Ya sea en los burdeles de Europa del Este, en los ejércitos del Congo, en los campos de batalla de Irak y Siria, en los barcos pesqueros en Tailandia, en el trabajo doméstico en Haití o en los hornos de ladrillo de la India, la esclavitud moderna va adquiriendo diferentes formas, pero está presente en todo el mundo.
Sin embargo, la mayoría de sus víctimas siguen siendo mujeres y niños. Según The 2017 Global Estimates of Modern Slavery, a nivel mundial representan el 71%, y una de cada cuatro personas en situación de esclavitud es un niño.
A su vez, señaló que son un problema que en la región tiene un impacto mayor en las áreas remotas, en grupos en situación marginal y en niños migrantes.
"Es un gran desafío para los sistemas sociales, para el sistema judicial, para que la policía pueda identificar y reducir la pobreza y situaciones [de vulnerabilidad], porque si no logramos que los padres de familia puedan acceder a servicios básicos, es seguro que habrá escenarios más proclives a la violación de los derechos del niño", dijo la experta a Sputnik.
En ese sentido, señaló que actualmente está habiendo un alza en los casos de tráfico de niños para trabajos forzados que de explotación sexual.
"El tráfico de niños para explotación laboral puede involucrar a sus familias, también a una red de criminal de explotadores —dijo Todorova- aunque generalmente son personas cercanas al niño. Principalmente se da involucrando niños en actividades ilícitas, por ejemplo se utilizan para mendigar, para el descuidismo y otros crímenes pequeños".
El impacto que tuvo la Convención fue "muy importante"
Todorova contó que con la aprobación del tratado internacional se modificaron leyes y se implementaron políticas específicas para atender a la infancia (incluso en cuanto a medidas prácticas para mejorar la temprana identificación de niños víctimas, según The Council on Foreign Relations), pero también y principalmente, implicó reflexionar sobre el lugar que los niños ocupaban en las sociedades.
"Se cambió la forma de concebir a los niños", aseguró. Pasaron de ser "objetos de cuidado, protección y preocupación" a ser "sujetos de derecho"; personas que tienen "voz, preocupaciones y puntos de vista que tienen que ser tomados en serio", aclaró.
"El primer desafío, y creo que para los países de la región también, fue cambiar el sistema de cuidado de los niños que no tienen padres ni familiares. Nuestros sistemas fueron basados en la institucionalización de los niños, pero con la Convención decidimos que ya no era lo más adecuado. Tuvimos que pensar cambios para que estos niños fueran sacados de las instituciones y tuvieran un cuidado de tipo familiar", contó la experta.
La reforma que emprendió Bulgaria a mediados de la década de 1990 y que aún continúa, implica no sólo cerrar los grandes hogares de cuidado de niños y elaborar programas de acogida en pequeños hogares, sino también trabajar en la prevención del abandono, esto es, además, "apoyar a las familias para que cuiden de sus niños".
"Nuestra reforma se volvió bastante famosa —aseguró Todorova-, y ahora está siendo replicada en otros países de la región. Muchos ya cambiaron su legislación familiar para regular mejor situaciones específicas, como las responsabilidades de los padres en el cuidado de los niños cuando se divorcian o separan", agregó.
"Vamos paso a paso, porque no es fácil", aseguró la especialista, por ello todavía considera necesario seguir trabajando para "cambiar la mentalidad" de las sociedades.
"Es muy difícil decirle a los padres de los niños, a la sociedad y a las instituciones que los niños son personas con los mismos derechos que los adultos, incluso más porque son seres humanos con derechos adicionales porque están creciendo", reflexionó.
Lograr ese cambio cultural representa un "desafío muy grande", pero no imposible.