reconocidos por los índices de la Organización Mundial de Salud y elogiados por los medios de otros países infames por su consumo irresponsable del alcohol.
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