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España sigue tumbada en el diván del psiquiatra por ETA
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Al cumplirse el décimo aniversario del final de ETA, España sigue tumbada en el diván del psiquiatra para superar 50 años de atentados, miedo y sangre, el peor... 25.10.2021, Sputnik Mundo
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Fue el 20 de octubre de 2011 cuando tres encapuchados de Euskadi Ta Askatasuna anunciaron en un comunicado audiovisual "el cese definitivo de su actividad armada", después de un año de "alto el fuego", es decir, sin atentados ni otros actos violentos. Siete años después, la banda desveló, en una carta fechada el 16 de abril de 2018, su autodisolución.La fecha de conmemoración del fin de las actividades terroristas de ETA ha servido para hacer balance, evocar dolorosos recuerdos, recopilar testimonios, aprender lecciones y aflorar problemas no resueltos. La sociedad española —particularmente la vasca— tiene que curarse todavía del todo las profundas cicatrices que dejó un tiempo cargado de muertos, heridos, secuestros, extorsiones y exiliados, pero también de torturas policiales y terrorismo de Estado. Tiene que digerir bien aquel trago amargo, aquella pesadilla real. Debe trabajar para que la espiral de odio, intolerancia y violencia no se desate de nuevo, para que aquellos años del plomo no vuelvan a repetirse nunca más.Mantener la memoriaUna de las mejores iniciativas para luchar contra el olvido social y para perpetuar la memoria histórica ha sido la creación del Museo Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Inaugurado el 1 de junio de este año 2021 en Vitoria-Gasteiz, la capital administrativa de Euskadi, el edificio se estructura en seis salas: Introducción; Espacio Memorial; Historia del terrorismo; Discursos y prácticas del odio, la parte sobre los perpetradores; Respuesta al terror (policial, social, internacional, política y judicial); y La voz de las víctimas.Una de las instalaciones más sobrecogedoras del Museo es una réplica casi exacta del habitáculo oculto, subterráneo y de dimensiones reducidas donde estuvo secuestrado 532 días, desde el 17 de enero de 1996 al de 1 de julio de 1997, el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. Para que fuera liberado, la organización separatista exigió a cambio el traslado de todos sus presos a cárceles vascas.El zulo donde estuvo recluido Ortega Lara estaba revestido de madera, medía 1,8 metros de alto, 1,7 de ancho y 2,4 de largo. El escondrijo estaba muy astutamente tapado debajo de una máquina situada en una nave industrial abandonada en la localidad guipuzcoana de Mondragón. Las fuerzas de seguridad españoles dieron finalmente con el zulo.Sin embargo, ETA no se amilanó por ese serio revés. Preparó rápidamente una operación mucho más cruel si cabe. El 10 de julio de 1997 un comando secuestró a Miguel Ángel Blanco, un joven concejal del Partido Popular, el principal partido conservador a nivel nacional. Exigieron al Gobierno el acercamiento de los presos y amenazaron con ejecutar a Blanco en 48 horas si no cumplían sus exigencias.El entonces presidente José María Aznar respondió que no negociaba en términos de ultimátum. Blanco, que sólo tenía 29 años, fue ejecutado a sangre fría. Su asesinato representó un punto de inflexión, porque las manifestaciones en contra de ese crimen fueron multitudinarias. Esas expresiones de ¡Basta Ya! y manos blancas desembocaron en el llamado espíritu de Ermua (el pueblo donde Blanco era concejal), un movimiento cívico espontáneo que transformó el sentimiento social vasco y español hacia el terrorismo, desde la indiferencia al rechazo absoluto.ETA puso en el punto de mira de sus pistolas no sólo a militares, policías, políticos y empresarios sino también a periodistas o a profesores simplemente porque estos no comulgaban con sus ideas ultranacionalistas. Esa estrategia coercitiva forzó a exiliarse a miles de personas, lo que desencadenó una psicosis colectiva que poco a poco está cediendo terreno. La organización criminal extendió sus atentados sangrientos fuera de las fronteras del País Vasco, atacando especialmente en Madrid y Barcelona. En algunos casos los actos fueron indiscriminados y provocaron la muerte de niños de corta edad. En total perpetraron 853 asesinatos, y no todos fueron resueltos por los tribunales de justicia, es decir, algunos delitos quedaron impunes.Pasado presenteLa conmemoración abrió la puerta a los fantasmas del pasado y, de paso, fue utilizado por muchos actores para hacer terapia de grupo o simple oportunismo.Así, Francisco Llera, catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, es de los que cree que ha muerto el perro, pero no la rabia. "La división, la tensión, el odio siguen latentes. El supremacismo no ha desaparecido", dijo Llera en una entrevista a TVE, la televisión pública española.En términos similares se pronunció Manu Montero, exrector de la citada Universidad. "Seguimos en una liberta condicional. Existe un tipo de presión social que condiciona el lenguaje y el pensamiento", declaró Montero. Tanto Llera como Montero entienden que la hegemonía nacionalista que vive la política vasca es consecuencia de los años de terror y de la presión ejercida por los pistoleros.El perdónTambién es cierto que se han dado pasos en favor de la reconciliación, aunque resulten insuficientes. Así, el líder de la izquierda nacionalista vasca Arnaldo Otegui aprovechó el tirón del aniversario para lanzar un mensaje a las víctimas de los etarras: "Nuestro pesar y dolor por el sufrimiento vivido. Sentimos su dolor y desde ese sentimiento sincero, afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido", señaló. Otegui, coordinador general de EH-Bildu, estuvo en prisión algo más de seis años y medio por pertenecer a ETA. No era la primera vez que hacía declaraciones de esta clase, pero tuvieron mucha reacción política.En este sentido, el presidente del Gobierno vasco, Íñigo Urkullu, miembro destacado del Partido Nacionalista Vasco (PNV), apostó por la convivencia "inclusiva" y por el ejercicio de "autocrítica", en una evidente referencia a Otegui y sus partidarios, quienes siguen sin condenar expresamente el terrorismo. "Para construir el futuro de manera honesta, para construir un futuro justo, hay que reconocer el injusto daño producido a las víctimas", puntualizó Urkullu, quien insistió en la necesidad de "condenar la violencia que causó dolor a las víctimas y a la sociedad" así como de "negar el uso de la violencia para lograr objetivos políticos". "Ese es el legado fundamental para las próximas generaciones", resumió.También hubo otras respuestas ideológicamente distintas, porque, aunque ya no exista como tal, la organización terrorista vasca sigue muy presente, demasiado quizás, en el polarizado debate parlamentario español.LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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España sigue tumbada en el diván del psiquiatra por ETA
Francisco Herranz
Periodista español
Al cumplirse el décimo aniversario del final de ETA, España sigue tumbada en el diván del psiquiatra para superar 50 años de atentados, miedo y sangre, el peor reto al que se enfrentó la democracia de ese país.
Fue el 20 de octubre de 2011 cuando tres encapuchados de Euskadi Ta Askatasuna anunciaron en un comunicado audiovisual
"el cese definitivo de su actividad armada", después de un año de "alto el fuego", es decir, sin atentados ni otros actos violentos. Siete años después, la banda
desveló, en una carta fechada el 16 de abril de 2018, su autodisolución.
La fecha de conmemoración del
fin de las actividades terroristas de ETA ha servido para
hacer balance, evocar dolorosos recuerdos, recopilar testimonios, aprender lecciones y aflorar problemas no resueltos. La sociedad española —particularmente la vasca— tiene que curarse todavía del todo las profundas cicatrices que dejó un tiempo cargado de muertos, heridos, secuestros, extorsiones y exiliados, pero también de torturas policiales y terrorismo de Estado. Tiene que digerir bien aquel trago amargo, aquella pesadilla real. Debe trabajar para que la espiral de odio, intolerancia y violencia no se desate de nuevo, para que aquellos años del plomo no vuelvan a repetirse nunca más.
Una de las mejores iniciativas para luchar contra el olvido social y para perpetuar la memoria histórica ha sido la creación del
Museo Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Inaugurado el 1 de junio de este año 2021 en Vitoria-Gasteiz, la capital administrativa de Euskadi, el edificio se estructura en seis salas: Introducción; Espacio Memorial; Historia del terrorismo; Discursos y prácticas del odio, la parte sobre los perpetradores; Respuesta al terror (policial, social, internacional, política y judicial); y La voz de las víctimas.
3 de mayo 2018, 20:00 GMT
Una de las instalaciones más sobrecogedoras del Museo es una réplica casi exacta del habitáculo oculto, subterráneo y de dimensiones reducidas donde estuvo secuestrado 532 días, desde el 17 de enero de 1996 al de 1 de julio de 1997, el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. Para que fuera liberado, la organización separatista exigió a cambio el traslado de todos sus presos a cárceles vascas.
El zulo donde estuvo recluido Ortega Lara estaba revestido de madera, medía 1,8 metros de alto, 1,7 de ancho y 2,4 de largo. El escondrijo estaba muy astutamente tapado debajo de una máquina situada en una nave industrial abandonada en la localidad guipuzcoana de Mondragón. Las fuerzas de seguridad españoles dieron finalmente con el zulo.
Sin embargo, ETA no se amilanó por ese serio revés. Preparó rápidamente una operación mucho más cruel si cabe. El 10 de julio de 1997 un comando secuestró a Miguel Ángel Blanco, un joven concejal del Partido Popular, el principal partido conservador a nivel nacional. Exigieron al Gobierno el acercamiento de los presos y amenazaron con ejecutar a Blanco en 48 horas si no cumplían sus exigencias.
El entonces presidente José María Aznar respondió que no negociaba en términos de ultimátum. Blanco, que sólo tenía 29 años, fue ejecutado a sangre fría. Su asesinato representó un punto de inflexión, porque las manifestaciones en contra de ese crimen fueron multitudinarias. Esas expresiones de ¡Basta Ya! y manos blancas desembocaron en el llamado espíritu de Ermua (el pueblo donde Blanco era concejal), un movimiento cívico espontáneo que transformó el sentimiento social vasco y español hacia el terrorismo, desde la indiferencia al rechazo absoluto.
18 de septiembre 2021, 12:59 GMT
ETA puso en el punto de mira de sus pistolas no sólo a militares, policías, políticos y empresarios sino también a periodistas o a profesores simplemente porque estos no comulgaban con sus ideas ultranacionalistas. Esa estrategia coercitiva forzó a exiliarse a miles de personas, lo que desencadenó una psicosis colectiva que poco a poco está cediendo terreno. La organización criminal extendió sus atentados sangrientos fuera de las fronteras del País Vasco, atacando especialmente en Madrid y Barcelona. En algunos casos los actos fueron indiscriminados y provocaron la muerte de niños de corta edad. En total perpetraron 853 asesinatos, y no todos fueron resueltos por los tribunales de justicia, es decir, algunos delitos quedaron impunes.
La conmemoración abrió la puerta a los fantasmas del pasado y, de paso, fue utilizado por muchos actores para hacer terapia de grupo o simple oportunismo.
Así, Francisco Llera, catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, es de los que cree que ha muerto el perro, pero no la rabia. "La división, la tensión, el odio siguen latentes. El supremacismo no ha desaparecido", dijo Llera en una entrevista a TVE, la televisión pública española.
20 de octubre 2021, 17:57 GMT
En términos similares se pronunció Manu Montero, exrector de la citada Universidad. "Seguimos en una liberta condicional. Existe un tipo de presión social que condiciona el lenguaje y el pensamiento", declaró Montero. Tanto Llera como Montero entienden que la hegemonía nacionalista que vive la política vasca es consecuencia de los años de terror y de la presión ejercida por los pistoleros.
También es cierto que se han dado pasos en favor de la reconciliación, aunque resulten insuficientes. Así, el líder de la izquierda nacionalista vasca Arnaldo Otegui aprovechó el tirón del aniversario para lanzar un mensaje a las víctimas de los etarras: "Nuestro pesar y dolor por el sufrimiento vivido. Sentimos su dolor y desde ese sentimiento sincero, afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido", señaló. Otegui, coordinador general de EH-Bildu, estuvo en prisión algo más de seis años y medio por pertenecer a ETA. No era la primera vez que hacía declaraciones de esta clase, pero tuvieron mucha reacción política.
En este sentido, el presidente del Gobierno vasco, Íñigo Urkullu, miembro destacado del Partido Nacionalista Vasco (PNV), apostó por la convivencia "inclusiva" y por el ejercicio de "autocrítica", en una evidente referencia a Otegui y sus partidarios, quienes siguen sin condenar expresamente el terrorismo. "Para construir el futuro de manera honesta, para construir un futuro justo, hay que reconocer el injusto daño producido a las víctimas", puntualizó Urkullu, quien insistió en la necesidad de "condenar la violencia que causó dolor a las víctimas y a la sociedad" así como de "negar el uso de la violencia para lograr objetivos políticos". "Ese es el legado fundamental para las próximas generaciones", resumió.
19 de octubre 2021, 14:13 GMT
También hubo otras respuestas ideológicamente distintas, porque, aunque ya no exista como tal, la organización terrorista vasca sigue muy presente, demasiado quizás, en el polarizado debate parlamentario español.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK